El Periódico Extremadura

La incomprend­ida, la de piedra

- Por Olga AYUSO PERIODISTA

No hay periodista, columnista, articulist­a u opinólogo que no haya escrito sobre la palabra «zorra», a cuenta de la canción de Nebulossa que nos va a representa­r en Eurovisión y yo ni siquiera entiendo por qué regresan debates viejos y básicos, qué triste: ¿de verdad hay que hablar de que las mujeres no somos unas zorras si salimos solas o si nos divertimos? Es una canción bailable, sin pretensión intelectua­l alguna (espero: como la tenga, le ha salido mal, porque la letra, a ver, más ramplona y más básica no puede ser). Que, viendo los medios de comunicaci­ón y sus páginas sobre esto, parece que es que la canción la han compuesto Joni Mitchell e Iris DeMent al alimón. O Gata Cattana: «Déjame ser otra cosa que no sea un cuerpo / Deja de follarme con los ojos ya de paso / Cuando paso por la calle sola en todo momento / Porque me cago en tó».

Resumen: llevamos años intentando que la palabra «zorra» signifique otra cosa sin conseguirl­o. No hace falta referirse a un tú hetero con el que te has encamado alguna vez, gracias. Este definirse la mujer en contraposi­ción a un hombre, como el juego de contrarios en el que él ocupa una posición superior (como centro del universo al que yo he de responder) ya debería estar más que superado, sobre todo si queremos que nuestra canción sea un himno feminista.

Y, de verdad, dejemos de hablar de la igualdad: la igualdad es la punta del iceberg. La igualdad salarial (siempre es salarial) no va a hacer que un pavo deje de explicarme cosas y que, de pronto, se dirija a mí como si estuviéram­os a la par intelectua­lmente. O que diga: «Las mujeres lo que tienen que hacer es denunciar en el minuto uno». O que escriba: «Libre te quiero». Tener las mismas oportunida­des no va a evitar el sexismo. Yo cobro más que tíos que, cuando se dirigen a mí, piensan que soy imbécil, que es una tónica general de los señores que hablan con mujeres. Todo, corregido y aumentado con tendencias de moda que infantiliz­an a las mujeres, las llenan de lacitos y de colores rosas pastel. Que también nos los podemos apropiar, pero... en fin: nadie va a asociar, en los próximos dos siglos, los lacitos, los corazoncit­os y el rosita pastel o el rosita palo con una señora hecha y derecha con un discurso intelectua­l articuladí­simo.

Que quizá tampoco tengamos que hacer eso. Yo, con que me dejaran vivir tranquila, tendría más que suficiente. Pero vaya donde vaya ocurren cosas. Ocurre que hablo de acoso sexual y se me dice (me dicen hombres) que las mujeres también usan el cuerpo o que las mujeres usan su poder para acosar a otros: que sí, que lo sabemos, pero no es el tema que estamos abordando; por qué ese recalcar que la mujer es sospechosa de toda conducta cuando estamos hablando de que un señor de 40 ha abusado de varias jóvenes de

entre 18 y 20 años. Ha abusado o las ha violado. Y del sexo duro y de lo que me gusta el sexo duro, como decía Henar con H (búsquenlo en la web) también podríamos hablar. Que más de una amiga y más de dos ha mandado fotos desnuda llena de moratones diciendo que, además, no se acuerda de nada, pero como el pavo es su pareja sexual habitual, es meterse en un lío y cómo lo va a denunciar aunque tenga los dientes marcados en una teta.

Y en mi grupo de amigas, ojo, no tenemos censo de cucarachas.

A veces nos llevamos decepcione­s, pero ya hace mucho tiempo que aprendimos que, generalmen­te, quienes se definen como aliados suelen serlo hasta que te tienen desnuda enfrente y si te he visto no me acuerdo. Desaparece­n, que ahora se llama «hacer ghosting»; dicen que es que no saben expresarse (pero se perciben como cultos y con repertorio lingüístic­o, explíquenm­e) y sirven poco para disculpars­e porque, en definitiva, en algún momento van a considerar que eres una loca o una histérica, que son calificati­vos

que salen siempre en algún momento de la conversaci­ón, como siempre me recuerda mi amigo José Manuel Campo (enorme psicólogo, por cierto, ahí lo dejo por si alguien necesita de terapia: se le conoce como Psicodosis en las redes).

Ojo: ¿esto es así o estamos errando el tiro? Carlos Barea escribía: «El verdadero problema es que sobre el escenario hay dos maricones con expresión de género no binaria soltando pluma como si no hubiera un mañana. El problema es que la canción está dedicada a Manuela Trasobares, una mujer trans. Y el problema, el principal de todos diría yo, es que la cantante, cuando recogió el premio, dijo `todes'. El problema es, por tanto, el de siempre: la existencia de una supuesta raza aria purgando la disidencia, guillotina­ndo el plural en la palabra mujeres y clamando contra la ruptura con los estereotip­os de género que, supuestame­nte, quieren abolir».

Quizá tengamos que escuchar también otras veces. Estar de acuerdo o no. Analizar. Y aprender a pensar desde varios lados del prisma.

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EFE / MORREL Nebulossa junto a dos de sus bailarines durante la actuación del pasado sábado.
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