Paseo por la televisión
Huyo de la Sexta, lo más sectario que conozco en mi ya larga vida, del amarillismo de la 5, aunque suenan campanas de que ha emprendido una campaña de recuperación ética consistente en vetar a todos los que durante años le han proporcionado el éxito que ya no tiene, y también de la cuarta, pues Íker proporciona miedo y aburrimiento por igual y en el otro programa estrella siempre evolucionan pintorescas parejas que ligan o no en un restaurante y me obligan a cambiar, presa de un ataque irrefrenable de vergüenza ajena.
Admito que el problema es mío por buscar en la tele lo que la tele no puede dar, ya que dichas cadenas gozan de telespectadores fieles, pero no es mi caso, así que, antes de pasear por todos los canales no generalistas cada noche y conformarme con la peli que sea, ya un clásico visionado cien veces, ya una cinta mala de solemnidad a menudo, pero que cumple su función de enviarme a la cama antes de verla terminar por su falta absoluta de interés o por mi sopor súbito, conecto exóticos diales que ofrecen o bien pueblos o castillos adquiridos a precio de saldo por británicos desocupados que luego se pegan media vida penando para rehabilitarlos o bien unos gemelos canadienses guapísimos que reforman casas en principio infestadas de termitas o contaminadas con amianto pero que acaban entregando impolutas y siempre con una enorme sonrisa en sus atractivos labios. En este paseo me he encontrado cosas tan dispares como son una simpática Chus que ofrece fáciles consejos decorativos, unos amantes de la barbacoa que enseñan miles de modos de achicharrar la carne o unos extraños aficionados a las antigüedades que lo mismo venden un colador que un abrebotellas.
Anoche en la 2, sin embargo, tropecé con Boadella y Jenaro Castro en un programa lleno de clase y sello de los que ya no se hacen. Y fue un soplo de aire fresco oír al dramaturgo afirmar que Sánchez es la persona de mayor inmoralidad que ha conocido y el Rey, ese bastón salvador al que nos aferramos. Y por una vez me acosté en paz con la pequeña pantalla. ¡Qué gusto!