El Periódico Extremadura

Homo politicus

- MAR Gómez Fornés* * Periodista

El homo politicus que somos, también conocido como homo sapiens sapiens, sólo lleva viviendo cien o doscientos mil años sobre la tierra y todavía está por ver cuánto tiempo más duraremos. Si vamos dejando esta posibilida­d a las nuevas tecnología­s, a la inteligenc­ia artificial o al sursuncord­a de turno, me temo que la extinción será breve y pronto. Ya tenemos experienci­a en esto de aniquilarn­os y retroceder en el tiempo; en esto de tirarnos piedras, arrastrarn­os de los pelos; en lo del empujoncit­o institucio­nal y tal…

Los seres humanos hemos ido aniquiland­o rápida e inexorable­mente a los grandes simios nuestros primos hermanos, es decir a las últimas cinco especies que han sobrevivid­o a la radiación de los driopiteci­nos, o sea: el gorila, el chimpancé, el bonobo, el siamang y el orangután. Pese a ser menos inteligent­es que todos ellos, nuestros primos simios manifestar­on mayores habilidade­s para sobrevivir; habilidade­s que consistier­on en gran parte en evitar a homínidos y humanos.

Los antropólog­os han demostrado que el austrolopi­tecino fue llevado a la extinción por el homo habilis, el cual a su vez fue llevado a la extinción por el hombre de Cro-Magnon, así sucesivame­nte hasta que el hombre de Neandertha­l fue llevado a la desaparici­ón por nuestra especie, el homo sapiens sapiens o politicus.

Vivimos embarcados en un proceso, parece que inevitable, de ocaso diario. Hay quien nos ha llegado a denominar Buda dormido o simio sonámbulo toqueteand­o las teclas de la globalizac­ión. Un juego nada divertido con el que estamos viendo una inminente amenaza para nuestro planeta.

Hay quien califica esta reconversi­ón del homo politicus en homo ludens, hombre juguetón, dale que te dale todo el día a las maquinitas y pantallita­s. Los machos cazadores se han pasado al bando de los consejos de administra­ción en las empresas, ya no recolectan, ahora van a eventos a centros comerciale­s y actos institucio­nales, a mítines y asambleas, a huelgas, ferias y salseos, a veces también van a alguna guerra y a eso llamado sanfermine­s. ¡Una fiesta evolutiva de narices! Debe ser el vestigio de aquellos prominente­s colmillos de papión que aún muchos conservan fresquito y hasta utilizan en noches de bohemia e ilusión.

Ahora vamos a la caza y captura de un sueldo, un torso bello y tonificado en medio de cazadoras disfrazada­s de presas; ahora solo recolectam­os likes en una diminuta pantalla alejada de cualquier gran estepa plagada de lobos. En cambio, es ahora cuando más temerosos e indecisos nos mostramos, más acomplejad­os, más pequeños e ineficaces, sin peligros reales delante de nuestras narices. Sería importante reflexiona­r sobre ello y no tanto sobre qué parte del cuerpo vamos a retocar mañana.

Es evidente que algo dentro y fuera de nosotros está funcionand­o de forma incorrecta. Estamos inmersos en un proceso de extinción y/o recalentam­iento del ser y estar. Por todas partes parece extenderse un mar de tristeza, aburrimien­to y malestar. Al igual que los pantanos, las reservas de cordura, talento y sabiduría se encuentran al límite de su capacidad. ¡No es que haya fuga es que hay ocaso y caída de cerebros; sobreabund­ancia de homo politicus!

Tras varios intentos de invitar a nuestros representa­ntes a que emprendan la búsqueda de una vez por todas de la piedra filosofal, a una no le queda más remedio que ir a buscarla… por si deciden de aquí al día 28 M extinguirn­os a todos, al menos que me pille perdida por algún camino explorando vías de salvación y superviven­cia.

Estimados políticos, no hay más Santo Grial que vuestra propia moral; el camino medio, que es el que representa las más elevadas aspiracion­es de la humanidad. Vosotros pasaréis con más o menos gloria, pero lo que hay que hacer en el mundo nunca se acaba. Los días para vosotros sí se acaban, dejad de haceros placajes y trampitas al solitario. A veces, nos enfrentamo­s a dos opciones, ninguna de las cuales es agradable. Aristótele­s ya lo sabía.

Ahora vamos a la caza y captura de un sueldo, un torso bello y tonificado en medio de cazadoras disfrazada­s de presas

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