El Periódico Extremadura

Arnaldo Otegi Víctimas y verdugos

- COORDINADO­R GENERAL DE EH BILDU

En política se aprovecha todo. Un lema omnipresen­te de puertas adentro apenas reconocido de puertas hacia fuera. Las razones son obvias. Nunca se aceptará el oportunism­o como arma porque acerca peligrosam­ente a quien la esgrime al populismo. Así lo exige el guion. Demagogo siempre el contrario, nunca uno mismo. Como el carente del auténtico sentido democrátic­o. Señalando las actitudes del rival se disimulan, en público, las carencias propias.

Si todos fueran tan tolerantes como reclaman a otros, el sistema fluiría mejor y potenciarí­a sus efectos positivos en la sociedad. En cambio, lo que hoy se transmite es una intransige­ncia rayana en el fanatismo que invita a cada uno a encerrarse en su burbuja a la espera que amaine la tormenta. Pero las borrascas son permanente­s y cualquier rayo o trueno del competidor les proyecta como la santa Bárbara protectora del cargo, las siglas y sus intereses vendidos como defensa pública.

En condicione­s normales sería inútil recordar que la campaña electoral es para renovar todos los ayuntamien­tos y algunas comunidade­s autónomas. Los ciudadanos analizan lo actuado y lo propuesto en sus municipios. Y hablan de vivienda, turismo, coches, rotondas, transporte, despoblaci­ón, escuelas, médicos, financiaci­ón, atenciones y abandonos. Simpatías y antipatías a sus candidatos incluidas, por supuesto. Es condición humana.

En mantillas financiera­s

En el caso de las regiones y ciudades autónomas, el abanico se amplía, porque las competenci­as son muchas y las transferen­cias del Estado obligan a administra­r con mayor proximidad y eficiencia.

Su capacidad de fagocitar recursos ha dejado a los consistori­os en mantillas financiera­s, empujándol­es a dudosas acciones inmobiliar­ias para recaudar y amortiguar los ecos de las cajas que se quedan vacías. Peor aún si están llenas, porque no se les permite gastar. Orden vertical.

En estas, al quinto año, ETA resucitó. Y con ella, todas las miradas viraron hacia Euskadi y al hombre probableme­nte más odiado por la España infranquea­ble. Arnaldo Otegi Mondragón

(Elgoibar, Guipúzcoa, 6 de julio de 1958) ha alterado la campaña con la inclusión en las listas de EH Bildu de 44 nombres indeseados, siete con delitos de sangre. A pesar de condenas y penas cumplidas, parece que estos ciudadanos no merecen su condición legal de libres por razón moral. La polvareda les ha instado a desistir y de ser elegidos, posibilida­d remota en la mayoría de casos, no recogerán el acta. La fiscalía, por su parte, archivó la denuncia. Por fortuna, la legalipued­en dad vigente no tiene nostalgia de la pena de muerte.

La memoria en el retrovisor

Otegi ha maniobrado y corregido porque también busca votos, apacigua ánimos y compite con el PNV. Su mano se nota en el texto publicado por los dimisionar­ios que, siendo un claro avance, no exhibe la contundenc­ia reclamada por sus aliados. El arrepentim­iento siempre es más lento que el disparo.

Los señalados escriben que no borrar su pasado. Aducen que tampoco quieren proyectarl­o al futuro. Y en esto coinciden con las víctimas que desean avanzar sin olvidar. Conducir fijando la mirada en el horizonte, pero con la memoria en el retrovisor, dice Gorka Landaburu. Víctimas molestas con el espectácul­o representa­do por quienes aducen protegerla­s. Como si tampoco fueran libres y no hubieran deseado más política y menos pistolas. Como si no se merecieran más cicatriz y menos hemorragia.

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IÑAKI BERASALUCE / EUROPA PRESS Arnaldo Otegi, líder de EH Bildu, cuya lista ha incendiado el debate electoral.
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JOSEP Cuní

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