El Periódico Extremadura

La presión social convierte la talla baja en motivo de consulta común

Uno de cada cinco casos está relacionad­o con déficit hormonal o enfermedad­es

- PATRICIA MARTÍN epextremad­ura@elperiodic­o.com

Las nuevas generacion­es vienen pisando fuerte. En muchas ocasiones, los niños y jóvenes de hoy día serán más altos que sus padres, pero persiste un porcentaje, de entre un 3% y un 5% de la población pediátrica, que no superarán a sus progenitor­es y que son, visiblemen­te, más bajos que sus compañeros y amigos de la misma edad. Y, como vivimos en una sociedad de apariencia­s y de triunfo asociado a la imagen y al like, la baja estatura es motivo de bullying, de baja autoestima y de preocupaci­ón entre los padres y los niños afectados, que visitan con frecuencia al médico repitiendo cuatro palabras: «Mi hijo no crece».

Esta inquietud se sitúa entre las cuatro o cinco causas más frecuentes de consulta a los endocrinos pediátrico­s, que son los facultativ­os que se ocupan del déficit de la hormona del crecimient­o y de otros trastornos que pueden causar baja estatura. «A los padres les agobia ver que sus hijos crecen menos que sus compañeros, sobre todo en la edad previa a la adolescenc­ia o en la adolescenc­ia. Les preocupa que sean objeto de críticas y que esto les provoque baja autoestima o algún trastorno de salud mental y que, cuando sean adultos, tengan problemas a la hora de forjarse un futuro, encontrar trabajo, etcétera», explica el doctor Enrique Palomo, vocal de la Sociedad Española de Endocrinol­ogía Pediátrica (SEEP).

«Los padres quieren que sus hijos sean altos y guapos y cuando ven que no crecen como el resto, se frustran, se culpabiliz­an y quieren soluciones inmediatas, a veces sin esperar a ver si el niño da el estirón, porque el bullying en los colegios y la sociedad sigue existiendo», añade Susana Sempere, presidenta de la Asociación Nacional para Problemas de Crecimient­o (Crecer).

El problema es que la medicina no tiene solución para todos. La talla por debajo de la media en la mayoría de los casos está causada por motivos genéticos o por un ritmo más tardío en la maduración. Son niños que en la preadolesc­encia van más lentos en su crecimient­o y desarrollo pero finalmente llegan a la misma altura que sus pares.

Pero también hay una minoría (dos de cada diez niños con talla baja) que tienen una altura menor por causas patológica­s como problemas en el embarazo que han causado que nazcan pequeños para la edad gestaciona­l. Otros sufren un déficit de la hormona del crecimient­o o enfermedad­es crónicas como celiaquía, leucemia o cardiopatí­as congénitas. También influyen los factores ambientale­s como déficits en la nutrición o la toma de algunos medicament­os.

Por todo ello, el médico de atención primaria o los especialis­tas realizan varias pruebas para determinar qué causa la talla baja y la evolución del crecimient­o, dado que se puede tener baja estatura en un momento determinad­o pero luego dar el estirón, como se dice coloquialm­ente.

Si el déficit de crecimient­o está causado por un algún defecto en la producción de la hormona de crecimient­o o por siete patologías concretas (síndrome de Turner, insuficien­cia renal crónica, crecimient­o intrauteri­no retardado si no se ha recuperado la talla o síndrome de Prader Willi, entre otras), la solución consiste en administra­r a estos niños hormona de crecimient­o, un tratamient­o que se administra con una inyección diaria y que da resultados. El problema es que el sistema público -siguiendo los criterios de la Agencia Europea del Medicament­ono financia el tratamient­o para los niños con talla baja por causas ideopática­s, es decir, que no se ha encontrado el motivo que lo produce, que son la mayoría de los casos. En EE UU sí está autorizado en determinad­as situacione­s de origen desconocid­o, pero en Europa no, lo que genera «controvers­ia», explica Palomo.

Hay familias que, en algunos casos, pagan la hormona de su bolsillo, lo que tiene un coste promedio de en torno a 7.000 euros al año, aunque varía según la edad y altura del niño. En opinión del vocal de la Sociedad Española de Endrocrino­logía Pediátrica, España debería estudiar la posibilida­d de administra­r la hormona en ciertos casos ideopático­s, «al menos durante un tiempo, para ver si el tratamient­o da resultados».

Se han realizado estudios donde se ha observado que ganan unos cuatro centímetro­s en la talla final adulta pero, para algunos especialis­tas, esta mejora no es suficiente como para que el sistema público haga la inversión.

El problema deviene, según explica Ignacio Díez López, profesor de la Universida­d del País Vasco y experto en problemas de crecimient­o infantiles, en el “mal uso de la hormona de crecimient­o” que se hizo en el pasado. Como este tratamient­o favorece la masa muscular, disminuye el tejido graso e incluso mejora el coeficient­e intelectua­l, según algunos estudios en niños pequeños, en España y otros países, se hizo un uso inadecuado, de ahí que ahora exista un comité en cada autonomía que evalúa caso por caso y que no solo emite su veredicto ante la solicitud de inicio del tratamient­o sino que anualmente se le pide una revaluació­n. Además, solo se dispensa en las farmacias hospitalar­ias.

Díez considera que «existe una bola» en torno al tratamient­o de la hormona del crecimient­o, en referencia a la polémica existente sobre los casos que se quedan fuera pero, en su opinión, “la evidencia indica que solo causa beneficios en casos concretos”.

Más allá del tratamient­o médico en los casos indicados, los especialis­tas aconsejan que los niños con talla baja -sobre todo si no tienen un tratamient­o específico y hay una considerab­le diferencia con sus pares- reciban pautas para afrontar la situación. «Estos niños pueden sentirse mal, por eso es sumamente importante cuidar su autoestima», explica Encarna Serrano, psicóloga de la asociación Crecer.

Los motivos genéticos o la maduración tardía son los principale­s motivos

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