La devoción sonríe a San Blas
Congrega a centenares de cacereños junto a la parroquia y reparte las 6.000 roscas de anís entre los feligreses Una degustación, actuaciones de folk y el Jarramplas completan las actividades
La mañana más hermosa es la del tres de febrero, con su sol resplandeciente y el bello azul del cielo. Esta estrofa de la copla que venera a San Blas volvió a resonar este sábado en la romería que se celebra en su honor cada año en el barrio homónimo. Esta festividad destaca por su larga tradición, dado que, según manifestó el párroco Antonio Pariente «data del siglo XVI». La celebración llenó la plaza, así como los alrededores del barrio, ya que según el propio sacerdote, el buen tiempo y la mayor publicidad que se le ha dado a la festividad favoreció que la afluencia fuera notoria que en años anteriores. «Hay gente que a lo mejor no viene mucho a misa pero este día se acercan por su devoción a San Blas, a la romería, a sus roscas, actuaciones folclóricas y cordones», recoge Blanca Pariente, participante en la organización y hermana del párroco.
La jornada estuvo envuelta en una gran tradición. La feligresa Leandra Garro destacó que vive la celebración con «mucha emoción» mientras que, su compañera de mesa, Isabel Simón, resaltó el arraigo «por la herencia de sus abuelos». Tradición que no tendría sentido sin las afamadas roscas de anís, sobre las que Isabel Simón bromeó por la rapidez de la venta. «Se están vendiendo como roscas».
Tal fue el interés este año que las 6.300 roscas que se pusieron a la venta prácticamente se agotaron a lo largo de la jornada. No es de extrañar porque el reclamo de los dulces provocó largas colas. En esa hilera se encontraba, Gregorio Mojedano, cacereño que se desplazó del Nuevo Cáceres hasta la explanada. En la misma situación se encontraban Eulogio Bonilla y Paqui Ruiz, que enfatizaron que no solo venían por los dulces, sino «para ver el ambiente, la tradición y los bailes». La previsión que manejan es que se recaude una cantidad similar a la del pasado año, 8.000 euros. Estos fondos se reparten entre el coste del mantenimiento de la parroquia y asociaciones benéficas.
Otra de las costumbres simbólicas de la fiesta se encuentra en los cordones bendecidos para poner fin a los males de garganta, que son gran devoción para los feligreses. Y es que, muchos los adquieren para continuar con la tradición que le inculcaron sus padres, expresó la cacereña María José Perianes. «Tengo muchos en casa», manifestó la
feligresa Antonia Galán en los bancos del interior de la ermita.
Además señaló la importancia de la fiesta para mantener la identidad de la ciudad. Una opinión que secunda su marido, Jacinto Duarte, que hace 58 años fue monaguillo en lo que antes era una ermita. «Esta festividad viene des
de hace muchos años aunque ha evolucionado mucho por el estado de la parroquia y sus accesos», destacó .
Pero lo que no ha cambiado, es la pasión por el traje tradicional extremeño que Nieves Arribas muestra. «Llevo el típico traje de Torrejoncillo con el pañuelo del
gajo», una herencia que Arribas traslada a su sobrina Clara Ojalvo. «Me gusta vestirme con mi tía por disfrutar de la tradición», expuso. La vestimenta tradicional acompañó al folclore de los grupos Trébol, El Redoble y Mansaborá, que ofrecieron actuaciones para todos los asistntes a lo largo de la jorna
da junto a la ermita.
Del mismo modo, a mediodía repartieron platos de prueba para los asistentes y un desfile con el traje típico de Jarramplas recorrió la avenida desde el edificio Valhondo para encandilar a los amantes de las tradiciones cacereñas.