La mujer a la que esperan los gatos de Mérida para comer
Es la cuidadora de los felinos de la calle Holguín y del Palacio de Justicia de la ciudad
Los gatos que viven en la casa abandonada de la calle Holguín, en Mérida, esperan todos los días sobre las 07.45 horas en la acera (justo al lado del templo romano del Foro Provincial) a que Rosi les eche de comer y de beber. Saben que es el lugar en el que podrán saciar su hambre. Ella disfruta viendo cómo se alimenta la familia de felinos que tiene apadrinada. Los animales guardan impacientes su llegada a diario. «El ayuntamiento tuvo que derribar hace unas semanas parte del edificio por culpa de las lluvias, ya que el tejado del inmueble suponía un grave peligro para la ciudadanía. El día de la demolición hablé con los albañiles para que cuando tapiaran la vivienda le hicieran un pequeño agujero al lado de la puerta y así los mininos podrían seguir refugiándose en el inmueble. No me pusieron ningún problema», manifiesta Rosi a El Periódico Extremadura.
Rosi empezó hace varios años a alimentar a los gatos que se encuentran en la colonia del Palacio de Justicia y desde alrededor de tres meses también los de la calle Holguín. «Voy siempre muy temprano en mi patinete eléctrico y les llevo pienso y agua en una garrafa. Una amiga me dijo
que al mudarse de esta zona de la ciudad ya no podía seguir ocupándose de ellos, así que decidí encargarme de los animales», asegura con una amplia sonrisa. Los viandantes observan con admiración la estampa de Rosi rodeada de gatos. «Lo hago porque me encantan los animales», señala la cuidadora.
En la capital extremeña hay identificadas diferentes colonias de felinos callejeros que sobreviven gracias a la colaboración de perso
nas como Rosi y otras muchas más, que de forma desinteresada les dan de comer y de beber, los cuidan cuando están enfermos y se molestan por su bienestar. «Al principio comencé comprando un saco de pienso de diez kilos y actualmente necesito cuatro, lo que supone un desembolso de más de 50 euros al mes. A esto debemos sumarle los gastos del veterinario cuando algún felino se pone malo. No estaría mal recibir una ayuda por parte
del consistorio emeritense para hacer frente a los pagos», destaca.
Los gatos callejeros se han convertido en parte de la familia de Rosi y de numerosos ciudadanos, que de paso, contribuyen a mantener a raya a los ratones que deambulan por la capital autonómica. «Llevar varias colonias es muy caro, pero admito que una vez que te involucras no puedes dejarlo», finaliza orgullosa demostrando su infinito amor por sus pequeños amigos.