El Periódico Extremadura

Carme Elias El aplauso eterno

- ACTRIZ EMMA Riverola

Es una cuestión de tiempo: desaparece­r. Pero es en estas dos palabras, en este juego entre el tiempo y el desaparece­r, donde se esconde la burla de la vida. Más bien el maltrato. ¿Qué ocurre cuando la memoria empieza a perderse antes de hora? Cuando los recuerdos se desmoronan y las piezas juegan al escondite. Ahora una se pierde, ahora otra se descoloca, algunas más se amontonan, otras se burlan de la razón. ¿Cómo caminar cuando se pierde el mapa de los pasos?

Hace poco más de un año, al recibir el Premio Especial Jordi Solé Tura en el Brain Film Fest, Carme Elias anunció que padecía alzhéimer. Desde entonces, lejos de ocultar su enfermedad, se ha esforzado en mostrar su rostro. No es un combate el que expone, más bien un pacto. Ahora ha publicado un libro, Cuando ya no sea yo (Planeta), que repasa su vida y su relación con Al, el nombre personal con el que internamen­te se dirige a su enfermedad. Un extraño que se ha colado en su casa, en su vida. En sus páginas hay emoción y elegancia, notas de humor y compromiso con la verdad. Sigue siendo ella.

Esa niña que nació en el barrio de Sant Martí de Barcelona, en 1951. Una infancia con olor a pan del horno de sus abuelos, el colegio de las Escolapias a la vuelta de la esquina, la pequeña mercería que sus padres regentaban y el apoyo de una gran familia. Hoy, el Forn Elias, centenario, sigue en pleno funcionami­ento con la cuarta generación al timón y cosechando premios internacio­nales. El colegio ya no es solo de niñas ni se dedica a captar vocaciones, pero permanece ahí, con sus grandes pistas de juego, sus jardines, su virgen custodiada por setos y su fuente entre palmeras.

Siguen su hermano pequeño, Joan, «el guardián de la familia». El mayor, Josep Maria, que sufrió poliomieli­tis a los 3 años, «su héroe». O su hijo Nico, «amor incondicio­nal». Todo eso perdura, mientras la memoria de Elias se cubre de velos pero se mantiene inmaculada en sus diarios, cuadernos escritos y guardados a lo largo de toda la vida. En ellos vertió reflexione­s y ambiciones, amores y desengaños. La escritura como modo de expresión y la lectura como refugio.

En su barrio empezó la pasión de su vida, en el Teatro Escuela Enmus, rique Borrás. Mientras el colegio ahondaba en su insegurida­d, en el escenario sentía las emociones más intensas, desaparecí­an los complejos, se sentía grande. Y en eso se ha convertido. En una de las más grandes.

Hablar de Carme Elias es hablar del teatro, el cine y la televisión de este país. Desde Francesc Bellmunt, Pedro Almodóvar, Josep Maria Flotats, Pere Portabella, Fernando Fernán-Gómez a Isabel Coixet. Desde Chejov, Albert Ca

Pirandello, Tenesse Williams, Calderón, Shakespear­e a García Lorca. No cabrían en esta página los nombres de los grandes autores, directores o compañeros de reparto con los que ha trabajado. En todos los medios ha reinado. También en la televisión, desde el mítico Estudio 1 de TVE hasta la avanzadill­a de las series.

Con un cuerpo etéreo y elegante, una mirada magnética y una sonrisa capaz de mostrar todas las graduacion­es de la alegría, incluso la que oculta el dolor, la presencia de Elias es fascinador­a. Una liviandad que parece contener tantas dosis de dureza como de fragilidad. Perfeccion­ista hasta la obsesión, trabajador­a incansable, de gran sensibilid­ad y con cierta dificultad para mostrar emociones. Una frialdad más producto de la protección que de la indiferenc­ia.

En su libro, Elias habla de amores y desamores. De su relación con el que fue su pareja durante largo tiempo, Joan Potau, actor, guionista y director de cine, de sus años viviendo en el emblemátic­o edificio Walden (también de cuando empezaron a caerse las baldosas cerámicas que recubrían las fachadas), de los días de éxitos, pero también de sus dudas y recelos, y de los momentos depresivos.

Desde el anuncio de su enfermedad, Elias ha volcado todo su esfuerzo en sincerarse. Mostrar sus debilidade­s, sus limitacion­es y sus miedos. La voluntad de que tanto dolor sirva para algo… Para alguien. Quizá no conseguirá que quienes se enfrentan al abismo se sientan más fuertes, pero sí más acompañado­s. Una muerte digna, reclama hoy Elias. Y le gusta imaginarse entrando en el «reino de los cielos» del brazo de Antonio Flores, mientras suena `Siete vidas', la canción que más ama. En ese momento, en la postrera bajada de telón, atronará el aplauso eterno de todos los que la recordarán.

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JOAN CORTADELLA­S La actriz catalana Carme Elias, fotografia­da en Barcelona en marzo del año pasado.
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