Las hijas de la Guapa
La otra noche estuve viendo, «arrecío» como una aguanieve, el ensayo de las costaleras del Paso de Palio de la Virgen del Patrocinio y hay que ver cómo cargaban las Hijas de la Guapa, con qué sangre, sudor y lágrimas preparan el reparto de Fe, tradición, cultura y esperanza con el que las mujeres de La Cena iluminan las calles de Mérida presintiendo, con su esfuerzo, que algo grande va a ocurrir el Domingo de Ramos. Siento una «levantá» a pulso en mi alma cuando las veo subir al cielo ese Paso majestuoso y delicado, ojalá fuera capaz de poner voz a los sentimientos para expresarles el orgullo de ser de su estirpe, linaje de una Hermandad que echó a procesionar antes de ayer como quien dice pero que lo hace con un garbo de siglos, con un rachear tan propio y característico, con un corazón todas a una. Ser costalera ni se busca ni se sueña ni se desea, ser costalera se ejerce. O se carga o no se carga, pero no se conforma una con mirar porque así, mirando, no te das cuenta de la hondura a la que puede llegar el costal, de cómo se puede llegar a la felicidad por la trabajadera; la cuadrilla, como la existencia humana, es algo tan frágil y expuesto a tales peligros que no se puede querer sin temblar. Pero debajo del Paso no hay temblores ni temores sino recuerdos a ese amor que habías descuidado, a esa madre que se te fue, a esa persona que te había traicionado; debajo del Paso hay acciones de gracias, peticiones de perdón y solicitudes de ayuda, porque si una flaquea se resiente toda la trabajadera y muchas veces, demasiadas, la resistencia de una cuadrilla, como las cadenas, se mide por el eslabón más débil. Ése por quién doblan las campanas de San José; aunque mejor que nunca pidas a alguien que pregunte por quién doblan las campanas: están doblando por ti. Debajo del Paso notas la mirada amorosa de la Virgen del Patrocinio, el abrazo de una Madre que da paz en el alma y, entonces, cargas el paso… Como cuando la arena te quema los pies, pero no te importa porque sabes que corres hacia el mar. Y sueñas, está bien soñar, duermes y sueñas que la estación de penitencia es bella, pero despiertas y adviertes que la procesión es deber, compromiso, responsabilidad. Eso, y mucho, mucho, más, sentí viendo el ensayo de las costaleras de la Virgen, henchido el corazón de ser de la Cofradía de las Hijas de la Guapa.