Cuando el amor está en una partitura
Nacieron el mismo año: 1961, y el destino, con toda probabilidad, había dejado escrito que se unieran para siempre. Lo hicieron profesional y sentimentalmente, con libertad, con pasión y sobre todo con mucho amor por Cáceres. Toño Pérez y Jose Polo estudiaron juntos el Bachillerato, fundaron Atrio en 1986 en la plaza de los Maestros y en 1995 ya tenían el Premio Nacional de Gastronomía. Su historia de amor discurre paralela a sus proyectos empresariales (el relais&chateaux de San Mateo, el restaurante Torre de Sande, el hotel de lujo en la calle Ancha tras la adquisición del Palacomidas cio de los Paredes Saavedra, la antigua sede de Demarcación de Carreteras en Santa María y, el edificio de la calle Clavellinas, que era propiedad de la diócesis de Coria-Cáceres, un emblema de la ciudad que con el tiempo se convertirá en una Escuela de Música de Alto Rendimiento).
Atrio tiene en su haber numerosos premios, entre ellos el Grand Prix l'Art de la Cuisine que concede la Academia Internacional de Gastronomía, y dos estrellas Michelín, el máximo reconocimiento que se dispensa a un restaurante en España. Tras el milagro están sus propietarios, que ahora desde San Mateo trabajan no para servir
o vender habitaciones sino para hacer --aseguran-- «felices a la gente».
Tanto es así que fueron ellos, merced a su amistad con los arquitectos Tuñón y Mansilla y con la coleccionista alemana Helga de Alvear quienes lograron que sus obras, entre las más valoradas del mundo, dieran vida al museo de la calle Pizarro, con entrada también por la plaza Marrón e inaugurado por los Reyes de España. Ahora, la Fundación Atrio hace posible Atrium Musicae para demostrar que el amor de verdad siempre está en una partitura.