¿Tiene la Inteligencia Artificial capacidad creativa?
Una vieja creencia tranquilizadora, frente al imparable avance de la Inteligencia Artificial (IA), era que esta podría imitar cada vez mejor ciertos procesos mentales de tipo lógico o mecánico (reconocimiento y procesamiento de información, cálculos deductivos, inferencias estadísticas…), pero que había otros que, por su carácter no estrictamente lógico, quedarían siempre fuera de su alcance. Entre estos procesos, presuntamente no lógicos, estaría el de la creatividad.
Ahora bien, decir que procesos como la creatividad están fuera de la esfera del entendimiento lógico es exagerado (¿cómo podríamos entender entonces lo que es?). De hecho, y pasando de puntillas por ciertos problemas filosóficos (como el de explicar el «milagro» mismo que supone crear algo «nuevo»), la creatividad se puede describir a un nivel básico como el simple proceso de transformación de una cosa dada en otra nueva y distinta; algo que, en rigor, puede hacer cualquier máquina, desde un ordenador a una máquina de hacer churros.
Otro asunto es que se quiera añadir a esta descripción la idea de intencionalidad, asumiendo que la acción de crear exige un sujeto (una conciencia) que decida y emprenda la acción creativa. Esta petición de principio es discutible (ha de suponer, por ejemplo, que cuando decimos que un paisaje «fue creado» por la actividad volcánica, o que las nubes «crean» caprichosas formas en el cielo, estamos usando el concepto de creación de modo impropio o poético), pero vamos a darla por buena. La pregunta sería ahora: ¿tienen las máquinas (por ejemplo, las máquinas de IA) algo parecido a una conciencia intencional desde la que «crear» cosas (dibujos, piezas musicales, discursos, etc.)?
Por supuesto, alguien podría empezar por argüir que algunos artistas crean cuadros, partituras o textos sin demasiada carga intencional. Muchos, por ejemplo, lo hacen por encargo (tal como los programas de IA, que generan un dibujo a partir de las órdenes que le damos), y otros presumen de crear de modo inconsciente, al azar o sin pensarlo demasiado (no pocos artistas y estetas han identificado la creatividad con la libertad, y a esta con ciertos estados de inconsciencia o acción espontánea o mecánica). Pero supongamos que, incluso en estos casos, el artista puede hacer que su conciencia recupere el mando en cualquier momento. ¿Puede hacer esto último una máquina?
Nuestra primera reacción es pensar que no. ¿Pero por qué no? Pensemos un momento en qué consiste la consciencia. Asumiendo que se trata de un asunto filosófico de primer orden, y despejando su problemática dimensión fenoménica (la conciencia es un fenómeno cuya existencia solo podemos certificar subjetivamente, por lo que no podemos demostrar que exista o deje de existir en otros seres, humanos o no), la consciencia es, básicamente, un proceso cognitivo por el que representamos y organizamos la vida mental en relación con una determinada perspectiva (la del sujeto o «yo»). En el caso de la consciencia humana, este proceso de organización de la vida mental se hace especialmente complejo gracias, además, a un lenguaje no menos sofisticado que permite «narrar» internamente (generándonos como sujeto de dicha narración) parte de nuestros procesos vitales, juzgarlos, y tomar decisiones para reconducirlos, dando origen, en ocasiones, a esas respuestas novedosas que llamamos «creaciones».
Ahora bien, si es esto lo que es básicamente la conciencia, no creo que las máquinas anden muy lejos de tenerla. De hecho, hasta los mecanismos inteligentes más simples son ya capaces de representar sus propios estados internos, chequearlos y corregir errores sin nuestra intervención (piense en los ordenadores que regulan y rectifican el funcionamiento de cualquier automóvil moderno). ¿Pero podrían estos sistemas generar, además, respuestas novedosas o no inicialmente programadas? ¿Por qué no? De hecho, los programas de IA que generan imágenes a partir de palabras lo hacen a cada instante. Reparen, además, en cómo lo hacemos nosotros: dados cierta información ya registrada, le aplicamos mecanismos heurísticos que combinan esa información para producir, según criterios combinatorios o más aleatoriamente, propuestas nuevas cuya idoneidad evaluamos (si es el caso) en base a pronósticos y expectativas… ¿Cuál de estas tareas no está al alcance de un simple ordenador?
Obviamente, todo esto que hacen las máquinas lo hacen a partir de lo que le hemos enseñado; pero también nosotros hacemos todo lo que hacemos (empezando por pensar y tomar decisiones) en base a lo que nos han enseñado otros seres humanos.
Afirmar, pues, que las máquinas (los programas de IA, por ejemplo) son capaces de una cierta creatividad no parece descabellado. Otra cuestión, bien distinta, es si esa creatividad puede ser de naturaleza artística; un tema interesantísimo que merece ser tratado en otra ocasión.
Afirmar, pues, que las máquinas (los programas de IA) son capaces de una cierta creatividad no parece descabellado