Critican falta de respeto a los médicos de familia en el test MIR
Una pregunta hace responsable al profesional de la falta de recursos
«Médico de 50 años que con frecuencia acumula retraso de 2 horas en la consulta, creando algún conflicto, aunque es el que tiene menor cupo de pacientes. Empieza su jornada laboral antes de la hora para planificar y adelantar su trabajo, pero siempre es el último en salir. Explica: `No soporto dejar algo a medias, soy muy perfeccionista, tengo muchas cosas que hacer además de las visitas (burocracia, papeleos) y no tengo tiempo para nada más. No sé cómo lo hacen mis compañeros que tienen familia, aficiones... Yo no tengo tiempo ni para ir al gimnasio. Los fines de semana me quedo en casa, descansando. No tengo vida social'. A la exploración se aprecia una preocupación por los detalles, el orden y las normas, una incapacidad para discernir lo que es urgente y prioritario de lo que no lo es, una conducta inflexible y una incapacidad para delegar. ¿Cuál de las siguientes sería la orientación diagnóstica?»
Esta pregunta es la número 84 de una de las cuatro versiones del examen MIR que el Ministerio de Sanidad publicó este domingo 21. Para resolverla, las 13.990 médicas y médicos que optan a las 8.772 plazas ofertadas tenían cuatro posibilidades: trastorno esquizoide de la personalidad, trastorno narcisista de la personalidad, trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad o trastorno de la personalidad no especificado. Las sociedades de médicos y médicas de Atención Primaria lo encuentran, cuanto menos, «desafortunada», por entender que responsabiliza al médico de la falta de recursos, al tiempo que desincentiva al futuro residente para escoger Medicina de Familia como opción.
Por ejemplo, la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen) ha transmitido su malestar al considerar esta pregunta, en la que «se responsabiliza al médico de uno de los problemas que aquejan al Sistema Sanitario Español», como un «hecho una lamentable falta de respeto hacia los profesionales». La sociedad científica la considera «muy desacertada» por suponer «un desprecio absoluto a las reivindicaciones de los profesionales para mejorar su situación laboral y, por ende, la calidad del sistema sanitario público».