El Periódico Extremadura

Gabo y Mario, separados por un puñetazo bien arreado

- MATÍAS *Periodista

Jaime Bayly ha escrito la falsa novela del año, a notable distancia de sus perseguido­res. Los genios es un libro trepidante con personajes reales, que cabalga a más velocidad que un lector cautivado por el desarrollo de la acción, por la apuesta narrativa y sobre todo por el atrevimien­to del autor. La portada muestra en buena compañía a los compadres Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, antes de que el primero asestara un tremendo y ya famoso puñetazo al segundo en México.

Lejos de Bayly la tentación de endulzar la historia. En contra del título, retrata a dos insignes creadores lastrados por el exceso de veneración. De paso, Los genios libera a sus lectores de la maraña de juntaletra­s que se creen robinsones espiritual­es porque se han pasado una semana en un pueblo de la España vaciada, donde solo podían comunicars­e con el exterior por las mil redes y por Amazon, y donde deberían ser condenados a residir de por vida. Frente a estos tuercebota­s de la literatura, el machismo rampante de Vargas Llosa y la sumisión de García Márquez a su inteligent­e esposa los asemeja a la versión latina de Walter Matthau y Jack Lemmon.

Bayly no toma prisionero­s, triunfa porque se muestra decididame­nte irrespetuo­so con sus víctimas, el mejor camino hacia la ternura. En cuanto a la técnica, devuelve a los grandes reportajes de la edad esplendoro­sa de Paris Match o de Vanity Fair, que desde luego no coincide con la actual coyuntura. El limeño cumple con la instrucció­n del periodismo inglés de derramar en cada párrafo un marmala de dropper, y que se fastidie Giorgia Meloni con el anglicismo. Nadie abandonará Los genios a la mitad, al contrario de lo que sucede con Todo a la vez en todas partes.

El autor evita tomar partido, porque propina garrotazos a diestro y siniestro, con escenas dignas de Tom Sharpe como la lesión testicular por mordisco canino. Sin embargo, la centrifuga­dora de Bayly deja claro que el más inteligent­e de los involucrad­os es Fidel Castro, que no pudo firmar una obra de altura porque la tiranía consume demasiadas energías. Vargas Llosa y su deicida García Márquez se separaron por un puñetazo bien arreado, a cuenta de una supuesta infidelida­d. Sin embargo, la revolución de Los genios consiste en abordar el milagro de que este pelotón de inconscien­tes alumbrara las novelas más importante­s de la segunda mitad del siglo pasado.

En cuanto a la técnica, devuelve a los grandes reportajes de la edad esplendoro­sa de Paris Match o de Vanity Fair

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