Todos somos don Guido
Estos días de Semana Santa, con calles abarrotadas, muestras de devoción popular, lagrimones rodando por las mejillas, y mucho golpe de pecho ante las imágenes de la Pasión de Cristo, he recordado los versos de Antonio Machado de `Las Coplas por la muerte de don Guido': Gran pagano, se hizo hermano de una santa cofradía. El Jueves Santo salía llevando un cirio en la mano. ¡Aquel trueno! Vestido de nazareno. Después de años sin una Semana Santa como Dios manda, por culpa de lluvias y pandemias, por fin se cumplió el deseo de los ciudadanos, y las avenidas se llenaron de flores y las iglesias se llenaron a rebosar. En Sevilla se han llegado a pagar 8.000 euros por un balcón bien situado para ver las cofradías. Pero pasó el Domingo de Resurrección y las aguas volvieron a su cauce, a la normalidad. Y desgraciadamente, la normalidad son templos y sagrarios vacíos todo el año, la devoción –que existe y que es grande- se circunscribe a un número pequeño de fieles y cofrades. El resto ha sido cohetería, artificio e impostura.
Si verdaderamente todos los que llevan su cirio en la mano como el machadiano don Guido practicaran en su día a día el mandamiento del Amor, este mundo sería otro. No me lo entiendan ustedes como una crítica a esta explosión de fe de estos días. Me parece maravillosa, pero me pregunto que si su mensaje y efectos se prolongaran todo el año y no solo se limitaran a una semana, nuestra existencia sería probablemente mucho mejor. Solo espero que el mensaje de Jesucristo, al margen de credos, iglesias e ideologías, siga calando y lo haga más hondo. Aquello que sucedió hace dos mil años fue demasiado grande como para no tenerlo en cuenta en nuestro día a día. Atrás quedan los rumores de tambores, las cornetas y las imágenes que nos conmueven. Ojalá tengamos presente su significado todo el año.
La devoción se limita a un reducido número de fieles. El resto es cohetería, artificio e impostura