Homo politicus
El homo politicus que somos, también conocido como homo sapiens sapiens, sólo lleva viviendo cien o doscientos mil años sobre la tierra y todavía está por ver cuánto tiempo más duraremos. Si vamos dejando esta posibilidad a las nuevas tecnologías, a la inteligencia artificial o al sursuncorda de turno, me temo que la extinción será breve y pronto. Ya tenemos experiencia en esto de aniquilarnos y retroceder en el tiempo; en esto de tirarnos piedras, arrastrarnos de los pelos; en lo del empujoncito institucional y tal…
Los seres humanos hemos ido aniquilando rápida e inexorablemente a los grandes simios nuestros primos hermanos, es decir a las últimas cinco especies que han sobrevivido a la radiación de los driopitecinos, o sea: el gorila, el chimpancé, el bonobo, el siamang y el orangután. Pese a ser menos inteligentes que todos ellos, nuestros primos simios manifestaron mayores habilidades para sobrevivir; habilidades que consistieron en gran parte en evitar a homínidos y humanos.
Los antropólogos han demostrado que el austrolopitecino fue llevado a la extinción por el homo habilis, el cual a su vez fue llevado a la extinción por el hombre de Cro-Magnon, así sucesivamente hasta que el hombre de Neanderthal fue llevado a la desaparición por nuestra especie, el homo sapiens sapiens o politicus.
Vivimos embarcados en un proceso, parece que inevitable, de ocaso diario. Hay quien nos ha llegado a denominar Buda dormido o simio sonámbulo toqueteando las teclas de la globalización. Un juego nada divertido con el que estamos viendo una inminente amenaza para nuestro planeta.
Hay quien califica esta reconversión del homo politicus en homo ludens, hombre juguetón, dale que te dale todo el día a las maquinitas y pantallitas. Los machos cazadores se han pasado al bando de los consejos de administración en las empresas, ya no recolectan, ahora van a eventos a centros comerciales y actos institucionales, a mítines y asambleas, a huelgas, ferias y salseos, a veces también van a alguna guerra y a eso llamado sanfermines. ¡Una fiesta evolutiva de narices! Debe ser el vestigio de aquellos prominentes colmillos de papión que aún muchos conservan fresquito y hasta utilizan en noches de bohemia e ilusión.
Ahora vamos a la caza y captura de un sueldo, un torso bello y tonificado en medio de cazadoras disfrazadas de presas; ahora solo recolectamos likes en una diminuta pantalla alejada de cualquier gran estepa plagada de lobos. En cambio, es ahora cuando más temerosos e indecisos nos mostramos, más acomplejados, más pequeños e ineficaces, sin peligros reales delante de nuestras narices. Sería importante reflexionar sobre ello y no tanto sobre qué parte del cuerpo vamos a retocar mañana.
Es evidente que algo dentro y fuera de nosotros está funcionando de forma incorrecta. Estamos inmersos en un proceso de extinción y/o recalentamiento del ser y estar. Por todas partes parece extenderse un mar de tristeza, aburrimiento y malestar. Al igual que los pantanos, las reservas de cordura, talento y sabiduría se encuentran al límite de su capacidad. ¡No es que haya fuga es que hay ocaso y caída de cerebros; sobreabundancia de homo politicus!
Tras varios intentos de invitar a nuestros representantes a que emprendan la búsqueda de una vez por todas de la piedra filosofal, a una no le queda más remedio que ir a buscarla… por si deciden de aquí al día 28 M extinguirnos a todos, al menos que me pille perdida por algún camino explorando vías de salvación y supervivencia.
Estimados políticos, no hay más Santo Grial que vuestra propia moral; el camino medio, que es el que representa las más elevadas aspiraciones de la humanidad. Vosotros pasaréis con más o menos gloria, pero lo que hay que hacer en el mundo nunca se acaba. Los días para vosotros sí se acaban, dejad de haceros placajes y trampitas al solitario. A veces, nos enfrentamos a dos opciones, ninguna de las cuales es agradable. Aristóteles ya lo sabía.
Ahora vamos a la caza y captura de un sueldo, un torso bello y tonificado en medio de cazadoras disfrazadas de presas