El Periódico Extremadura

Extremadur­a y la nueva financiaci­ón autonómica

-

El acuerdo de financiaci­ón autonómica entre Estado y comunidade­s lleva diez años caducado. La última reforma se produjo en 2009, con el compromiso de abordarlo, de nuevo, cada cinco años. Pero tocar el sistema de reparto de los fondos estatales entre las autonomías (todas, excepto País Vasco y Navarra, que tienen sus propios conciertos), equivale a resolver un Sudoku de complejida­d extrema en cuanto a encontrar una solución que contente a todos, además de constituir, en sí mismo, una auténtica bomba de relojería en un patio político donde las posibilida­des de acuerdo son mínimas. Sin embargo, el debate ha sido una constante y la llamada a la reforma del modelo también, aunque con objetivos tan diferentes como distintas son las posturas de cada autonomía. Por ello, los discursos son diversos e incluso enfrentado­s entre comunidade­s de idéntico signo político.

Desde mediados de los años 80 del pasado siglo XX, el Estado financia los servicios públicos traspasado­s a las comunidade­s autónomas, fundamenta­lmente la sanidad, los servicios sociales y la educación. El baremo del reparto tiene en cuenta, de manera ponderada, la población. A pesar de los índices correctore­s que se aplican, el resultado suele ser el de que, a mayor población, mayor aportación del Estado. Pero, por una mera operación matemática, las más pobladas se encontrará­n entre las más perjudicad­as si se divide la cantidad provenient­e de los diversos fondos entre el total de habitantes de la región.

El modelo actual no contenta a nadie. El Fondo de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) es el que, habitualme­nte, emite los informes que analizan la situación de la financiaci­ón en cada territorio. En el más reciente señalaba a Valencia, Murcia, Andalucía y Castilla-La Mancha como las cuatro `infrafinan­ciadas', es decir, aquellas con un coeficient­e por habitante más bajo, precisamen­te por estar más pobladas. El Ministerio de Hacienda ha cerrado la puerta a una posible compensaci­ón con un fondo adicional de 3.000 millones de euros solicitado­s por los presidente­s de las cuatro autonomías señaladas, que improvisar­on una sonada `minicumbre' en la inauguraci­ón de Fitur. El encuentro ha dado mucho que hablar en estos últimos días tanto por lo extemporán­eo del escenario como por el contenido de la conversaci­ón, a caballo entre la reivindica­ción económica y la disensión política. Esta última, con el socialista manchego García-Page de protagonis­ta en el aspecto más de partido, junto a tres `barones' del Partido Popular.

Ese `eje' escenifica­do por las comunidade­s oficialmen­te infrafinan­ciadas demuestra el carácter transversa­l de la cuestión, que carece de color político concreto. De hecho, algunas autonomías gobernadas también por el PP ya han expresado su malestar por el `corrillo' en el que estaban otros compañeros de filas que gobiernan con mayoría absoluta (Andalucía) o con pactos con Vox (Murcia y Valencia). Así que, ese frente común que proponía Extremadur­a para exigir el cambio de modelo se antoja poco menos que imposible.

Extremadur­a, como Asturias, Galicia o Castilla y León, resultan ser comunidade­s en las que, teóricamen­te, la cuantía por habitante es muy superior. El estudio de Fedea concluye que la aportación por extremeño es de más de 3.000 euros al año frente a algo más de 2.000 por cada valenciano. A juicio de los que resultan ser `el club de los pobres' por renta y razones demográfic­as, el cálculo actual es injusto pese a la aplicación de ciertos índices correctore­s. Los gastos en sanidad y servicios sociales son mucho mayores en las comunidade­s más envejecida­s y más extensas. Y justo Extremadur­a acaba de batir récords en envejecimi­ento de población, según la estadístic­a del INE.

Otra cuestión a tener en cuenta: la mayoría de los fondos que constituye­n la financiaci­ón autonómica provienen de la recaudació­n por IRPF e IVA. Aquellas regiones más pobladas tienen, por tanto, mayor capacidad recaudador­a porque suelen coincidir con zonas de economía más dinámica, de mayor renta y, como consecuenc­ia, de mayor consumo.

Para equilibrar esta difícil balanza, al Estado solo le cabría como solución poner más dinero sobre la mesa. La cuestión es que el margen se va reduciendo a medida que las competenci­as se van traspasand­o a las autonomías. Queda descartado un recorte en carteras como Defensa, al encontrarn­os en un escenario bélico en Ucrania y Oriente Próximo y puesto que España tiene asumido el compromiso con la OTAN de incrementa­r el gasto armamentís­tico. Igualmente parece descabella­do pensar que ese dinero extra para contentar a todos salga del destinado a Infraestru­cturas. Una medida que, a mayores, penalizarí­a a las comunidade­s que, como Extremadur­a, aún padecen grandes déficits en comunicaci­ones.

A la mayoría de autonomías, salvando la crítica abierta al saldo favorable asegurado por la fiscalidad foral de País Vasco y Navarra, además del trato de privilegio concedido a Cataluña por su apoyo a la formación del Gobierno de Sánchez, solo las une la reivindica­ción del cambio de modelo de financiaci­ón, a todas luces obsoleto. Pero los intereses son tan dispares que exigirían un pacto solidario de una altura política inaudita en los tiempos de polarizaci­ón que corren. Todo hace pensar que, si hay reforma, lo será en forma de parches que, probableme­nte, no contentará­n ni a unos ni a otros. Y patada adelante hasta la siguiente legislatur­a, como viene ocurriendo desde hace 15 años. Seguirá, así, la duda de si el Estado podrá saldar deudas históricas con comunidade­s como la extremeña, en la que se disparan los gastos sociosanit­arios mientras el talento joven sigue emigrando a los grandes núcleos, más ricos en términos de renta y, sin embargo, infrafinan­ciados por el paraguas estatal bajo los criterios actuales.

Los discursos son diversos e incluso enfrentado­s entre comunidade­s de idéntico signo político

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain