El Periódico Extremadura

«Si estás siempre en el centro, te pierdes cosas»

- ACTOR NOMINADO A UN GAUDÍ Y UN GOYA Navarro ENTREVISTA­DO POR... NÚRIA

Hay películas que, zas, tocan un resorte universal. Es el caso de Creatura, la película de Elena Martín Gimeno que se zambulle en el despertar sexual femenino. Tras coronarse como Mejor Película Europea en Cannes, parte con 15 nominacion­es a los Gaudí (esta noche) y cuatro a los Goya (el próximo sábado) En ambos está nominado a mejor actor de reparto Àlex Brendemühl (Barcelona, 1972), un intérprete que borda a los tipos turbios, defiende con solvencia la comedia y se atreve con la zarzuela.

– ¿Por qué hace lo que hace?

– Tengo una gran curiosidad por conocer la naturaleza humana y saber cómo funciona el mundo. Me matriculé en Periodismo, que me permitía entrar en universos a los que no tenía acceso, explorar qué era ser otro. Lo dejé, pero ese es el punto de contacto con la interpreta­ción.

– No es un planteamie­nto egocéntric­o.

– Siempre he mantenido un perfil bajo, que me ha permitido ser el vecino de al lado. Pero en 30 años de carrera he tenido suficiente­s muestras de reconocimi­ento. Y, más importante, he tenido trabajo y de calidad, cuando hay gente buenísima que ha acabado dedicándos­e a otra cosa. Hay que saber sobrevivir en esta jungla, controland­o tu exposición.

– Una tarea de equilibris­ta.

– Tengo compañeros que buscan expandirse y ocupar el espacio. Me fascinan, porque me gusta el show business, pero solo como observador. Si estás siempre en el centro, te pierdes cosas.

– `Creatura', ahora, está en el centro.

– ¡No había entrado nunca en la quiniela de los Goya! En Akelarre, de Pablo Agüero, nominaron a todos menos a mí, y eso que me curré mucho el personaje.

– ¿Qué diría que ha pasado?

– Probableme­nte, la gente ha empatizado con el padre que interpreto. Muchos me han dicho: «Me has hecho ver cosas que me pasan y no sabía cómo expresar».

– Usted, padre de tres, tiene dos hijas.

– Cuando leí el guion, reconocí cosas que me habían pasado: el vínculo fuerte con una hija, la incomodida­d que provoca su sexualidad, la necesidad de protegerla y la constataci­ón de cagarla. También yo he experiment­ado el pudor de hablar de la intimidad.

– Y pensar que su fuerte es dar vida a psicópatas y asesinos...

– La mirada fría, el silencio y la contención me han abierto muchas puertas, pero si se tropieza con algún amigo de la escuela le contará que era un cachondo. Donde más aprendí fue haciendo animacione­s, llamando la atención en una convención de médicos, por ejemplo. Hay una vocación constante de romper con la imagen que doy.

La imagen de alemán, que en parte es.

– Fui al Colegio Alemán y a la Comunidad Evangélica Alemana. Tuve una formación de gueto alemán, pero quise subvertir lo que se esperaba de mí. Creo que se nota en mi sentido del humor, que tiene trazas de síndrome del impostor. El tema es no darse mucha importanci­a, huir de la solemnidad.

– ¿También a la hora de elegir trabajos?

– Cada vez que me llega un proyecto o voy a escribir algo, me pregunto: «¿El mundo necesita esto?». Si la respuesta es no, no lo hago.

¿Encaja bien la frustració­n?

– Siempre he podido ganarme la vida con esto, pero tienes que aprender a vivir en la incertidum­bre. Hace un par de meses el teléfono no sonaba demasiado, empecé a llamar a mis representa­ntes en Madrid, París y Berlín y llegó la noticia de la nominación a los Goya. Diría que el secreto está en la sobriedad.

– En este entorno mutante, ¿se hace mejor cine?

– Hay un elemento perturbado­r: el exceso de oferta. A las pelis no se les da tiempo para ver si funcionan. De salida, tienen que tener algo que haga que las cifras sean estimables. Eso hace que se estandaric­e la visión del espectador, que espera formatos reconocibl­es. Para evitar la presión, se debería subvencion­ar un tipo de cine más arriesgado.

– Estos días tendrá cerca al ministro de Cultura, Ernest Urtasun. Aproveche.

– Le oí decir que pensaba aumentar las ayudas, pero yo espero que lo haga en las disciplina­s que lo tienen más difícil, como la danza, que es una gran olvidada. Se debe apoyar el arte que no está bajo el foco cegador del show business. Y hacer más sexi la cultura en las escuelas. Leer el Lazarillo está bien, pero también El guardián entre el centeno.

¿Con quién se inició usted?

– Con Hermann Hesse. Tuve el privilegio de que mis padres tenían una buena biblioteca.

– ¿Pondrá en la propia el Gaudí o el Goya, si caen?

– Hay sitio junto a los gaudís por Historias para no contar, de Cesc Gay, y por Las dos vidas de Andrés Rabadán, de Ventura Durall.

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JORDI OTIX

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