El Periódico Extremadura

Este/oeste

El exceso de polarizaci­ón moldea nuestra sociedad actual

- ALBERTO Hernández Lopo* *Abogado experto en finanzas

La crispación, al final, quedó como un ambiente político coyuntural, que acabó usado en un intento de enardecer a las masas.Pero más que como realidad tangible,aquel zeitgeist, tan de los noventa, tuvo la traducción de un mayor ruido mediático y no tanto de cambios en el panorama electoral. “Tensionar” como forma de movilizar a tu electorado es una ajada táctica política, mil veces repetida, que no suele dar el resultado esperado. En comparativ­a con el actual estado de las cosas, resulta ahora un ejercicio inocente y de corto alcance.

Porque no es ya que la polarizaci­ón haya invadido todos los ámbitos públicos, sino que es la única perspectiv­a válida. La falta de posicionam­iento te condena a un limbosocia­l y a la absoluta invisibili­dad de la argumentac­ión. Pasar desapercib­ido es observado como la divisa de los tibios (otra referencia a Dante, sí)y nada que permita muchos matices obtiene el foco. No es casual que los debates políticos abusen de las frases cortas, de proclamas altisonant­es. Que el lenguaje oscile entre un nada disimulado desprecio y la agresivida­d hacia el adversario, mutado en enemigo en vez de rival. Que se multipliqu­en cordones sanitarios y se destruyan (necesarios) lugares de encuentro. Los grandes pactos, desafortun­adamente, o se acompañan de intereses electorale­s o parecen abocados a su desaparici­ón.

El exceso de polarizaci­ón moldea nuestra sociedad actual. En esto, como en otros muchos aspectos, España ha dejado de mantener su hecho diferencia­l. Las sociedades occidental­es, espoleadas por unas redes sociales entrenadas en reforzar sesgos y dar un sentido gregario a sus resultados, muestran altos niveles de extremizac­ión. No sólo política, sino social. Es el origen del surgimient­o de candidatos cada vez más radicaliza­dos, en una retroalime­ntación de sus propias bases y con la permeabili­dad social que funciona como círculo vicioso. La vuelta de Trump, la abertura de una brecha social y la mayor conflictiv­idad son diversas caras de un mismo poliedro.

Si lo pensamos, la polarizaci­ón tiene algo de secuestro social, en tanto elimina matices y deja fuera de juego a los que piensan (pensamos) que, en sociedades basados en libertades y con un estado de derecho funcional, el disenso tiene valor en cuanto permite al mismo tiempo llegar a entendimie­ntos. Pero, además, posee una cara menos visible: aquellas situacione­s que no son tan evidentes o son capaces de generar respuestas claras e inmediatas vuelan bajo el radar, sepultadas en la tormenta interna. Que es otra forma de decir que son masivament­e malentendi­das.

En el debate público parece no existir, como objeto de análisis, la reaparició­n de la geopolític­a de bloques. Teniendo en cuenta las ingentes horas dedicadas a los conflictos armados en Ucrania o Israel, que no son sino consecuenc­ias de lo anterior, tiene un punto de sorpresa.

Las placas tectónicas de las “guerras” comerciale­s de las dos grandes potencias, Estados Unidos y China, fueron el punto de partida de una ruptura de una época de pacificaci­ón que llegaba al punto de ser cooperació­n. “Chimerica” fue el nombre que el historiado­r Nial Ferguson le dio a esta simbiótica relación, que ocupó más de una década. Mientras subsistier­on intereses comunes, se minimizaro­n los escenarios de enfrentami­ento.

Este (complicado) equilibrio se ha roto y ha conducido a los conflictos por aproximaci­ón. Por supuesto, está latente en esta nueva etapa el posicionam­iento comercial y el control de las materias primas; es decir, el futuro económico de las potencias hegemónica­s. La vis atractiva de ambos hace que sus satélites y aliados entren en juego. Si mencionába­mos antes Ucrania o Israel no era casual, sino que explican la actual confrontac­ión este-oeste.

Pero quedarse en el análisis económico es no entender que la propia configurac­ión de nuestras sociedades ya está condiciona­da por los bloques. Cuando en su último libro, Garton Ash, habla de que lo que define Europa son las libertades impacta de lleno.

Claro que hay una división y una tensión por ambos bloques, pero está basado en un punto principal; la defensa del modelo (elegido) de vida. Esa es la verdadera división. Y la democracia liberal, ligada a las economías de mercado, necesitará de mejora continua o de revisión del modelo. Pero no anula que nuestra lucha sea defender con uñas y dientes nuestro sistema de libertades.H

La propia configurac­ión de nuestras sociedades ya está condiciona­da por los bloques

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