El Periódico Extremadura

Esperar sentado...

- RAMÓN Gómez Pesado*

Cuando camino, calle abajo, por la avenida Virgen de Guadalupe de la capital cacereña hacia la estatua de Hernán Cortés a caballo, y paso por el colegio de las Carmelitas, me es bastante difícil abstraerme y evitar pensar que, en todo el espacio exento que ocupa el inmenso patio del colegio, podría levantarse un gran edificio de comercio para Cáceres que pretendió, en su momento, la empresa de El Corte Inglés. Parece ser que hubo un político en el Ayuntamien­to, del que apenas si llego a recordar su nombre, que se empeñó en que la Gran Empresa no pudiera montar su negocio en Cáceres. No sé si aquel político tendría poderosas razones para oponerse a esa gran apertura del comercio en nuestra ciudad, pero supongo que debió tenerlas, porque el hecho de negarse o remar a favor de un proyecto así, repercute muy negativa o muy positivame­nte en el desarrollo de un pueblo.

Alguien dijo que un gobernante solo puede hacer pobre a un país rico y rico a un país pobre. Todavía recuerdo por los años ochenta cuando se trazaba la autovía Madrid-Badajoz, que los políticos que entonces gobernaban en Extremadur­a y que coincidían en el mismo signo político con los que gobernaban, entonces, desde Moncloa, tuvieron la poca vergüenza de, al llegar a la altura de la ciudad de Trujillo, dejar a un lado a Cáceres en el trazado hacia Badajoz. De esta manera, Cáceres se quedó aislada junto a Plasencia.

Mucho más tarde, cuando, por fin, se unieron éstas dos últimas a Madrid por la autovía, el mismo Rodríguez Ibarra reconoció públicamen­te que esa autovía llegaba con casi veinte

Durante un buen tiempo se ha estado mareando la perdiz, haciéndono­s creer que el Gran Buda se asentaría en Arropez

años de retraso. Saben bien los políticos del aguante férreo de los extremeños y de nuestra gran capacidad de resilienci­a de la que somos capaces, si se nos aprieta un poco. Somos también un ejemplo de nuestra capacidad de espera con la llegada de la Alta Velocidad a nuestra región. Esperando a la electrific­ación de las vías, aguantando retrasos de todo tipo, que más de una vez han sacado a los viajeros campo a través para cambiar de carromato y poder llegar a sus destinos, ahora nos dicen que, en el tramo electrific­ado tan esperado, la velocidad de nuestro AVE no llega a los 200 kilómetros por hora.

Ahora sí que podemos usar esa pregunta con interrogac­ión acusada, que usan tanto los jóvenes cuando oyen algo que les parece increíble y entonan entonces ese “¿perdona?”, como no dando crédito a lo que están viendo u oyendo. Como tampoco, creo yo, es para dar demasiado crédito al asunto de la llegada del Gran Buda a Cáceres. Durante un buen tiempo han estado mareando la perdiz, haciéndono­s creer que el Gran Buda llegaría a nuestra ciudad y se asentaría en el monte Arropez de la capital cacereña.

Pero enseguida bastaron unas cuantas cigüeñas y un puñado de milanos para que la ubicación del dios budista no pudiera ocupar su plaza en el monte cacereño. La Fundación Lumbini comenzaba a barajar otras opciones de otros países para la ubicación del gran templo budista, el mayor y mejor de todo Occidente. Afortunada­mente el nuevo equipo del gobierno municipal parece haber llegado a un acuerdo con la Fundación para no renunciar a la llegada de Buda a Cáceres.

Ahora, su nueva futura ubicación sería la llanura entre el Cerro de los Romanos y la Mina San Salvador. Mientras tanto, los cacereños esperaremo­s a que su asentamien­to, algún día, pueda hacerse realidad. Hasta entonces, el dios Buda, más inteligent­e e incluso paciente que todos nosotros, seguirá esperando sentado.

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