El pensamiento volátil es tendencia
La nueva acrobacia de Sánchez para salvar la ley de Amnistía, esa medida supuestamente pensada en favor de la convivencia y que divide a los españoles como nada hasta ahora los había dividido, consiste en restringir los plazos de investigación de las causas penales abiertas. Para intentar satisfacer a Puigdemont se calcula que habrá que examinar entre 350.000 y 400.000 causas. Y a ver el resultado de ello. Todo es poco con tal de que el independentismo no se enfade y pueda seguir poniendo la democracia y el estado de Derecho patas arriba gracias a una desdichada carambola electoral. Tampoco resulta asombroso la reforma para acortar unos plazos que curiosamente el propio Sánchez amplió por considerar que amparaban la impunidad de los delincuentes. Estamos ya acostumbrados a que el presidente del Gobierno cambie de opinión y pase del blanco al negro como el que se ata los cordones de los zapatos.
No es el único. La volatilidad del pensamiento marca tendencia. Ahí tienen el ejemplo del fiscal del Tribunal Supremo que en 72 horas, un fin de semana, tras una visita al fiscal general, se retractó de cinco indicios de terrorismo contra el expresident de la Generalitat. Según él, después de un estudio exhaustivo de los hechos. Álvaro Redondo se tomó, además, las molestias de exculpar una y otra vez a García Ortiz, quien a su vez se encargó de asegurar que no había influido en el drástico cambio de criterio de su colega del Supremo.
La opinión mayoritaria en la Junta de fiscales de este alto tribunal no coincide, sin embargo, con la de Redondo. Sí con la de hace 72 horas, pero no con la del segundo informe. Once de los quince fiscales del Supremo creen que se debe investigar a Puigdemont por terrorismo, como cabecilla de Tsunami Democràtic, y al diputado de ERC Rubén Wagensberg. El Gobierno ya ha advertido que no tienen la última palabra. Es una guerra, se combate en todos los frentes.