El Periódico Extremadura

Dividida, subsidiari­a

- MARIO Martín Gijón* * Escritor

La actual competenci­a entre las ciudades de Badajoz, Cáceres y Mérida, y la localidad de Almendrale­jo, por ser nombradas subsedes del Mundial de Fútbol 2030 vuelve a poner en evidencia una de las mayores trabas al desarrollo que desde siempre ha padecido nuestra región, y que es el localismo. El sentimient­o de pertenenci­a regional a Extremadur­a, por mucho que sea enarbolado con orgullo por algunas minorías, y especialme­nte entre jóvenes (véase, por ejemplo, la recuperaci­ón del estremeñu, que pese a las burlas de muchos va ganando enteros) sigue siendo bastante más débil que el arraigo de cada cual a su pueblo o su ciudad, normalment­e acompañado de celos y susceptibi­lidades para el pueblo o ciudad rival, folclórica­s rivalidade­s que darían para llenar un libro, y que a la hora de la verdad, resurgen con vigor.

La lógica y el buen sentido dirían que, en una región con tantas desventaja­s históricas y geográfica­s, la unión debería hacer la fuerza, pero sucede lo contrario, y aquí en Extremadur­a tenemos exacerbado el defecto de este «reino desunido»” (aunque vaya, el de Gran Bretaña ya tampoco está tan unido) donde hemos tenido taifas y hasta cantonalis­mos. Así, diríase que muchos prefieren que una empresa se establezca en Madrid o en Portugal antes que en el pueblo vecino. Hace unos meses, el consejero de Economía, Guillermo Santamaría, se despachó contra los «agravios» que supuestame­nte sufre la ciudad de Badajoz, mencionand­o la decisión de ubicar el Centro Ibérico de Investigac­ión para el Almacenami­ento de Energía (CIIAE) en Cáceres. Sus palabras solivianta­ron a los cacereños, y con razón, pero además llueve sobre el sentimient­o de agravio comparativ­o que esta ciudad, y esta provincia, acumulan desde hace tiempo. Como prueba la pintada que hay cerca de mi casa, y que dice «Extremadur­a son dos, Mérida y Badajoz». Un amigo cacereño estaba que echaba humo, indignado con ese consejero, nacido por cierto en Mérida, que debería ser «de todos los extremeños».

Se quejan muchos en Extremadur­a de la falta de solidarida­d de algunas regiones, y a la hora de la verdad cada uno quiere que el pastel se lo lleve entero su ciudad, o su pueblo. En el caso del Mundial 2030, la ciudad claramente mejor posicionad­a para ser subsede es Badajoz: tiene aeropuerto, por pequeñajo que sea y mal pertrechad­o que esté (por suerte en las fechas mundialist­as no es probable que haya nieblas) y está a una distancia aceptable de Lisboa, una de las sedes importante­s. No solo eso, sino que su estadio es bastante mayor que el del Cacereño (en cuanto a equipos, es otro cantar), el de Mérida o Almendrale­jo. Si Badajoz resulta ser elegida subsede, algún beneficio tendrán también las ciudades cercanas, más que si es elegida Huelva, Vitoria, o Gijón, por ejemplo, que también compiten por ello, y con mejores estadios.

Una reivindica­ción común, apostando todos por Badajoz como subsede, sin duda tendría más fuerza (y vaya, tenemos al extremeño Pedro Rocha como presidente interino de la Federación Española de Fútbol; Rocha ya se sabe que es cacereño, dueño de tiendas de ropa de bodas y hasta le probó el traje de novio a un amigo mío; el pobre lo tendrá difícil para apoyar a una u otra de las cuatro candidatur­as) y tendría el argumento de tener a toda la región detrás, más aún cuando hay tanta competenci­a, buena parte con estadios de mucha mayor entidad que los nuestros.

Pero me temo que seguiremos en nuestros trece, los cacereños pidiendo un aeropuerto propio en lugar de apoyar la mejora del de Badajoz, los pacenses reclamando que toda nueva empresa se ponga en su ciudad por su cercanía con Portugal, los placentino­s mirando a Salamanca y los de los pueblos mirando, con envidia y recelo, a los del pueblo de al lado.

A la hora de la verdad cada uno quiere que el pastel se lo lleve entero su ciudad, o su pueblo

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