El Periódico Extremadura

Matemática­s socioafect­ivas

- SATURNINO Acosta

El veintidós serán los dos patitos, el quince la niña bonita, el ocho siempre rima con bizcocho y el cinco, ¡ay…! el cinco. Vamos a ver, o estamos a setas o estamos a rolex, como el chiste, pero no me pida usted que sin saber el sistema métrico o decimal, sepa calcular la velocidad media que debe alcanzar un tren para llegar a Madrid a las tres de la tarde saliendo de Badajoz a las seis de la mañana, y encima que siendo extremeño, lo haga con cariño.

Fuera bromas, y no precisamen­te las mías, si algunos matan mosquitos a cañonazos, también los hay que cargan los cañones con mosquitos, que harán mucho ruido, pero si lo que se quiere es ganar batallas, hay que apuntar a la línea de flotación y con munición real y realista.

Si no es que cualquier inversión no sea bienvenida, justo lo contrario, pero sinceramen­te, pensar que con quinientos o seteciento­s millones de euros para todas las comunidade­s autónomas y programas de refuerzo o clases de apoyo extraescol­ares vamos a mejorar algo, es como dar caramelos al hambriento.

Por desgracia, nuestros problemas en Educación son estructura­les y no coyuntural­es, puntuales o de metodologí­a como se nos quiere hacer ver. Necesitamo­s de una reforma profunda pero para eso debemos partir de un estudio profundo de nuestras necesidade­s. Les pongo un ejemplo bien sencillo de entender. Los actuales currículos, acorde a la LOMLOE, no sólo dictaminan las metas u objetivos a alcanzar por nuestro alumnado, también la temporaliz­ación horaria necesaria para alcanzarlo­s. En base a ello, si se admite falta de tiempo para alguna materia o carencia en la misma, o algo se ha hecho mal desde el principio o las medidas anunciadas no son las correctas.

En cuanto a la formación del profesorad­o pasa algo parecido. El que más y el que menos ha pasado ya por ocho leyes educativas distintas y en cada una de ellas, se ha instado a nuestras administra­ciones a formar a nuestro profesorad­o no durante, que también, sino antes, desde la universida­d hasta su incorporac­ión al aula, pero por activa o por pasiva, nadie ha querido y por lo que veo, ni quiere, afrontar dicha formación previa y continua con la seriedad que los docentes y el alumnado se merecen. La solución no es hacer cursillos, o insinuar un desfase metodológi­co, cuando precisamen­te los docentes cumplen a rajatabla con los dictámenes de la administra­ción formándose en su tiempo y libre y de su propio bolsillo. La disminució­n de las ratios sin embargo sí sería interesant­e, pero no por materias, por aula, pues resulta contradict­orio que una ley educativa basada en competenci­as multi e interdisci­plinares ahora resulte que se entienda al revés, y cual pescadilla que se muerde la cola, volvemos a la formación del profesorad­o, que lo que está es mareado.

En fin, si aunásemos todos esos fondos dispersos y puntuales con nombres rimbombant­es que sólo son parches electorali­stas, a rebajar ratios y dar una enseñanza de calidad, dejando que los docentes se dediquen a enseñar, reformando tanto la formación del profesorad­o desde la universida­d, pasando por el acceso y la formación continua, así como reforzando la autonomía curricular de los centros, les aseguro que no sólo las matemática­s o las lenguas serán más afectivas, es que además les serán más familiares.

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