«En España estamos en la tercera guerra entre festivales de música»
Periodista. Publica `Macrofestivales. El agujero negro de la música'
Los macrofestivales de música popular celebrados en España en 2019 congregaron a 6.606.000 personas y recaudaron 221.143.000 euros, según terminología y datos del Anuario de Estadísticas Culturales del Ministerio de Cultura. Son cifras récord que quizá se batieron en el pospandémico y (¿demasiado?) eufórico 2022, a la espera del mismo informe de ese año. El periodista Nando Cruz analiza la trastienda del rampante fenómeno en Macrofestivales. El agujero negro de la música (Península), ensayo esclarecedor y rebosante de información y argumentos.
– ¿Pueden llegar a condicionar las marcas patrocinadoras la programación de un festival?
– Un festival consolidado no creo que atienda peticiones concretas, aunque me consta que algún intento ha habido. Otro tema es cómo las marcas influyen en mayor o menor medida en el gusto general y en la percepción que tenemos de qué grupos son interesantes. Cualquier tipo de patrocinador, al poner dinero en unos festivales que programan a determinados artistas y no en otros, genera un abismo entre música patrocinable y música no patrocinable. Ejemplo extremo: ¿qué banco estaría dispuesto a patrocinar un festival de trap gitano? Contraejemplo: ¿qué cervecera está encantada de patrocinar un festival en el que aparezcan Love of Lesbian, The Strokes o Manel? Hay grupos que no generan ningún conflicto a una marca y hay artistas y géneros que no encajan. Esto acaba por crear dos divisiones: los grupos que pueden encajar y los que no tienen encaje.
¿Cómo hay que interpretar que el Primavera Sound celebre este año su primera edición en Madrid solo un mes antes del Mad Cool de la multinacional Live Nation?
– – Mi interpretación es que el Primavera Sound quería consolidar un formato de festival de dos semanas en Barcelona y ante la negativa del ayuntamiento, histórica, porque no hay muchos ayuntamientos en España que frenen a los festivales, no le quedó otra que hacer una edición paralela en Madrid. Obviamente tenía que ser una semana antes o una semana después que la de Barcelona, lo cual la ubica un mes antes que el Mad Cool. A nivel de calendario no creo que haya ninguna estrategia. Pero esto es lo que intuyo yo. Aunque el ánimo expansionista del Primavera Sound está más que constatado.
¿Y cómo hay que interpretar que Live Nation organice los conciertos de Beyoncé en Barcelona y Guns N'Roses en Madrid de manera simultánea o casi al Primavera Sound?
– – Cabe añadir las cuatro fechas de Coldplay en Barcelona poco antes del Primavera Sound de la ciudad, también de Live Nation. Es una guerra abierta para ver quién consigue colocar mejor sus fichas cara a hacerse dueño del pastel del ocio musical de grandes dimensiones en este país. El tema de la guerra entre festivales es cíclico. Primero fue entre el FIB y el Doctor Music. Luego fue una guerra a tres bandas: FIB, Summercase y Primavera Sound. Ahora estamos en la tercera. El fallecido José Cadahía, director del Summercase, en plena segunda guerra de festivales, decía que lo que estaba pasando no era nada comparado con lo que estaba por venir, que sería la guerra entre empresas internacionales. Y eso que aún no habían entrado en juego los fondos de inversión [como los que tienen acciones del Primavera Sound y el Sónar]. Ahí estamos.
¿Nos debe escandalizar que el Ayuntamiento de Madrid aúne en una concejalía única Turismo, Cultura y Deporte?
– – Me temo que no es el único. La mayoría de los festivales se conciben a sí mismos como empresas generadoras de turismo y eso convierte la cultura en un producto cuyo objetivo al parecer tiene que ser generar turismo. Este es el discurso que venden la mayoría de los empresarios con un proyecto de festival, ya no en Madrid o Barcelona sino en cualquier ciudad de más de 30.000 habitantes: «Yo te voy a montar un festival y te voy a traer a tanta gente que se va a gastar tanto dinero; así que dame dinero público». Es una perversión del potencial que puede tener la cultura.
Al parecer abundan los ayuntamientos que se consideran exentos de hacer una política cultural tras haber subvencionado un festival.
– – La excusa que pondrán es que han gastado un montón de dinero en cultura. El problema es que lo habrán destinado a un solo evento que dura tres días, olvidando que los años tienen 365. Días atrás hablaba con técnicos de Cultura de municipios de Barcelona y me contaban que el hecho de que haya tantos festivales también les afecta. Muchos grupos están pidiendo cada vez más dinero a las fiestas mayores y se encuentran con que están dedicando un porcentaje elevadísimo del presupuesto cultural del año a pagar a los artistas de la fiesta mayor. Eso es un modelo de política cultural que yo considero devastador. Deja el resto del año convertido en un secarral.
– ¿España, con unos 900, tiene una cantidad exagerada de festivales en comparación con otros países o está en el estándar?
– Más que comparar la cantidad con otros países, hay que justificarla en el propio territorio. ¿España tiene un volumen razonable de festivales teniendo en cuenta las salas de conciertos que hay en el país? No. Tiene un volumen desmedido. Esta es la paradoja de España: un país que nunca ha sido un gran comprador de música y donde nunca ha habido un circuito de salas suficientemente musculado para que los grupos puedan estar girando todo el año, es uno de los países donde más rápidamente ha crecido el circuito de los festivales.
«Más que comparar la cantidad de festivales que se hacen con respecto a otros países, hay que justificarla en el propio territorio»
– ¿De verdad hay grupos españoles para los que se ha diseñado un sonido festivalero?
– Hace más de una década que se habla de bandas de sonido festivalero, y simplemente hice la pregunta a productores [Guille Mostaza y Paco Loco]. Me lo explicaron como lo cuento: grupos que llegan al estudio y dicen: «Queremos tocar en el Sonorama, pero nuestro sonido de garaje no nos sirve, hay que darle volumen». Hay una arquitectura sonora para hacerlo, como hay una arquitectura de todos los sonidos.
«Los ayuntamientos gastan un montón de dinero en un festival y se olvidan de que el año tiene 365 días»