¿De qué trincheras hablamos?
No de las `trincheras de la libertad' de la que osan hablar confesos franco-falangistas, que no falangistas revolucionarios y joseantonianos, a los que vemos cada atrincherados en sus mundos de papel, lanzando andanadas contra la verdadera libertad. La auténtica LIBERTAD (con mayúsculas y en negrita) no está nunca atrincherada, sino en campo libre y abierto, haciendo gala de la propia filosofía que lleva implícita.
Todo un sarcasmo que señores barbados y con lentes o barbilampiños con lentillas se atrevan a hablar de libertad cuando se trata de abrir en canal a la gente que se sitúa en la acera izquierda, la que tienen enfrente.
Toda una barriobajera socarronería hablar de libertad cuando no se cree en ella, ya que las aspiraciones de estos que usan tal palabra a todas horas no es sino la libertad del ordeno y mando, del retrotraernos a los años de las cartillas de racionamiento y los fusilamientos al amanecer, de la letra con sangre entra y de los millones de españoles con las maletas de madera camino de Alemania.
Es la libertad de poder tomarse unas cañas en una terraza, de ir a misa y darse golpes de pecho, de asistir al cine de barrio, de acudir con peineta o puro habano a una corrida de morlacos...
Libertades individuales que solo tienen sentido si están acrisoladas por los valores de la igualdad y la justicia. Solo puede haber pleno ejercicio de la libertad si está ligado a la igualdad de oportunidades. Sin igualdad real y efectiva, la libertad carece de sentido para los más desfavorecidos.
¿De qué le sirve la libertad que pregonan las derechas reaccionarias o liberales a los parias de la tierra si no tienen un bocado de pan para llevarse a la boca?