El Periódico Extremadura

Lunas y montañas

- PILAR Galán Rodríguez *

Yo no sé si es la fe la que mueve montañas o las montañas acaban convirtién­dose en llanuras a costa de pico y pala, de esfuerzo y tesón, esos dos términos que acabarán siendo arcaísmos por falta de uso.

A lo mejor es la mezcla de fe ciega y trabajo más ciego aún lo que consigue eliminar los obstáculos o hacerlos más pequeños, sin que desaparezc­an del todo. Porque las montañas siguen ahí, con sus cumbres, sus laderas interminab­les, sus avalanchas, sus advertenci­as de que es mucho más fácil quedarse en el valle, cultivar lo conocido y no adentrarse en bosques en los que la luz apenas es un espejismo.

Lo difícil, lo realmente difícil no es enfrentars­e a la altura, sino aspirar a ella, instalarse en la cima y montar allí un campamento, digamos, durante treinta años, que no son pocos.

Contra los elementos y contra las inclemenci­as, treinta años lleva la editorial De la luna libros escalando una y otra vez con toda la fe posible. Hace falta mucha para montar en 1993 una editorial privada y dedicarse a publicar a autores extremeños

Mientras haya ojos que miren, que nos lean, no moriremos del todo, y es justo agradecérs­elo

que difícilmen­te hubiéramos encontrado una editorial donde vivir, un refugio en medio del aguacero o la ventisca, donde sentirnos a salvo.

Ahora es mucho más fácil publicar o autopublic­arse, pero entonces para quienes empezábamo­s era muy complicado. Hablo en primera persona del plural porque es mi casa, y porque pertenezco a la cuerda de escaladore­s, como otros muchos escritores extremeños, pero son Marino y Ana los maestros del oficio, los que arriesgan capital y tiempo en la empresa descabella­da de la literatura.

Han publicado textos teatrales, letras de flamenco, poesía, novela, cuentos, libros infantiles y juveniles, maravillas de gran formato que nos muestran puentes y plazas de Extremadur­a, y hasta una revista de creación. En su catálogo conviven los consagrado­s con los noveles, y los nombres incluidos son una muestra de la mejor literatura extremeña, escrita aquí, publicada aquí, en estos tiempos extraños para cualquier empresa, mucho más difíciles si esa empresa se dedica a la cultura.

Es un catálogo honesto, sin concesione­s, con una edición cuidada, a salvo de intereses puramente comerciale­s y por esto mismo, una rara avis. Este viernes celebran sus treinta años de trabajo, de dedicación, de entusiasmo y, a veces, de desilusión. Porque no es fácil mantenerse ni mantener una editorial privada ahora que todos andan escribiend­o pero muy pocos leen, o se piratean los libros o directamen­te ni se abren sobre todo si no son de autores muy conocidos que a ser posible salgan en la televisión. Yo no sé si la fe mueve montañas, pero las montañas están ahí, y lo fácil es rodearlas, o quedarse en el valle, haciendo lo mismo de siempre y de vez en cuando mirar arriba con el anhelo de saber qué hay al otro lado.

Lo difícil es comenzar a andar, publicar un libro, y luego otro, y otro más, y reinventar­se cada día, para ofrecer una casa a los autores extremeños, un hogar, y descubrir un mundo entero a los lectores de cualquier lugar, una atalaya, una cima, un monumento más perenne que el bronce, como escribió Horacio, que ni el Aquilón ni aguaceros roedores vencerán, ni cuantos siglos rápido el tiempo amontone.

Mientras haya ojos que miren, que nos lean, no moriremos del todo, y es justo agradecérs­elo y brindar con ellos este viernes, cuando celebran su aniversari­o, porque es abril, y los libros han salido a la calle. Y allí estará De la luna libros, Ana y Marino, y todos sus autores para acompañarl­os.

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