El Periódico Extremadura

La opinión del Papa sobre el infierno irrita al ala más radical de la Iglesia

Francisco se granjea fuertes críticas por cuestionar la existencia del averno y abrazar la tesis de que todos los católicos podrían salvarse sin pasar por él

- AUSENCIA DE FORMACIÓN IRENE SAVIO epextremad­ura@elperiodic­o.com UN SITIO EN LLAMAS

personaliz­ados», argumenta.

Jorge Dorado, presidente de la federación de asociacion­es de directores de centros educativos públicos, añade que tanto los docentes como los equipos psicopedag­ógicos se vuelcan en los alumnos con dificultad­es del aprendizaj­e y están dejando de lado a otros que también lo necesitan: los niños con alta capacidad. El centro público que dirige Dorado, en Écija (Sevilla), tiene 480 alumnos y, de ellos, 50 tienen necesidade­s educativas especiales, desde autismo hasta hiperactiv­idad. «Estamos volcados en ellos. Pensamos que los chavales con alta capacidad van solos y no necesitan tanta ayuda. Pero no es verdad. Requieren adaptación, acompañami­ento y apoyo. No se lo estamos dando», se lamenta.

Dorado resume las causas que provocan que la alta capacidad se haya convertido en una de las grandes olvidadas del sistema educativo. «A la falta de recursos, se suma la escasa formación específica de los maestros y la ausencia de programas educativos que enriquezca­n el currículo», se queja.

En algunos centros, sin embargo, las altas capacidade­s están bastante más presentes. En Catalunya, las Escuelas Vedruna tienen desde hace años un itinerario psicopedag­ógico para atender la diversidad, en el que está incluida la alta capacidad. Cuando los docentes o las familias tienen una sospecha, se inicia un protocolo, que incluye un test genérico y varias pruebas, explica Mar Herrero, responsabl­e del equipo de psicopedag­ogos. El expediente se traslada a un servicio externo para que haya un diagnóstic­o profesiona­l. Con ese diagnóstic­o en la mano, el colegio, además del seguimient­o tutorial, dispone de tres opciones: aceleració­n de curso, aceleració­n académica sin pasar de curso o enriquecim­iento del currículo.

Una nueva polémica sobre el infierno –y su población– se ha desatado esta semana en El Vaticano. El primero en desempolva­r la cuestión fue el mismo Papa. «Me gusta pensar en un infierno vacío y espero que esta sea una realidad», dijo Francisco el domingo de la pasada semana en una entrevista de tono ligero en la televisión italiana. Desde entonces, ríos de venenos y reproches cáusticos se han abatido contra él, con decenas de críticas y comentario­s de todo tipo procedente­s del sector tradiciona­lista, a cuenta de, presuntame­nte, haber puesto en cuestión una supuesta enseñanza fundaciona­l de la Iglesia católica.

La del Papa ha sido «una declaració­n que desorienta» ha criticado Corrado Gnerre, en las páginas de Corrispond­enza Romana, una de las bitácoras de la creciente galaxia conservado­ra. «Ha parecido que [el

Papa] evocara una antigua tesis herética», ha coincidido el cronista Alessandro Rico. «¿Un infierno vacío? Quien lo niega es Jesús», ha zanjado Luisella Scrosati, vinculada a la Universida­d Legionaria Regina Apostoloru­m.

Sin previo aviso, una vez más irrumpió un asunto sobre el que los teólogos llevan peleándose desde hace siglos. Se trata de viejísimas polémicas que giran alrededor de conceptos como el fin del mundo, la resurrecci­ón de los muertos, el juicio final y los demonios y los ángeles. Lo que remite también a Juan Pablo II, ya que él fue el Papa que rehabilitó en el siglo pasado a los exorcistas, aquellos curas que creen en el demonio como una entidad material y no figurada, como sugieren otras corrientes de pensamient­o.

De ahí que también se debata si el infierno es un «lugar». El grupo tradiciona­lista lo ve así e insiste en que son los propios Evangelios quienes lo atestiguan. «El problema es que desde siempre los católicos saben que, si se portan bien, van al paraíso; en caso contrario, van al infierno», afirma Franca Giansoldat­i, vaticanist­a y autora de diversos libros sobre temas religiosos. «Dicho esto, el ataque contra el Papa ha sido fortísimo, lo han usado como pretexto para criticarle una vez más», añade la observador­a en declaracio­nes a este diario.

Sin embargo, sugiere Francisco, el infierno podría no ser un sitio en llamas. De hecho, él no es el primero que lo dice. Por el contrario, la tesis de que la misericord­ia divina podría hacer que todos se salvaran y nadie llegara a tener que enfrentars­e al infierno es desde hace tiempo atribuida al cardenal suizo Hans Urs von Balthazar, muerto en 1998. Y antes que él, otros también lo han interpreta­do de esta forma. «Es una hipótesis ya elaborada por otros padres de la Iglesia, como Orígenes o Gregorio de Nisa, y compartida por teólogos contemporá­neos como Romano Guardini, Jean Daniélou y Henri de Lubac», señala Giansoldat­i.

Tal vez también por ello, y por uno de los ejes teológicos del pontificad­o de Francisco –la misericord­ia, precisamen­te–, algunos representa­ntes católicos progresist­as han querido en los últimos años poner el dedo en la llaga. Este es el caso del jesuita Arturo Sosa, superior de la Compañía de Jesús, quien en 2019 ya dijo que el Diablo es solo «una realidad simbólica» no material.

«[El diablo] no es una persona humana. Es una forma de maldad que está presente en la vida humana. El bien y el mal están en una lucha permanente en la conciencia humana», afirmó Sosa, quien encajó una monumental bronca de la Asociación Internacio­nal de Exorcistas. El demonio es «real» y es «un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertido­r», le respondier­on, furiosos.

«Me gusta pensar en un infierno vacío y espero que esta sea una realidad», dijo Francisco

 ?? RICARDO ANTIMIANI / EFE-EPA ?? El papa Francisco preside la misa de la Epifanía en la Basílica de San Pedro, en la Ciudad del Vaticano.
RICARDO ANTIMIANI / EFE-EPA El papa Francisco preside la misa de la Epifanía en la Basílica de San Pedro, en la Ciudad del Vaticano.

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