El Periódico Extremadura

Carlos Sainz conquista su cuarto Rally Dakar

El español es el primero que ha sido campeón en esta prueba con cuatro marcas diferentes

- EMILIO PÉREZ DE ROZAS

A menudo, les pasará a muchos de ustedes, hay gente que te suele lanzar ese latiguillo de: «¡Vaya con tu amigo!». Y te lo dicen como si te ofendiesen, sin darse cuenta de que provoca la reacción contraria en ti: estás orgulloso de que sea tu amigo. Carlos Sainz, padre, de 61 años, tiene, curiosamen­te, 10 años menos que yo y, sí, nos hemos visto y perseguido por todos los rincones del mundo. Nadie, nadie, ha corrido en más continente­s, países y rallys que Sainz y, desde luego, muy pocos han despertado la admiración que despierta el piloto madrileño, que ayer volvió a ganar el Dakar, el cuarto, liderando un proyecto revolucion­ario de Audi.

Si hablas con Juanjo Lacalle, el hombre que hipotecó su casa para comprar el primer R-5 para correr; si hablas con Carmelo Ezpeleta, su primer director de equipo y amigo íntimo; si dialogas con Luis Moya, su copiloto de siempre, o casi siempre, verás que todos coinciden en lo mismo: Carlos tiene unas manos prodigiosa­s, un talento único para saber qué necesita y cómo evoluciona­r un coche pero, sobre todo, te dicen que es una máquina, una bestia, que nadie, nadie, se entrena y se prepara con la intensidad que lo hace él.

Y todo, todo, todo, desde la dichosa dieta y estar unos meses sin probar los huevos fritos con jamón hasta las miles de horas de maltrato en el gimnasio, lo hace por cariño, por amor a su deporte, por disfrutar. Papá Sainz es de los que comparte (o al revés, no sé) la

frase mítica de Marc Márquez: «si no sonrío en la moto, si no me lo paso bien, no soy rápido, no gano». Sainz sigue corriendo porque le entusiasma su profesión, porque acepta los retos, ¡porque no sabe vivir sin tener que superar pruebas y más pruebas!

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RESPETO AL DAKAR «Yo creo que los deportista­s aceptamos muy bien esa parte tan dura de nuestra

profesión, la del entrenamie­nto, la de la disciplina, la del sacrificio, la del gimnasio, por duros que sean, esos sacrificio­s los asumes desde siempre», explica Sainz. «Para mí, insisto, aunque muchos no lo crean, esa parte es rutinaria. Yo siempre me entreno, siempre, cada día. Y, además, cuanto más mayor eres, más te tienes que entrenar. Estamos hablando de un rally tan duro como el Dakar. Si tú no respetas al Dakar, el Dakar te deja en ridículo. Y nadie quiere ir a hacer el ridículo a ningún sitio. Es más, si no vas preparado, en el Dakar sufres muchísimo y nadie quiere sufrir en ningún sitio», afirma.

Sainz no se considera ningún héroe, ni siquiera un deportista especial, mucho menos un campeón de los grandes, de los enormes, de los eternos. «Por favor, usted y yo, todo el mundo, sabemos quiénes son los auténticos héroes de la vida, todos los tenemos en nuestras mentes, cada uno puede escoger el suyo. Son todos los que luchan por sobrevivir en un mundo durísimo, muy injusto para cientos de millones de personas».

Y repite: «Yo, desde luego, no soy ningún héroe. Lo que hago, lo hago por diversión, porque me gusta. Soy yo quien decide sufrir, si sufro. Yo, gracias a Dios, soy el mismo que, a los 27 años, me peleaba con los pilotos finlandese­s para intentar ganar el Mil Lagos, de Finlandia. Insisto, no trato de demostrar nada a nadie. Yo, el ego, lo tengo ya muy saciado, colmado. Yo ya he logrado lo que tenía que lograr, ya he salido donde tenía que salir, yo corro para mí».

 ?? EFE ?? Carlos Sainz y Lucas Cruz, su copiloto, celebran el triunfo en el Dakar.
EFE Carlos Sainz y Lucas Cruz, su copiloto, celebran el triunfo en el Dakar.

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