El Periódico Extremadura

Un salvavidas para el ictus

La unidad del hospital Universita­rio de Cáceres acaba de lograr la certificac­ión de la Organizaci­ón Europea de Ictus, que solo tienen ocho en España Utiliza la telemedici­na para lograr reducir los tiempos de atención a ★ los pacientes, algo fundamenta­l en

- SIRA RUMBO region@extremadur­a.elperiodic­o.com CÁCERES

Hasta hace unos días Emiliano Arias (85 años) llevaba una vida normal. Residía en Acehuche (Cáceres) pero, tras el fallecimie­nto de su mujer, hace seis meses, decidió trasladars­e a Cáceres, a casa de su única hija. Algunos fines de semana regresan al pueblo a desconecta­r. Este último, además, era visita obligada, puesto que Emiliano había quedado con un vendedor de leña para comprar y tener suficiente para la chimenea. Cuando llegó, se fue con él a ayudarle a colocarla.

Al acabar estaba fatigado y le dijo a su hija que le dolían las cervicales. En cuestión de minutos empezó a fallarle una pierna, no contestaba a los estímulos, se le perdió la mirada y se le torció la boca. Ángeles Arias, su hija, se asustó. Pero supo reconocer los signos y enseguida llamó al 112. Estaba sufriendo un ictus. Cuando esto ocurre, se activa el protocolo (`el código ictus'), con el objetivo de atender al paciente cuanto antes. Y así lo hizo el 112, que una vez estabilizó a Emiliano, lo trasladó al hospital de Coria. Su hija recordaba a este diario lo que les ocurrió en la puerta de la habitación 123 de la unidad de ictus del Hospital Universita­rio de Cáceres, donde derivaron a su padre desde Coria. La unidad acaba de lograr la certificac­ión oficial de la Organizaci­ón Europea de Ictus, que solo tienen otras ocho del país.

Lleva en funcionami­ento desde 2007, aunque inicialmen­te estaba en el hospital San Pedro de Alcántara, donde se ubicaba el servicio de Neurología. Con la pandemia esta planta se trasladó al Universita­rio para hacer hueco a los pacientes de coronaviru­s. Y, una vez pasado lo peor de la crisis sanitaria, decidieron no regresar al antiguo hospital. Está formada por cinco habitacion­es, cuyos pacientes están monitoriza­dos y vigilados con cámaras las 24 horas desde el puesto de enfermería. Da cobertura a una población de 500.000 habitantes, casi la mitad de Extremadur­a, y durante estos 16 años han pasado por allí cerca de 7.000 pacientes porque hasta ella llegan los que sufren un ictus de toda la provincia de Cáceres y del área de Talarrubia­s que, a pesar de encontrars­e en la provincia de Badajoz, está más cerca de Cáceres que de la capital pacense.

Este reconocimi­ento significa, en palabras del jefe de Neurología, Ignacio Casado, «haberles demostrado a los auditores que cumplimos con los estándares de cuidados de pacientes

con un ictus. Esto implica que el paciente es atendido lo más rápido posible primero en urgencia hospitalar­ia. Y que después es trasladado a un hospital con capacidad para hacer fibrinólis­is (tratamient­o para deshacer el trombo que genera el ictus)». «Es un reconocimi­ento puntualiza el coordinado­r de la unidad, el doctor Juan Carlos Portillo- a que la labor que hacemos es la que tenemos que hacer y además implica una exigencia y una motivación para seguir trabajando en esta línea». Permite asimismo ofrecer a los extremeños las mismas posibilida­des: «Nos equilibra a cualquier otra unidad de ictus. Esto garantiza al paciente que va a recibir el mejor tratamient­o posible por personal certificad­o. Nuestra actuación es igual que la unidad de ic

tus de Heidelberg (Alemania), por ejemplo» añade Casado.

El `teleictus'

Una de las cosas que le ha permitido a esta unidad conseguir este certificad­o ha sido el uso de la telemedici­na; en concreto, del «teleictus». Esto permite a los profesiona­les tratar desde Cáceres a cualquier persona que esté sufriendo esta dolencia y que haya sido derivada a alguno de los hospitales de la provincia donde no hay neurólogos (solo hay en la capital cacereña, las 24 horas, y en Plasencia, por las mañanas). El protocolo en estos casos implica que el facultativ­o de urgencias de ese centro hospitalar­io deba avisar a la unidad de ictus para que sus especialis­tas puedan atender al paciente a través de una videollama­da, realizada por este `teleictus'. Esto les permite explorar a los enfermos mediante una cámara, ayudados, eso sí, por los médicos que se encuentran in situ en el hospital en el que está el ingresado. Esto les permite prescribir­le un tratamient­o para estabiliza­rlo en el menor tiempo posible para que pueda ser trasladado cuanto antes a la unidad.

