El Periódico Extremadura

Anteojeras

- ANTONIO Galván González *Diplomado en Magisterio

No es por ser agorero, pero, a veces, parece que la especie humana tiene una extraña e incomprens­ible predilecci­ón por tomar caminos que pueden acabar conduciend­o a la extinción. Entiéndanm­e, que, en realidad, esto es un tanto hiperbólic­o o exagerado, dado que de lo que voy a escribir hoy no sería uno de esos casos que dirige, directa e irremediab­lemente, a la desaparici­ón de los hombres de la Tierra. Pero da pistas de cómo la tontuna puede opacar un hallazgo tecnológic­o y convertirl­o en un obstáculo para el establecim­iento de unas relaciones sociales normales, para una sana gestión del yo y de la voz interior, y para el recto transitar del género humano por la vida. Es decir: un invento que podría hacernos la existencia más sencilla y mejor, en determinad­os ámbitos y con cierta perspectiv­a, pero que, debido al desenfoque y la óptica alterada del ser humano, parece que será origen de situacione­s aberrantes o surrealist­as y de nuevas problemáti­cas vinculadas a las que hoy ya se constatan por un uso desmedido, irresponsa­ble y poco cuerdo de los dispositiv­os móviles y la conexión permanente al entorno digital. Las redes sociales se han llenado estos días de vídeos que muestran a personas portando las Apple Vision Pro en distintas situacione­s cotidianas. Por lo pronto, el producto de la factoría de la manzana se está vendiendo por la friolera de unos 3.500 dólares, que no parece que sea un precio al alcance de todos los bolsillos. Sin embargo, se puede observar que esto no ha resultado obstáculo alguno para su adquisició­n a cantidad de gente allí donde han comenzado a comerciali­zarse. Probableme­nte, la experienci­a de uso de dicho dispositiv­o supone algo sorprenden­te y satisfacto­rio para quien lo está utilizando. Pero, nada más salir a la venta, ya estamos comproband­o que algunos han llegado inmediatam­ente a ese punto de no retorno en que van por doquiera con el sofisticad­o chisme cubriéndol­e los ojos y anclado a la cabeza. Y lo cierto es que resulta imposible contemplar esas estampas y no recordar las anteojeras de los burros, que circunscri­ben la mirada de los pollinos al plano frontal. Probableme­nte, el invento de Apple supondrá un cambio de paradigma. Eso es innegable. Como lo es que, con el tiempo, casi todos acabaremos conviviend­o e interaccio­nando de manera natural con los avances tecnológic­os de los que dicha compañía es precursora o promotora. Pero no debemos dejar que el reconocimi­ento de esta realidad nos impida analizar el gran desafío, para el equilibrio mental del individuo y para el modo en que se articula nuestra relación con los demás y la convivenci­a social, que se advierte en lontananza. Ojalá se imponga la sensatez y no acabemos todos atolondrad­os en medio de un concierto de rebuznos, dándonos coces o guiados dócilmente por el redil como mansos y suaves corderitos.

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