Aparenta ser feliz

«Paraconseguir tener éxito se debe proyectar una imagen de éxito en todo momento». Y: «Aparenta ser feliz». Ambas frases podrían formar parte perfectamente de la campaña interna de marketing de cualquier partido estas elecciones. Las consignas están claras: poner cara de ganador (o ganadora) y sonreír sin parar. Que el ánimo no decaiga en ningún momento.

Pero realmente ambas pertenecen al guión de la película American Beauty. Ambas resumen a la perfección el argumento de esta sátira que desmontaba el modelo de familia perfecta, que ponía el foco en el engaño de las apariencias.

De puertas para afuera, de piel para afuera, hay que aguantar como sea y mantener esa proyección de triunfo. Otra cosa son las entrañas. Es ahí donde está la franqueza, donde emanan los verdaderos sentimientos, donde se dejan ver los temores. Y donde cada cuál muestra su verdadera cara. Es ahí donde se conoce a quien está a tu lado en el día a día.

Como sociedad hemos asumido que la política también es el arte de fingir. Sobre todo cuando quedan pocos días para convencer al ciudadano de que vaya a votar y de que elija tu papeleta. Y hay veces que, inevitablemente, nos dejamos llevar por esas apariencias. Es más fácil. Es más cómodo.

Por eso, partiendo de que asumimos la cuota de hipocresía correspondiente, los aspirantes tienen una misión clara: ir a por todas con la victoria dibujada en el rostro.

Hay algunos que lo tienen más que claro, que incluso rebosan, llegando a emanar soberbia. No hay que pasarse.

Tampoco lo contrario: un ápice de derrota en una mirada puede costar el voto de un indeciso.

¿Que la política debe ser otra cosa? Por supuesto. Ojalá no viviéramos en la cultura de la imagen.

Un ápice de derrota en una mirada puede costar el voto de un indeciso