Nuestro presente
José Antonio Barquilla Mateos
Huerta de Ánimas (Trujillo)
Qué escribir, escribir al azar con un sentido de transparencia, más o menos como decía Umbral.
Escribir sobre nuestra actualidad, este presente tan nuestro, tan vivo, y, ya que ha pasado la Semana Santa, ver la primavera en su esplendor, las flores vivas en las mañanas del pueblo, su perfume adivinado, las rosas encendidas, el olor del azahar, penetrante, como un aliento blanco, denso y perfumado, y las amapolas tapizando el parque, las cercas soleadas, con su alegría roja y primaveral.
Esta es la vida. Y qué me importa los descalabros de la política, y otros inconvenientes de la vida cotidiana. Tanta mentira ensucia la inocencia de las flores, del arroyo claro de mi adolescencia. La actualidad me supera y comprendo que aunque necesaria, la actualidad es un presente emporcado y nada transparente. Hay que hacer filigranas para ver «por el ojo de Dios» ( como en el libro de Juan José Millás), la calle, o sea, el mundo. Y verlo limpio.
Pero de momento quiero ver este presente, esta primavera de pueblo, cuando canta la abubilla, y las calles están vacías, esta mañana de sol, que me recuerda el tiempo perdido de Proust, que no he buscado, pero lo encuentro, porque estoy en la casa de mi adolescencia, y escucho el mismo silencio, los pájaros iguales, las conversaciones de las niñas azules que iban a la escuela, en mi memoria de ahora, sus voces de agua fresca; y cuando pasan coches y más coches por la calle pavimentada que hace años era una calle de rollos, me parece, añorando el ayer, que son las bestias antiguas, las mulas, los burros, los que pasan de nuevo, el ayer renovado, como en una película viva, que pasan los bueyes arrastrando un carro cargado de heno, que pasan vacas suizas dejando las bostas en medio de la calle, que pasan cerdos gruñendo, gallinas de nadie, perros famélicos, que pasa el silencio del pueblo vacío en mi memoria. Las cosas nos dejan, se pierden, ignoran que somos nosotros, y uno se siente Quijote que lucha con viejos fantasmas.
El famoso carpe diem, vive el presente; el ahora es lo que importa, porque el tiempo se va sin nosotros hacia otros horizontes y hacia otra gente, y pasamos como en un tren de la bruja por el mundo, ilusionados y recibiendo escobazos.
Si no me equivoco, es el mencionado Umbral, o por lo menos lo he leído en algún libro suyo, quien dice que «nosotros no dejamos a las cosas cuando nos vamos, sino que son las cosas las que se olvidan de nosotros», así que cada vez somos, a medida que envejecemos, menos presente, nos hacemos inactuales, y el mundo con sus mil caras acaba por ignorarnos. Por eso, es mejor vivir el presente, olvidando rencores y miedos, y diciendo a los inconvenientes, como un personaje de Cien años de soledad. «Apártense vacas, que la vida es corta».