El control del zapatófono
Por aquel entonces no existían los móviles, el teléfono estaba en el mueble bar y la televisión en blanco y negro tenía un canal y medio que cerraba emisión a las 12 con la carta de ajuste y el himno de España ondeando la bandera.
Adelantándose a los tiempos, Maxwell Smart utilizaba el `zapatófono', precursor de la telefonía móvil sin la cual parece que no podemos vivir (a saber: el zapatófono era un teléfono celular ubicado en el zapato y con un disco en la suela del talón, cuyos mensajes se autodestruían en cinco segundos, a eso todavía no hemos llegado). ¿Cómo, que no saben quién era Maxwell Smart?
Pues como James Bond pero de barriada, o sea la antítesis de 007. Era el Superagente 86 a quien aparentaba faltarle un hervor por su escaso donaire, torpe aliño, pelín creído y constantes meteduras de pata. Pero el caso es que resolvía, contra todo pronóstico, los peliagudos asuntos que le eran asignados gracias a su buena suerte y a la ayuda inestimable de la agente 99 (que ésta sí que estaba bien) y el desconcierto del Jefe de CONTROL, presunta agencia de espías de los Estados Unidos.
Aunque la serie no duró mucho (138 capítulos) su recuerdo pervive en mi memoria adolescente porque lograba anclarme la atención gracias a un comienzo espectacular: con una sintonía muy lograda el agente 86 iba atravesando puerta tras puerta de distintas maneras enganchándose la nariz en la última que era la de una cabina de teléfonos a la vez ascensor que le bajaba a la sede de CONTROL.
Eran a veces tan secretas sus conversaciones en el parque que, al no funcionarles los sistemas transistorizados, tenían que a hablar a gritos e interrumpiendo las voces disparando con el dedo (otro buen golpe) a unos invisibles espías invisibles enemigos, perfectamente visibles. Esta serie, antítesis de las películas de espías, tenía unos guiones muy elaborados con ese humor absurdo y loco de Mel Brooks que, posteriormente perfecciono con películas como El jovencito Frankestein, donde la sátira, ironía y buen humor alcanzan cotas más allá de la carcajada. Se la recomiendo.