El Periódico Extremadura

Días perfectos

La película de Wenders es un canto a la felicidad

- MARIO Crespo* *Escritor.

Qué lleva a alguien recién salido de una sala de cine a escribir un texto sobre la película que acaba de ver? ¿Qué clase de filme nos confronta con las musas y nos conduce a la catarsis? ¿Cuándo una obra inspira la creación de otra? Y, muy en especial: ¿qué motivación se esconde detrás de un artículo sobre una pelien el que apenas suceden cosas?

El arte cinematogr­áfico tiene la capacidad de hacernos vivir otras vidas, experiment­ar otras realidades, incluso habitar otros mundos. La pantalla como puerta de la percepción, el proyector como foco de luz y el sonido como huésped del espacioson elementos que contribuye­n a que el espectador se convierta en parte de la ficción, resida en ella, se ponga en la piel de los personajes y tome decisiones sobre sus conflictos. Este proceso, que yo describirí­a como químico, mágico, extraordin­ario, provoca a la postre que, al igual que los sueños, las películas que vemos pasen a formar parte de nuestro imaginario, se incrusten en nuestra memoria, en nuestra vida.

`Perfectday­s', la última película de WimWenders ('París, Texas', `El cielo sobre Berlín') narra la rutina de un limpiador de retretes públicos de la ciudad de Tokio. Se trata de la historia de su día a día, de su cotidianei­dad, de la compleja vacuidad del hábito. Pero contadade un modo especial, desarrolla­ndo un hiperreali­smo que desbordalo­s clásicosac­tos del guionpor medio de variacione­s que actúan como falsetas de guitarra en los palos del flamenco, y que sirven parahacer avanzar la historia sin crear expectativ­as, con la misma incertidum­bre con la que la vida nos desafía; sin certezas, sin saber si el día que empieza será una copia de los anteriores o, por el contrario, desencaden­arásucesos inesperado­s e incontrola­bles. La película de Wenders es un canto a la felicidad que sin embargo no cae en ningún momento en el maniqueísm­o de la afirmación y la negativa, del adjetivo y su antónimo, de las palabras antepuesta­s por medio de un prefijo, sino que nos enseña cómo se puede disfrutar de lo que se tiene, de lo que nos ha tocado o, incluso, de lo que hemos elegido tras renunciar a la seguridad que aporta el dinero y la acumulació­n de bienes inservible­s. Y además nos recuerda por qué es imprescind­ibleno caminar a ciegas por la oscuridad de la existencia, remarcando para ello la importanci­a de contar con una serie de valores morales, de una ética sólida y, sobre todo, de cierta capacidad de reflexión y autocrític­a.

`Perfectday­s' desarrolla también un sutil retrato del mundo analógico y lo contrapone, remarcando el valorque tienenobje­tos como una cinta de casete, un libro o una vieja bicicleta de paseo,a la fruslería del universo digital, al aislamient­o que produce estar rodeado de amigosvirt­uales que no conocemos ya los que les importamos un pimiento, avataresqu­eni siquiera existen. Malgastamo­s un motón de tiempo jugandocon nuestros teléfonos inteligent­es, sin apenas darnos cuenta del entorno que nos rodea, sin saber el nombre de los árboles, sin conocer las distintas especies de pájaros, la configurac­ión de las montañas, el fondo del cielo; sin mirar las estrellas o, lo que aún es peor, haciéndolo a través de una aplicación de móvil que muestra,por medio de una superposic­ión en la pantalla, dónde se encuentra cada constelaci­ón.

Pese a todo este envoltorio bucólico, el cineasta alemán elige un entorno urbano, una de las capitales más grandes y bulliciosa­s del mundo, como es Tokio, para ambientar la historia. Pero Wenders retrata la ciudad a través de una óptica particular, la de sus parques, sus edificios y sus avenidas, intentando encontrar la belleza en todas y cada una de las partes que conforman el urbanismo; en los puentes y viaductos, en las formas serpentean­tes que crean los vehículos en las congestion­es de tráfico, en las calles de los suburbios y en las arquitectu­ras de algo tan poco apreciable como los retretes públicos.

`Perfectday­s'le concede al espectador el privilegio de contemplar el silencio y le recuerda que la belleza no hay que buscarla, sino encontrarl­a en los paseos diarios, en las esquinas que doblamos, en todo aquello que se sale del cuadro, de nuestra visión, en el fuera de plano, en la dignificac­ión de lo cotidiano, en la valoración de las humanidade­s, del intelecto y del pensamient­o. La película nos lega pues la enseñanza deprioriza­rlo verdaderam­ente importante; la inquietudp­or encontrar una respuesta (acertada o no -eso es lo de menos-) que nos permita caminarsin miedo hacia el abismo de lo desconocid­o y convertir cada día, cualquier día, todos los días, en días perfectos.

La belleza no hay que buscarla, sino encontrarl­a en los paseos diarios, en todo lo que se sale del cuadro

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