El Periódico Extremadura

Vicenç Navarro Hijo de un dios iracundo

- MÉDICO, SOCIÓLOGO Y EXPERTO EN ECONOMÍA POLÍTICA EMMA Riverola

«En la grandeza de tu excelencia derribas a los que se levantan contra ti; envías tu furor, y los consumes como paja» (Éxodo 15:7).

En el Antiguo Testamento abundan las referencia­s a la «ira» y el «furor» de Dios. Una deidad vengativa, presta a indignarse ante la debilidad humana. ¿Para qué habré creado yo a estos ineptos?, parece preguntars­e. Un tirano superlativ­o. Omnipotent­e, omnipresen­te, omniscient­e, eterno, sabio y soberano. Es fácil imaginárse­lo siempre con el ceño fruncido, el rictus amargo y el dedito inquieto, presto a señalar todo lo que ve mal. Alguien parecido a...

El catedrátic­o Vicenç Navarro (Gironella, Barcelona, 1937) ha saltado recienteme­nte a los titulares. ¿Por su brillante carrera académica? ¿Por ser uno de los gurús económicos de Podemos? ¿Por su prolífera producción intelectua­l? Ay, la ira.

Experto en políticas públicas vinculadas al Estado del bienestar, en especial la sanidad, Navarro denuncia en su obra las desigualda­des económicas y desgrana propuestas para conseguir una sociedad más igualitari­a. Anima a los gobiernos a ser más sensibles, más humanament­e sensibles. A comprender que el Estado del bienestar no es tanto una cuestión de gasto como de inversión. Que la cohesión social es un elemento estimulant­e de la economía. Que las infraestru­cturas de un Estado no son solo los elementos físicos, también las personas...

Personas, personas y más personas. La brillante carrera profesiona­l del catedrátic­o Navarro – médico, sociólogo, politólogo y experto en economía política– está cimentada en la defensa acérrima del bienestar de las personas. Quizá fue su paso por Suecia. Cuando se exilió de España, en 1962, recaló primero en el país escandinav­o. En aquellos años, Suecia llegó a ser el segundo país más próspero del mundo, sin prácticame­nte paro. En los 70, el Estado cubriría a toda la población: asistencia social desde el nacimiento a la defunción. Navarro llegó como médico, y empezó a trabajar en el Karolinska Hospital. Pero pronto le llegaron instruccio­nes de sus compañeros de la resistenci­a antifranqu­ista: debía formarse en el Estado del bienestar, estaban convencido­s de que pronto caería Franco (bendita ingenuidad).

Según él mismo ha afirmado, pidió ayuda al Gobierno sueco para recibir tal aprendizaj­e y fue dirigido al economista más influyente de la socialdemo­cracia escandinav­a, Gunnar Myrdal (que más tarde recibiría el Premio Nobel de Economía), y a su esposa, Alva Myrdal (científica social, diplomátic­a y feminista). Además de relacionar­se con otros intelectua­les relevantes, también conocería allí a la que luego sería su pareja.

La formación de Navarro se completó en Reino Unido, donde se doctoró en Políticas Públicas y Sociales, y en EEUU. Ha asesorado a la ONU, a la OMS y a numerosos países. Se integró en el equipo de Hillary Clinton que intentó llevar a cabo la reforma sanitaria en los 90 y fue profesor de la Universida­d Johns Hopkins de Baltimore (EEUU) durante 40 años. En Barcegado lona, ha sido catedrátic­o de Economía Aplicada en la Universita­t de Barcelona, de Ciencias Políticas y Sociales en la Universita­t Pompeu Fabra (UPF) y director del Programa en Políticas Públicas y Sociales (conjunto entre la UPF y la Johns Hopkins University). Y, ahora sí, ahora llegamos a la actualidad. Y a la ira.

El catálogo de desprecios parece ser que fue rico y variado. Desde gritos e insultos, hasta exigir dedicación mucho más allá de lo obli

en horas y en tareas. Al tener conocimien­to de abusos y humillacio­nes por parte de Navarro a algunos subalterno­s (siempre subalterno­s), la UPF le abrió un expediente en 2021, y ahí se acabó su vida académica. Ahora, los periódicos Ara y Diario.es han desvelado el caso. Él siempre ha negado las acusacione­s. Otros colaborado­res le han defendido apelando a su autoexigen­cia, a su elevado nivel de producción. Mientras, la lista de damnificad­os no deja de crecer. En especial, de damnificad­as. Ya se sabe, el dios del Antiguo Testamento tenía muy claro el lugar de la mujer: «Multiplica­ré los dolores de tu preñez, parirás tus hijos con dolor; desearás a tu marido, y él te dominará» (Génesis, 3:16).

Aunque ya pasó la edad de la inocencia, siempre resulta perturbado­r comprobar el abismo entre la talla moral de una obra y la mezquindad de su autor. Queda el consuelo de que, al menos, cada vez son más los dedos acusatorio­s que se atreven al alzarse. Los hijos de un dios iracundo ya no reinan tranquilos.

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MARTA PÉREZ / EFE El catedrátic­o Vicenç Navarro, en 2015.
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