Los 25 años de Bola en el López
Antonio Hernández cumple un cuarto de siglo subiéndose a cantar
Antonio Hernández `Bola' aún recuerda cuál fue la primera frase que cantó sobre las tablas del López de Ayala. «Llegan Los Coplillas con una copa de fino en las manos, una guitarra y un sombrero cordobés». Tenía 21 años y vivía aún en casa de sus padres. «No se me va a olvidar nunca, la primera vez siempre es la mejor».
De ese momento han pasado 25 años. 25 disfraces y 25 proyectos carnavaleros en los que este murguero ha puesto todo el alma y el arte que tiene. ¿Cómo se consigue llegar al cuarto de siglo en el Carnaval? «Teniendo una familia estupenda». Poco después de empezar en el Carnaval conoció a Pilar, su mujer. Después llegaron sus hijas. «Paula, Pilar y María son la base de todo».
A pesar de lo redondo de la fecha, Bola confiesa que estuvo a punto de no cumplirlos. «Este año necesitaba descansar. No respiraba, lo dejé. Lo dije en la murga y respetaron mi decisión, pero cuando llegué a casa y se lo conté a mi mujer, se echó a reír. Al decírselo a mis hijas, se pusieron las tres a llorar. Al verlas a lágrima viva no me quedó otra que volver al local y decir `señores, aquí está el tío. No me puedo ir'. Tiene pinta de que me quedan 25 más».
Su historial murguero está formado por tres nombres. Su debut fue con Los Coplillas. Después, Los Auténticos Coplillas y Los Mirinda, grupo del que es miembro desde hace dos décadas.
Rebusca en el historial de su memoria para quedarse con un recuerdo y no es capaz de elegir. Selecciona dos: la primera vez que salió a las tablas «con mi amigo Miguel Ángel Montesinos» y su primera final con Los Mirinda, en el año 2014, «cuando íbamos de paritorio y nacieron mis gemelas
en la vida real». El personaje de ese año, la parturienta doña Remedios, es su favorito de todos los que ha representado.
Este año pinta bien. «Con mucho respeto hemos presentado a
estas beatas que yo creo que han gustado», aunque se confiesa poco concursero. «Mi primer premio es que la gente se divierta. Yo vengo aquí porque escucho a la gente reírse y me da vida».