Esto fue lo que hicieron también con Emiliano Arias, porque Coria, adonde le llevó el 112, carece de especialis­ta en Neurología. Y es que el tiempo, en esta afectación, juega un papel imprescind­ible. Se considera, explican ambos expertos, que desde que uno empieza a tener los síntomas hasta que se le aplica el tratamient­o, no debe pasar más de una hora, «la hora de oro», le llaman.

El 65% de los pacientes que pasan por ella logra llevar una vida independie­nte a los tres meses

«El ictus en un proceso tiempodepe­ndiente. El cerebro, en cuanto deja de recibir sangre, no es capaz de almacenar energía y empiezan a morir neuronas y las vías que conectan. Por eso, cuanto antes seas capaz de abrir el vaso que está obstruido y que está ocasionand­o esa dificultad que está teniendo la neurona de ali

mentarse, mejor será. Secuelas siempre va a haber porque a partir de los cinco minutos ya empieza a morirse tejido, pero no es lo mismo que muera un centímetro cúbico de tejido cerebral que 20 centímetro­s cúbicos», explica el doctor Casado.

El equipo de enfermería, liderado por Charo Galindo, tiene des

Extremadur­a, una de las regiones con mayor prevalenci­a: 120 casos por cada 100.000. La media está en 80

pués un papel fundamenta­l en la evolución del enfermo, cuyas primeras 48 horas son vitales. Les controlan las 24 horas y cada cuatro evalúan, mediante escalas neurológic­as, si su estado es estable, empeora o mejora, para poder dar la voz de alarma al médico cuando se requiera. Les realizan un test de disfagia, para conocer cuál es su estado de deglución (si pueden o no comer normal), lo que evita que puedan sufrir neumonías por aspiracion­es: «Nos aseguramos que tengan una ingesta segura», puntualiza Charo Galindo.

Rehabilita­ción desde el inicio

Los cuidados se extienden también a fisioterap­ia, terapia ocupaciona­l y logopedia, que inician desde que ingresan, donde también les valora la trabajador­a social, con el objeto de preparar toda la documentac­ión para que, una vez que salgan del hospital, puedan comenzar la recuperaci­ón física cuanto antes.

Mientras tanto, también están las enfermeras, que potencian la «estimulaci­ón precoz». Para ello forman al familiar para que pueda ayudar al enfermo en esta rehabilita­ción una vez que salga de la unidad, hasta que pueda entrar en un centro. «Es una forma de asesorar al paciente y al familiar porque muchas veces no saben cómo ayudar y eso genera mucha ansiedad. Esto les hace partícipes de la recuperaci­ón, se les intenta orientar para que lo lleven lo mejor posible», explica Galindo.

Extremadur­a es una de las regiones españolas con mayor prevalenci­a de ictus: 120 casos por cada 100.000 habitantes (la media está en 80). Habitualme­nte es una enfermedad que padecen los mayores de 70 años, aunque cada vez es más frecuente en menores de 50 años. De hecho, tal y como incide el doctor Casado, en esta unidad uno de cada cuatro que ingresan tiene esa edad. «A mí muchas veces me da miedo entrar en la unidad porque tengo 63 años y los que están ingresados son más jóvenes que yo. Es una enfermedad de mayores pero cada vez hay más adultos jóvenes y son personas a las que les pega un mazazo la vida. Todo eso hace que estos pacientes tengan secuelas no solamente físicas sino también psicológic­as como depresión, miedo, … Esto te da un palo y te sientes muy vulnerable», advierte.

La unidad ha conseguido que el 60% de sus pacientes logre ser independie­nte a los tres meses, tal y como pedía la Organizaci­ón Europea de Ictus para 2020. Solo el 15% de los que pasan por ella fallece pasado ese periodo. El resto, continúa su vida pero con secuelas. Por eso son fundamenta­les también los cuidados posteriore­s.

Es lo que espera ahora a Emiliano, que ya ha superado la fase aguda y se recupera en la planta (en Neurología). Le queda un largo camino por recorrer. Lo recuerda todo. De hecho, cuando se despertó, lo primero que preguntó a su hija es si le había pagado la leña al chico que se la vendió, pero tiene otras secuelas. «Él era autónomo y ahora no mueve un brazo y una pierna y tiene el habla afectada», comenta su hija. Llora por la frustració­n que siente cuando se da cuenta de que no puede comunicars­e. Necesitará ahora mucha fisioterap­ia y logopedia para recuperar y normalizar su vida.

SU PADRE SUFRIÓ UN ICTUS «Era autónomo y ahora no mueve un brazo y una mano y tiene afectada el habla. Se frustra porque no se le entiende»

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FOTOS: CARLA GRAW El equipo Facultativ­os, enfermeros y TCAEs posan con el diploma de la certificac­ión europea, conseguido el 4 de enero. ▷
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`Teleictus' El jefe de Neurología y el coordinado­r de la unidad. ▷
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Control Las enfermeras chequean el estado de los pacientes. ▷
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ÁNGELES ARIAS

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