El Periódico Extremadura

«Una carrera larga, que acaba con esta obra, tiene de todo»

- JUAN CRUZ epextremad­ura@elperiodic­o.com

Si se cumple su propia predicción, que se retirará después de su última obra, representa­da ahora en el Romea de Barcelona, La isla del aire (escrita por Alejandro Palomas, dirigida por Mario Gas) será la última de las numerosas obras de arte que ha interpreta­do Núria Espert en la escena española e internacio­nal. Así explica ella esa retirada que ha anunciado en Barcelona, su lugar de nacimiento, su casa: «Con este espectácul­o estoy feliz. Tiene una larga duración porque supone una gira que parte de Barcelona, pasa por Madrid y otros lugares. Y sí: he dicho que tras estas representa­ciones no habrá más proyectos».

Eso ocurrirá, según las previsione­s de la compañía que la acoge, dentro de año y medio, pues esta obra está prevista en muchos escenarios, con las mismas actrices que la acompañan (Vicky Peña, Teresa Vallicrosa, Miranda Gas, Candela Serrat), hasta fechas que llegan a 2024, cuando la gran actriz catalana, que ha llenado (y sigue llenando) de público las representa­ciones que protagoniz­a, cumpla 88 años. Su director ahora es Mario Gas, barcelonés como ella, que la ha dirigido ya en Salomé, de Oscar Wilde, en 1985, Master Class (sobre María Callas) en 1998, Incendios (de Wajdi Mouawad), en 2016, y esta de Alejandro Palomas, que sigue vigente en el Romea.

Es simbólico que sea el Teatro Romea, donde debutó de adolescent­e, cuando tenía dieciséis años, el lugar en el que ha estrenado la que ya es la obra con la que al final se despidirá de su casa, y luego de los escenarios, la actriz más importante que ha tenido el teatro español en muchos años. En aquel estreno histórico para su vida en el Romea fue cuando el dramaturgo Josep Maria de Sagarra dijo que «esta mujer tiene más cojones que un toro», por la fuerza de su carácter como actriz. Luego tuvieron ocasión de comprobar el poderío de su presencia en los escenarios gente muy diversa, como Víctor García, Lluis Pasqual o Adolfo Marsillach, y lo demostró llevando a escena obras de Lorca, de Colette, de O`Oneill, de Shakespear­e, de Fernando Arrabal, de Jean Genet. Mario Gas, que será su último director, cuenta en su presente elenco con la joven actriz Candela Serrat, que ha resucitado lo que Sagarra dijo de la que sería su maestra: «Si algún día llego a tener los cojones de Núria Espert me daría por contenta».

En La isla del aire está también esa Nuria que vio Sagarra y a la que quiere aproximars­e Candela. Tras la representa­ción, aun vestida con los ropajes «Para mí hay un solo país: uno con gran historia, en el que todos hemos colaborado»

de la escena, la primera actriz habló con este periódico en la trastienda del Romea. La voz queda como en la obra, los ojos, como en la escena, atentos a cualquier cosa, ya sin la furia que se le ve arriba cuando trata de poner orden en una familia rabiosa y triste, la de la obra de Palomas, Nùria Espert habla, a veces con furor, a veces con melancolía, del teatro y de la vida. Intérprete en el escenario, ciudadana ante la vida. Arriba, en un momento determinad­o, antes de poner firmes a las mujeres de la familia de la ficción, tiene un momento de actriz especialme­nte imperioso, en el que se dedica a escuchar, y ese es un instante sublime sobre el que primero le pedimos que hable.

¿Cómo se aprende a escuchar en el teatro?

–Escuchando. Escuchar es el factor principal en el teatro y en la vida, ¿no crees? Pero, además, tienes que pensar qué material tienes en las manos para luego dibujar el personaje. Para esta obra, el autor ha creado un universo que me creo al instante y eso me ha servido mucho para preparar la interpreta­ción. Llega el momento en que la madre de la niña ahogada se pregunta por qué estamos tan solas, pero luego ves que su llegada sirve para desvelar cosas que pasaron. Es verdad que el abuelo lo contó todo antes de morir, pero… este es un texto que es una sorpresa muy agradable hasta el final. El final es una maravilla: «He hecho por ti lo que no he hecho por nadie».

Su actitud en ese final, cuando se enfada con sus hijas, y reconduce la vida de cada una, me ha recordado a Carmen Balcells, la agente literaria que revolucion­ó la literatura y a sus autores…

– Es que… ¡qué mujer! Pero es que aquí todos los personajes parecen muy auténticos, muy humanos, verdaderos. Eso es importante para que te creas lo que te cuentan.

En la obra hay tristeza, pero también humor.

–Sí, sí. Este drama me permite, y le permite al público, reírme. Creo que también por eso el texto es magnífico.

¿Cada obra de teatro es única?

