No vale desentenderse
Hay varios ismos que me desagradan, no siempre por lo que se supone que son, sino por lo que llegan a ser. Por ejemplo, a día de hoy me cuesta una barbaridad definirme como feminista si tengo que pertenecer al mismo grupo que algunas mujeres que creen que el hombre es el enemigo a batir y no la igualdad a alcanzar.
Y me pasa especialmente con el animalismo. No creo que en general el ser humano esté diseñado o haya evolucionado para ser cruel o despiadado sin más con los animales, excepto en casos de psicópatas o sádicos. Pero tampoco creo que las personas estén al mismo nivel que los animales; llevo toda la vida conviviendo con ellos, desde erizos, cernícalos, perros y gatos, caballos, gusanos de seda… Jamás se me ocurriría hacer daño gratuitamente a un animal, pero no pretendan que iguale la vida de cualquiera de ellos a la de un humano. Creo que están para acompañarnos, para servirnos, para el disfrute de los sentidos, pero también para alimentarnos o trabajar para nosotros. Desde el momento en el que intervinimos en la Naturaleza y cambiamos determinados ciclos y ritmos ya no podemos desentendernos de ello, y por eso es una falacia creer que dejándola a su cadencia todo se regulará solo. Porque hemos introducido animales en hábitats que no les correspondían, hemos alterado ríos, talado bosques o llevado agua a zonas donde no la había y todo ello ha originado cambios que no pueden deshacerse y que hay que administrar.
La caza, por ejemplo, es una herramienta de control. Quejarse de que los conejos arrasan los cultivos y sube el precio de los alimentos pero negar que se los cace es ridículo, lo mismo que perimetrar un parque y no dejar que se eliminen los animales viejos ni que haya depredadores, con lo que la comida se les acaba y mueren de puro hambre.
Tampoco comparto el ecologismo mal entendido: no limpiar los montes o los cauces de los ríos estaría muy bien si no existieran seres humanos y la Tierra se regulase sola, pero no es así, porque para bien o para mal estamos los seres humanos, y por ahora parece que es para quedarnos.
Así que hay que buscar el equilibrio entre las necesidades del conjunto de habitantes del planeta, lo que conlleva asumir que somos los racionales y que ésa es nuestra tarea, aunque a menudo sea con métodos que no convencen a todos.
No limpiar los montes o los cauces de los ríos estaría muy bien si no existieran seres humanos