Verdad de Sánchez, realidad de Junts
El presidente del Gobierno ha hablado de verdad y realidad. No en sentido filosófico, desde luego, aunque lo que dijo podría considerarse una máxima, un aforismo, casi un axioma. Ha sido un pensamiento político: «La única verdad es la realidad», afirmó en la entrevista en el diario El País el 14 de enero. No fue un pensamiento aislado, irreflexivo, dicho en passant. Según uno de los periodistas que le entrevistaron, Carlos E. Cué, el presidente lo dijo «varias veces en la entrevista para explicar sus pactos con Junts como la única forma posible de gobernar». (El periodista Cué debería cuidar lo que dice fuera del periódico, llámese Twitter, X, Instagram o lo que sea: ¿o acaso no sabe que incluso los artículos de Juan Luis Cebrián ya no aparecen en la edición impresa del periódico, solo en la digital, discretamente cancelados?)
La verdad es que el presidente Sánchez se lo ha puesto fácil a quienes, corrigiendo a los entrevistadores (el propio Cué y la directora de El País, Pepa Bueno), habrían escrito «para justificar sus pactos con Junts» en lugar de «para explicar sus pactos con Junts». Basten tres ejemplos. Del liberalismo económico, el periodista Antonio Casado, que cita a Aristóteles y le recuerda al presidente que «Maquiavelo, Bismarck o el general Perón ya constataron en sus días las ventajas de acogerse a esa sentencia (`La verdad es la realidad')». Del monarquismo, el que fuera durante un año director de El Mundo y hoy columnista de Abc, Pedro G. Cuartango, que endosa al presidente «el principio de la negación del antecedente, que consiste en que la verdad de la premisa no garantiza la verdad de la conclusión» y aporta ejemplos: el presidente «dice que es imposible gobernar sin asumir la pluralidad, como si eso le obligara a ceder a Junts la inmigración, o afirma que los independentistas colaboran con la gobernación del país, cuando es lo contrario, o asegura que Junts reconoce que los pactos están integrados en la Constitución, lo que jamás ha hecho». Y, por último, y del humanismo cristiano, el filósofo Gabriel Albiac, que opina que alguien debió sugerirle al presidente «una fórmula de resonancia hegeliana (`La única verdad es la realidad') que le otorga un corpus teórico sobre el cual asentar ese despotismo blando que sin él quedaba muy muy poco elegante». Demasiado fácil, hay que reconocerlo. Pero la verdad es, también, que la entrevista no se hizo solo para que el presidente Sánchez pudiera «explicar sus pactos con Junts», sino para denunciar el «abrumador dominio mediático de la derecha», que no dice la verdad por su enajenación de la realidad, cuando la realidad es la que es.
La realidad es que Pedro Sánchez es presidente del Gobierno. La realidad es que es presidente gracias a Junts (no solo), el cual le garantizó únicamente la investidura. La realidad es que Junts, a cambio, pide imposibles constitucionales, económicos, jurídicos y hasta morales, una vez que Sánchez ya es presidente del Gobierno, tal como anhelaba (anhelar: «ansiar o desear vehementemente», dice el DRAE), y los pide para que el presidente pueda seguir siendo presidente. La realidad es que esos imposibles que Junts pide, precisamente por imposibles, pueden ser posibles, ya que son creaciones humanas y, como tales, susceptibles de ser modificadas o incluso revertidas. La realidad es que el presidente Sánchez admite que hay que acceder a todo lo que Junts pida porque esa es «la única forma posible de gobernar». La realidad, en fin, es que Sánchez fue investido presidente del Gobierno por Junts y no podría continuar siendo presidente sin Junts.
Dada esa realidad de la que Sánchez depende, es razonable que la única verdad para él sea la realidad de Junts.