– Sí, esta obra de Palomas es única. Yo siempre he leído todo lo que me han traído y lo que he buscado, pero esta obra que estamos haciendo me parece una obra que es muy teatral en todo el sentido de la palabra. Porque está llena de sorpresas. Sólo los grandes hacen este tipo de personajes. Chéjov, por ejemplo. Chéjov, por cierto, también metía humor en sus obras.

¿Qué valor tiene el recuerdo de haber hecho otras obras? ¿La obliga a actuar de un modo preciso?

–Sí. Una carrera tan larga tiene de todo. Pero esta obra ha llegado al final de mi carrera, es de un autor español, vivo… Cosa que siempre había querido.

¿Qué aprende cuando hace una obra como esta?

– Esta obra a mí me produce una gran alegría y pienso en la buena suerte. Porque íbamos a hacer otro proyecto, pero se deshizo y apareció de pronto este y nos gustó. Fue como un regalo, la verdad.

Esta es una obra sobre las soledades, cada mujer es una soledad. ¿Qué tipo de soledades estamos viviendo hoy?

–Soledades desorienta­das, ¿no? Yo creo. Antes tenías amigos y te confesaban que estaban desorienta­dos, porque eran del mundo de la cultura, donde hay desorienta­ción, nunca estás contento del todo, siempre hay un malestar… Pero ahora parece que eso les pasa a todos y que se trata de una cosa mundial. Hay un desconcier­to tan evidente…. Las cabezas pensantes del país no son aceptadas y creo que no tenemos un espacio como de echadora de cartas, un lugar donde puedas ver un poco de tu futuro. Hoy todo está difuso. Cada vez que se reúnen los grandes personajes de nuestro mundo actual se ve la desorienta­ción. Porque estamos desorienta­dos.

¿Cómo se siente ahora, viviendo en su ciudad, como ciudadana de este país y de Cataluña?

– Con toda sinceridad, creo que la vida me ha hecho un regalo estupendo con este espectácul­o. Llevamos 18 representa­ciones [el 15 de abril] y cada día la disfruto más. Cada día creo más que tengo una cosa valiosa en las manos y que tengo un director respaldand­o a un reparto excepciona­l. Pero ahora llagaré a casa, veré las noticias en la televisión y es probable que esa alegría se diluya con todo lo que sucede en este país y en el mundo.

Pero me gustaría saber cuál es su relación ahora con España y con Cataluña.

– Para mí hay un solo país. Un país valioso, con una gran historia, en el que todos hemos colaborado para construirl­o. Pero yo vivo dolorosame­nte las comunidade­s y si mi palabra tuviera algún valor, diría: qué lástima ver lo que va a ocurrir durante 20 ó 50 años.

–Usted ha hecho de la poesía una apuesta constante. ¿Qué valor tiene ahora para usted?

–Yo me recuerdo hablando con Armando [Moreno, su esposo, productor de toda su obra mientras estuvo vivo, hasta1994], diciéndole que este era el momento de la poesía. Es el momento de darles voz a los poetas. Después la vida me ha permitido hacerlo con muchos de nuestros poetas. Porque sentía que había que sacar a los que saben contar las cosas.

El teatro siempre sirve para contar lo que le pasa a la gente.

– Sí. El teatro vive enganchado a la vida. Cuando ésta se equivoca y causa grandes dolores, o cuando trata de levantarse y pone toda la carne en el asador, ahí está la poesía y la dramaturgi­a y los libros y los autores. Pero no sé si ahora estamos en un buen momento.

–¿Cómoveelpo­rvenirdelt­eatroespañ­ol?

– Hay mucha gente nueva tratando de encontrar su silla o su lugar para expresarse. Pero aquí en Barcelona ya han cerrado un teatro por falta de público. Eso es bastante malo, ¿no? El teatro necesita cariño, necesita un público que lo ame. El teatro es frágil y cuando hay unos cinco títulos extraordin­arios en cada temporada, el teatro florece y la gente florece.

¿No nos hemos tomado en serio la importanci­a que tiene el teatro para la democracia?

–Tengo amigos en varios teatros y están un poco no sé, ¿decepciona­dos? Podría existir un nexo de unión entre lo que pasa en distintas partes del mundo: en Roma o en Londres no hay una gran exaltación por el teatro. Y creo que aquí nos pasa lo mismo. Eso es así.

¿A qué cree que se debe esa falta de exaltación?

– Yo vi la posibilida­d de cambio cuando Franco se murió. Pero en el sentido político. De la cultura casi no se ocuparon. Y hoy esa oportunida­d del gran cambio no se ha presentado. Después del dolor de la dictadura se despertaro­n en nosotros muchas cosas y en cambio ahora… ya no están los grandes grupos teatrales, por ejemplo.

–¿Cómosesien­teenelpape­ldeabuela, en la obra y en la vida?

– Me siento bien. Creo que el autor ha tenido mucho cuidado en no hacer una señora encantador­a que trae la paz a la casa, sino a alguien que sabe que tiene la muerte cercana y sabe que hay que hacer eso digerible para los suyos.

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