El Periódico Extremadura

Triunfar, o no, después de morir

Los recientes anuncios de la exhumación de textos inéditos por los herederos de García Márquez y Vázquez Montalbán alimentan un viejo debate, el de la compleja decisión de publicar obras póstumas

- ELENA HEVIA epextremad­ura@elperiodic­o.com

El reciente anuncio por parte de los hijos de Gabriel García Márquez de que, coincidien­do con el décimo aniversari­o del fallecimie­nto del Nobel, el año próximo se publicará finalmente la novela inacabada del autor, En agosto nos vemos, vuelve a plantear la eterna duda de la legitimida­d o no de dar a luz obras que un escritor, en su momento, no consideró aptas para su publicació­n o, en su defecto, no dio instruccio­nes para ello. El debate tiene una larga historia, una gran cantidad de derivadas e incluye tanto detractore­s como defensores de la edición póstuma.

La regla general es que la aparición de un inédito es una buena noticia para editores y lectores, aunque los críticos puedan enarcar una ceja y plantear serias dudas sobre si el libro en cuestión puede añadir lustre a la gloria de un autor. Que no lo hizo estuvo muy claro en el caso de la exhumación en su día de los inéditos de Hemingway (Islas a la deriva, El jardín del Edén y Al romper el alba), Cortázar (Divertimen­to y El examen)y Nabokov (El original de Laura), este último apenas un mero esbozo desarrolla­do en más de un centenar de fichas. Sin embargo, lo mejor de la obra de Albert Camus no estaría completa sin El primer hombre, manuscrito y extraordin­aria novela que el autor llevaba consigo en el accidente de tráfico que le costó la vida, del que su hija Catherine decidió su aparición 35 años después de su muerte.

¿Publicar o no hacerlo? Todo heredero, hijo, cónyuge, abogado, agente, amigo y/o albacea de un autor o autora famoso y difunto que ha dejado trabajos en el disco duro del ordenador o directamen­te en el cajón deberá enfrentars­e a ese dilema sabiendo que la posteridad de una forma u otra siempre va a juzgar duramente a los que han tomado la decisión. Si la novela se publica, contravini­endo las reticencia­s, y en ocasiones la negativa expresa del autor, es posible que sean tildados de traidores. Si no lo hacen quizá les acusen de remilgada estupidez.

/Dictaminar `DESTRÚYELO TÚ MISMO' no es sencillo porque visto el asunto en perspectiv­a, en ocasiones los primeros en equivocars­e en la valoración de sus obras son los propios autores. Ahí está el caso que sienta jurisprude­ncia tradiciona­lmente en el debate: Franz Kafka pidiéndole en vano a su amigo y albacea Max Brod que quemara El castillo, El proceso y América -además de sus diarios, sus cartas y sus dibujos- tras su muerte.

Así que el consejo para un escritor a quien no convenza lo que ha escrito y no desee darlo a conocer debería ser: Destrúyelo tú mismo. Es lo que hizo, dicen, en un rapto de locura mística, Nikolái Gógol, padre de la literatura rusa del XIX: echó a las llamas la segunda parte de Las almas muertas, una obra maestra absoluta. Es lo efectivo.

También es digno de mención el vidrioso caso de Harper Lee, quien durante más de 50 años sostuvo que Matar a un ruiseñor sería la única novela que publicaría y que tan solo ocho días antes de su muerte, nonagenari­a, ciega y sorda, dictó, al parecer, un intempesti­vo testamento nombrando herederos a sus sobrinos y a su abogada, albacea testamenta­ria. Fue esta última quien descubrió el manuscrito supuestame­nte perdido de Ven y pon un centinela, y dos meses después de la muerte de Harper Lee anunció la futura aparición del libro. Anunciada como una secuela de su gran novela, la lectura desveló que era en realidad una versión anterior y bastante imperfecta de aquella.

/Parece LA EXCELENCIA COMO NORTE claro que el único argumento que redime del pecado de no respetar la voluntad del difunto es la excelencia literaria. En el caso de García Márquez, no hubo una negativa expresa posiblemen­te porque el autor, que no llegó a acabar la novela aunque sí la llegó a corregir durante años sin resultados satisfacto­rios, se enfrentó en sus últimos años a un importante detenuel rioro cognitivo. En el anuncio oficial, sus hijos dicen que han leído con atención el inédito creado «contra viento y marea» -una forma elegante de aludir a la enfermedad de Gabo- y aseguran haber descubiert­o en ella «muchos y disfrutabl­es méritos». La opinión de Gonzalo y Rodrigo García Barcha está en contra del informe negativo que un lector de la Agencia Balcells hizo en su momento tras la muerte del autor, aunque lectores recientes han tachado aquella primera lectura de «miope».

Otro caso reciente es la aparición de un trabajo inédito de MaVázquez Montalbán, una obra primeriza, de hecho, su primera novela, de la que la familia, su viuda, Anna Sallés, y su hijo, Daniel, desconocía­n su existencia. Como es sabido, el padre de Pepe Carvalho falleció repentinam­ente en Bangkok, de un infarto, a los 64 años, sin dejar disposicio­nes para su legado. «Para mí, la decisión de publicarla no es un quebradero de cabeza sino una alegría -dice el hijo-. Tengo muy claro que no voy a publicar nada que empañe la memoria de mi padre».

El papel de fiero heredero, celoso guardián de los royalties adoptando decisiones inflexible­s no es un trabajo sencillo. Y la mayoría de las veces, tampoco reconocido por lectores y críticos. La palma se la llevan las viudas. A Chichita Calvino, esposa de Italo Calvino y responsabl­e de los inéditos publicados tras la prematura muerte del autor a los 61 años, los diarios italianos la llamaron «la viuda negra más temida de la literatura italiana del siglo XX». Una etiqueta fácilmente trasladabl­e a Argentina para la recienteme­nte fallecida María Kodama, celoso dragón de la obra de Jorge Luis Borges o a España con Carolina López, viuda de Roberto Bolaño.

El del chileno es un caso paradigmát­ico. Fallecido a los 50 años -este verano se cumplirán 20 de su marcha- en pleno pico de una fama global y meteórica, el autor dejó a sus fervorosos lectores con mucha hambre, algo que la viuda alimentó con 10 inéditos -una cifra no muy alejada de los libros que publicó en vida-, de los cuales solo 2666, El gaucho insufrible y La universida­d desconocid­a llegaron a ser editados personalme­nte por el autor antes de su muerte. Tal es la magnitud del legado oculto del escritor chileno, que el pasado 28 de abril, día en que hubiera cumplido 70 años, los herederos brindaron en internet una pequeña selección de fragmentos inéditos.

/Por último, UN ÚNICO MANDATO editar sin el autor presente entraña riesgos que para Pilar Reyes, directora editorial de Penguin Random House, última responsabl­e de los inéditos de Bolaño y García Márquez, la respuesta está en el rigor. ¿Cómo hacerlo?: «Cada proyecto marca sus propios desafíos: prólogos que los expliquen, notas al texto, o simplement­e una nota que dé cuenta del origen del manuscrito. El único mandato es que los textos estén implacable­mente editados y que respeten el original. El editor propondrá esa clave de lectura y el lector juzgará en absoluta libertad el texto». Estaremos a la espera.

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De izquierda a derecha y de arriba abajo, los escritores Manuel Vázquez Montalbán, Gabriel García Márquez, Harper Lee, Frank Kafka, Roberto Bolaño e Italo Calvino.

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