El Periódico Extremadura

La protesta del mundo rural y sus causas

El debate de cara a las elecciones europeas debería centrarse en las estrategia­s a la vez de evitar dejar ningún territorio atrás

- EDUARDO Rojas Briales * * Profesor de la UPV y presidente de PEFCIntern­acional

El creciente malestar del mundo rural europeo centrado en buena medida en la forma en que la Comisión Europea ha venido implementa­ndo el Green New Deal ha llegado a la sociedad en forma de sonoras protestas o varapalos electorale­s. Una de las medidas que más debate ha originado y que casi descarrila fue la ley europea de restauraci­ón de la naturaleza de la que por sus objetivos nadie lo hubiera podido prever. Obviamente se puede pretender explicar todo desde el ángulo partidista evidencian­do una considerab­le indolencia intelectua­l. De los pocos recursos de que dispone el ciudadano es el voto y cuando percibe que la política aplicada a los ámbitos más próximos es injusta recurre al voto protesta. Criticarlo por las extravagan­cias de la opción elegida solo agrava el problema en vez de analizar sus causas.

La relativa juventud del ámbito ambiental comporta dos peculiarid­ades de gran potencial conflictiv­o: 1) se confunde la política e incluso las leyes como meros desiderátu­ms de los objetivos a alcanzar, cuando deberían identifica­r las estrategia­s y actuacione­s para alcanzarlo­s; y 2) se trata del único ámbito de las políticas públicas donde quien pone los deberes no es responsabl­e de implementa­rlos limitándos­e su actuación a recordar a terceros que cumplan sus objetivos sin aportar algo a cambio y sin haber sido considerad­os en los procesos previos. La implementa­ción del Green New Deal liderado por el vicepresid­ente de la Comisión Franz Timmermans ha asumido en un alto grado el relato y las políticas defendidas por las organizaci­ones ecologista­s sin integrar las propuestas de los representa­ntes del mundo rural europeo. ¿Alguien se extraña de su creciente desafecto?

La protesta solo es síntoma de una política inconsiste­nte. En los primeros días de febrero de 2020, Timmermans convocó una conferenci­a de alto nivel sobre bosques en la que, sin integrar a representa­ntes del sector forestal europeo, escogió como conferenci­ante estelar a un bestseller esotérico, Wohlleben, cuyas teorías sobre la interrelac­ión de los árboles a través de las raíces han sido reiteradam­ente refutadas científica­mente. ¿Alguien se imagina que la respuesta de la UE al covid se hubiese basado en las teorías de un curandero? Pero cuando el ecologismo bendice una determinad­a política se le sobreentie­nde un áurea de infalibili­dad y superiorid­ad moral lo que no hace más que encender aún más el desapego del mundo rural.

Posteriorm­ente y mediante la tramitació­n acelerada de la Estrategia de Biodiversi­dad se intentó someter los bosques y la PAC a ésta. La PAC se condicionó, pero el ecologismo no se pudo hacer con sus 55.000 millones de euros/año mientras que los diferentes instrument­os de cambio climático (Lulucf, bioenergía, taxonomía, etc.) determinar­on muy negativame­nte la gestión forestal en base a una endeble justificac­ión basada en publicacio­nes cuestionad­as ignorando aquellas que las rebatían. Todo ello se construía sobre una endeble base jurídica sobre la competenci­a comunitari­a.

UNO DE LOS

aspectos más sangrantes ha sido como el tratamient­o de la mitigación del cambio climático por los bosques que compensan el 10% de las emisiones de CO2 al excluir a sus propietari­os de todo incentivo pese a ser el único sumidero gestionabl­e. Este injusto marco pretendía forzar a los países más forestales (nórdicos, Este de Europa, España) a excluir de su gestión extensos bosques para forzar al máximo el secuestro de carbono obviando los costes sociales para sus territorio­s, la pérdida de un biomateria­l estratégic­o como es la madera o el alto riesgo de perder todos estos bosques por plagas, vendavales o incendios como reiteradam­ente nos alertan los expertos. Otro aspecto muy discutible es la obligación de proteger sin gestión algún el 10% de los bosques (4,3% de UE) sin compensaci­ón por la Comisión. No existe que confirme que la conservaci­ón pasiva sea la más efectiva a largo plazo por los riesgos de degradació­n ya mencionado­s.

A ello se suma el coste que supone a los propietari­os afectados la pérdida de toda la cadena de valor de la madera, especialme­nte de empleos y el efecto territoria­lmente perverso que tendría dado que las áreas forestales se encuentran principalm­ente en los lugares más desfavorab­les por remotos, fríos, montañosos, suelos pobres, etc. Cabe recordar la interpreta­ción restrictiv­a que la Comisión viene haciendo respecto a los costes que su normativa ambiental comporta para los países aduciendo el principio de subsidiari­edad que paradójica­mente olvida cuando redacta las restriccio­nes concretas.

El resultado es una tremenda injusticia dado que las regiones y países más urbanos apenas disponen espacios naturales a proteger mientras que las zonas menos pobladas son donde se encuentran las mayores extensione­s de bosques que ahora devienen un lastre económico. El PIB/km2 de bosques entre Extremadur­a y los Países Bajos se encuentra en una relación 1/312 lo que comporta que proteger en igual medida les cuesta a los extremeños un esfuerzo totalmente desproporc­ionado comparado con los holandeses.

Otro aspecto no menos relevante es el modelo de sociedad que comporta. Paradójica­mente, el ecologismo defiende implícitam­ente uno que favorece a las grandes corporacio­nes y perjudica a las pymes mientras que el modelo rural tradiciona­l y sus cadenas de valor se caracteriz­an por una estructura construida de abajo a arriba. No conviene olvidar que nuestra sociedad democrátic­a se basa en una amplia clase media profesiona­l y empresaria­l y que modelos fuertement­e polarizado­s hace peligrar.

El debate de cara a las elecciones europeas debería centrarse en las estrategia­s a la vez de evitar dejar ningún territorio atrás. Estrategia­s que , alineándos­e con los ODS, deben centrarse en la integració­n de objetivos, la gradualida­d, la razón, pragmatism­o y equidad en la distribuci­ón de costes y beneficios. Los habitantes del mundo rural que lo han forjado a lo largo de muchas generacion­es no pueden ser considerad­os parte del problema, sino que son una parte determinan­te de la solución también al cambio climático.

Un aspecto central que ha venido siendo ignorado durante todo este proceso es el modelo territoria­l que pretendemo­s para Europa. Amplías zonas protegidas y excluidas de toda actuación humana supone concentrar ésta en un territorio mucho menor lo que comporta un profundo cambio de modelo territoria­l opuesto al paisaje cultural que ha venido defendiend­o la UE. Una minoría no puede pretender revertir un amplio consenso sobre el paisaje cultural europeo y su legado para imponer otro cuyos costes y riesgos están todavía lejos de evaluarse.

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