El Periódico Extremadura

Primavera despoblada

- PILAR Galán Rodríguez * * Escritora y profesora

Ha llegado como siempre, de sopetón, sin avisar, y de pronto hemos levantado la cabeza del móvil y de otras estúpidas obligacion­es y nos hemos encontrado con que los árboles se habían llenado de hojas y las calles, de flores, y en cuanto nos hemos quitado los auriculare­s, hemos empezado a escuchar a los pájaros.

Y no será porque aquí, en Extremadur­a, no estemos rodeados de señales que anuncian cambios en el campo, de escobones que se cubren de flores blancas y amarillas, de brotes, de aves cantando como banda sonora en la quietud de unos pueblos al margen del ruido de las grandes ciudades. Otra cosa no, pero de naturaleza algo sabemos en esta tierra en la que se tarda hora y media en llegar de una capital de provincia a otra y varias paradas en los semáforos de las obras que comenzaron después de las lluvias y ahí siguen, poco a poco, al ritmo lento de las estaciones.

Mucho sabemos de comunicaci­ones después de tantos años con los mismos retrasos y averías en los trenes, y con anticuadas líneas de autobús (menos mal, gracias a ellas) que permiten que las personas se desplacen sin que sea obligatori­o aún conducir el coche propio. A cambio de estos inconvenie­ntes, vivimos en una burbuja natural, pagando los mismos impuestos que en las ciudades, pero sin muchas de sus ventajas.

No hay pediatras en las zonas rurales, claro que como tampoco hay niños, notarse no se nota mucho, salvo para los que aún creen que se puede vivir en los pueblos pequeños y se desesperan cada vez que pierden algún servicio. Especialis­tas tampoco hay muchos, y a los médicos de familia hay que convencerl­os para que se queden en zonas que empiezan a despoblars­e. No es rentable, es lo que suele escucharse, no salen las cuentas si se mantienen las escuelas con pocos alumnos, las consultas con menos pacientes o se arreglan carreteras que tienen poco tráfico.

No será rentable, pero tampoco es justo. Mientras los pueblos se vacían, y los campos cultivados se quedan sin mano de obra, la naturaleza sigue con sus cosas, ajena a todo. Cada año volverá a exhibir su poderío de flores y los pájaros con sus vuelos y cortejos llenarán de sonidos las calles cada vez más silenciosa­s de una comunidad que acabará convirtién­dose en un parque temático para el turismo si no hacemos algo, porque los turistas se van, pero nosotros nos quedamos, y nuestros hijos deberían tener al menos la opción de elegir dónde quieren vivir.

No hay pediatras en las zonas rurales, claro que como tampoco hay niños, notarse no se nota mucho

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