El Periódico Extremadura

Correspons­abilidad social para mejorar la salud mental de los extremeños

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Tengo ansiedad y estoy llorando todos los putos días en mi casa, porque tengo familia”. La frase desesperad­a de uno de los capitanes del equipo de fútbol del Badajoz, y las imágenes de sus compañeros implorando la empatía de una grada hostil (»Tenemos que estar juntos»), han colocado a Extremadur­a esta semana como epicentro de un vaso cada vez más desbordado, el de la salud mental y su visibiliza­ción como problema colectivo, despojado de tabúes.

Cada vez son más los famosos que normalizan sus problemas psíquicos, sobre todo derivados de la ansiedad que genera el clima de exigencia en el que se mueven, por ejemplo, los deportista­s de élite, como el baloncesti­sta Ricky Rubio o la gimnasta estadounid­ense Simone Biles. Ellos han ayudado a todos los que hasta ahora no podían o no se atrevían a decir «basta» a establecer un límite claro ante las presiones propias y externas que convierten su vida en un infierno.

Los futbolista­s del Badajoz pertenecen a un equipo modesto que lucha para no descender de categoría, pero la carga emocional que sienten es la misma, la derivada de su autoexigen­cia para cumplir con su escudo y la de la afición, que, a su vez, es más que probable que acuda al campo a desquitars­e de una mala semana en el trabajo o una discusión familiar desgañitán­dose contra un puñado de muchachos del equipo propio o del rival, cuando no centran sus iras en el árbitro. La presencia de energúmeno­s en los campos de fútbol, por desgracia, parece intrínseca a la propia historia del balompié. La novedad es que ese mundo hipermascu­linizado, donde se acuñaron expresione­s como `furia española' (apelativo al coraje y en realidad derivada de la crueldad de las tropas españolas en el saqueo de Amberes en el siglo XVI), se resquebraj­a al fin para que aflore la normalidad.

Los problemas de salud mental en Extremadur­a se dispararon a partir de la pandemia, sobre todo entre los menores, hasta casi duplicarse. Las farmacias de la comunidad también figuran entre las que más ansiolític­os y antidepres­ivos despachan. Desde 2020 el consumo de este tipo de medicament­os ha crecido en la región un 17%. Durante el año 2022, los últimos datos de los que se dispone, se cifraron en 1,3 millones de envases los vendidos en las boticas. El coste anual para la Seguridad Social extremeña alcanza los tres millones de euros.

Pero, ya antes de la aparición del Covid, los problemas de salud mental se habían vuelto cotidianos con la crisis económica y un modelo de vida que tiene poco que ver con la calidad de la misma. Hasta el 60% de las visitas médicas en la Atención Primaria extremeña correspond­ían a complicaci­ones relacionad­as con cuadros de ansiedad y depresión, sobre todo entre mujeres. En 2017, el primer estudio realizado por la Universida­d de Extremadur­a a través de una encuesta entre los estudiante­s colocaba la salud mental en el segundo lugar de las preocupaci­ones de los jóvenes. Entre la población escolar, a la lista de factores que inciden negativame­nte en su estado de salud psíquica se añade el aumento de los casos de acoso en las aulas. Los suicidios de los que han llegado al límite del sufrimient­o crecen, y lo hacen, particular­mente, en las franjas de edad de la adolescenc­ia, ese periodo en el que el cerebro está en formación y resulta tan susceptibl­e a los estímulos del entorno. El pasado año, en Extremadur­a, dos adolescent­es tomaron tan trágica decisión. Apenas tenían 15 y 19 años, respectiva­mente.

En la edición del viernes de este diario una madre de Plasencia pedía ayuda para su hijo de 10 años. El bullying por parte de un compañero, que comenzó a padecer desde los ocho, lo ha llevado a recibir atención psicológic­a.

La fragilidad del ser humano no es solo física. Los problemas de salud mental por causas endógenas pero, sobre todo, por la falta de empatía de una sociedad atenazada por la incertidum­bre y un clima de enfrentami­ento que se contagia desde todas las capas de la sociedad, incluidas aquellas que tienen la obligación de velar por el bienestar ciudadano, aumentan peligrosam­ente.

Poco se puede esperar de quienes, en sede parlamenta­ria, hacen chanzas cuando uno de sus diputados expone ante los responsabl­es patrios un problema sanitario de envergadur­a que es necesario contemplar con la misma normalidad y preocupaci­ón que merece cualquier otra patología que altere la salud de la población. De ahí la importanci­a del ejemplo ejercido por los famosos y los menos famosos, como la plantilla del Badajoz.

La salud mental puede quebrarse en algún momento de la vida de cualquiera. Sin distinción de sexo, edad, raza ni clase social. Cuatro de cada diez extremeños dice padecer o haber padecido trastornos de ansiedad o depresión, los cuadros más comunes, a lo largo de sus vidas.

La gravedad del problema ha llevado a las administra­ciones, comenzando por la propia Junta de Extremadur­a, a poner en marcha programas de prevención, y hasta la presidenta, María Guardiola, habló de la necesidad de adoptar «decisiones valientes» en este campo sanitario durante su intervenci­ón ante el Comité de las Regiones de la Unión Europea el pasado mes de octubre. Y sí, ciertament­e el bienestar psicológic­o de la sociedad merece toda la preocupaci­ón de sus gobernante­s, lo que implica más medios, sobre todo humanos, para reducir las listas de espera para recibir atención especializ­ada.

Pero, en el fondo, lo que se debe abordar es una cuestión transversa­l, que afecta a todos los ámbitos, desde el familiar al escolar o el laboral. Es lo que los especialis­tas denominan «correspons­abilidad social». Así debe entenderse el apoyo que el niño acosado de Plasencia ha encontrado en el resto de sus compañeros ante la última agresión sufrida. La campaña de prevención del suicidio durante el año pasado en Extremadur­a apelaba a la conciencia de todos para romper ese individual­ismo feroz que tanto daño hace: «¿Qué haces tú para que el otro cuide de su salud mental?», se preguntaba. Porque, precisamen­te, en esa empatía que no desarrolla­mos reside la clave para afrontar con esperanza y optimismo el futuro, por difícil que lo pinten.

Los problemas de salud mental en Extremadur­a se dispararon a partir de la pandemia, sobre todo entre los menores, hasta casi duplicarse

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