Vocación, pasión y sentido
Venancio Rodríguez Sanz Zaragoza
Para la cábala, todo sujeto es trascendente en el plano de la materia. El misticismo no está desgajado de lo físico. Es más, el misticismo se hace realidad en la trasformación práctica. Toda espiritualidad que no está anclada en el quehacer diario, produce desequilibrios mentales. ¿Qué caracteriza al buen samaritano? El hacer. No existe espiritualidad estrictamente individual: no existe espiritualidad apartado de la comunidad, esto llevaría al desequilibrio. No hay sicología sin cosmogonía: lo mismo que un vaso, nosotros no tenemos una función intrínseca. El ego no se puede destruir, se debe ampliar. No hay que demonizar al vacío: en un vaso vacío hay espacio. ¿Cómo nos vaciamos? Entregando al otro. El tedio y el aburrimiento no tienen realidad en sí mismos ya que todos nuestros actos son trascendentes. La mente tiene miedo a la realidad. Por eso llena el vacío espiritual con bucles de ideologías, teologías, dogmas, grupos sociales, posesiones… Pero todo eso no nos llena el vacío interior debido a que el vacío es el motor del deseo. Una persona sin deseo es una persona cautiva. La desaparición del miedo nos viene por la aceptación de la realidad o por el conocimiento. Para la cábala, es imprescindible encontrar nuestra función. Esa función físico-espiritual nos avoca a vivir la avoca plenamente. De ahí viene el deseo de llenar el vacío. El sentido de la vida es existir con una función. No cuidamos el instrumento por supervivencia, sino por trascendencia. Si una persona quiere tener buena salud mental, tiene que encontrar el sentido de su vida. Y esto significa encontrar la vocación, la pasión.