Patio de colegio
spaña ha obtenido sus peores resultados en el informe PISA desde que este empezó a publicarse en el año 2000, aunque, paradójicamente, ha quedado más cerca que nunca del proEmedio
de los países de la OCDE y de la UE ante el batacazo global que se ha dado la educación a consecuencia de la pandemia. Me imagino que en estos malos resultados educativos tendrán mucho que ver también las dinámicas adquiridas en un mundo cada vez más idiotizado con las pantallas, con una sobreexposición continua a estímulos que dañan a la propia capacidad de concentración del ser humano, sobre todo en sus etapas infantiles y juveniles, algo de lo que alertan frecuentemente los expertos en el funcionamiento del cerebro.
Ante este panorama nada alentador, lo peor de todo es que quien tiene que aportar las soluciones a los problemas ya detectados y evaluados es una clase política que no es capaz de ponerse de acuerdo absolutamente en nada y que se comporta más como niños a la gresca en el patio de un colegio que como los propios responsables del buen funcionamiento de la educación de un país, de la mejor herramienta para labrar su futuro. Las palabras consenso y diálogo en política, al menos en España, han perdido todo su valor a fuerza de ser manoseadas y prostituidas por unos políticos que solo demuestran mirar por el interés partidario de cada una de sus organizaciones y que llegan a hacer guerra política de algo tan simple como usar la mascarilla en los centros sanitarios en medio de un pico de enfermedades respiratorias que ha podido colapsar los hospitales, todo ello después de una pandemia que ha dejado los sistemas sanitarios agotados y tiritando.
En este `modus operandi' todo es susceptible de ser utilizado como arma arrojadiza, como munición de polarización, desgaste y derribo, como una trinchera infinita de desencuentro y eso, cuando de lo que se trata es de temas tan vitales y esenciales como la sanidad o la educación, es difícil de ser comprendido por una ciudadanía que no deja de ver a una clase política incapaz de entenderse y dar soluciones como un gran problema en sí mismo. En esta deriva, infantil y al mismo tiempo perversa, no es de extrañar que, tras el último informe PISA, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, plantee un plan de refuerzo en matemáticas y comprensión lectora para los alumnos españoles y el jefe de la oposición, el popular Alberto Núñez Feijóo, le responda con el absoluto despropósito de tratar de imponer una prueba de acceso a la universidad común a las comunidades autónomas gobernadas por el PP.
El tocino tiene tan poco que ver con la velocidad como Génova 13 con el exámen de la EBAU y creo que alguien que aspira a gobernar un país eso al menos debería tenerlo claro, sobre todo cuando, además, su discurso se basa en lanzar el mensaje de que España se rompe por decisiones que no igualan a los españoles y que tienen que ver más con a quien da su voto cada territorio.
Ocho leyes de educación en 40 años de democracia todo el mundo reconoce que supone el fracaso colectivo de un país incapaz de ponerse de acuerdo en lo que es esencial para educar a niños y jóvenes, en lo que es vital para su devenir.
En esta incapacidad perpetua de una clase política que no termina de ver la importancia de consensuar en materia educativa, hace tiempo, mucho tiempo, que se sabe que el acceso al porno de niños y adolescentes a través del teléfono móvil, no solo está maleducando afectiva y sexualmente, sino que genera una violencia que puede llevar a que los menores vean como una mera conducta sexual, y no como un delito de la peor calaña, una violación en grupo.
Nuestros políticos deberían ser capaces de ponerse de acuerdo para regular esto sin demasiada difícultad, así como para consensuar el uso de móvil en colegios e institutos.
El Gobierno ya ha anunciado para este año una nueva ley integral que bloqueará el acceso al contenido pornográfico de menores de edad y ha mostrado esta semana su deseo de dar una respuesta común y coordinada con las comunidades autónomas para un uso cero del móvil en Infantil y Primaria y para limitarlo a actividades pedagógicas cuando el docente así lo considere en ESO, Bachillerato y Formación Profesional.
No debería ser muy complicado ponerse de acuerdo sobre cuestiones que son de mero sentido común, pero parece ser que ni por esas. Cuando el patio del colegio está revuelto, siempre hay niños que no dejan de joder con la pelota.H