Los pueblos que se mueren
Luis Maroto Rivero Cáceres
Nuestros pueblos no se han vaciado solos, no, los hemos vaciado entre todos. Queda una generación trabajando el campo, como verdaderos héroes conbtodo en contra. Después muchas localidades quedarán en riesgo de desaparecer. Sus jóvenes se han marchado a la ciudad, pocos quieren trabajar allí. El padre cuando no pueda trabajar los olivos, o cansado de oír las quejas de sus hijos cuando les pide ayuda para varearlos, tendrá que venderlos. En los pajares las telarañas cubren los aperos de labranza mientras quienes podrían tomarlos prefieren estar de botellón o alargar la partida hasta bien entrada la tarde.
Lo que sí hay en los pueblos es mucha depresión entre los viejecitos por la soledad, sobre todo en invierno porque no hay un alma por la calle. También hay poco trabajo, una ambulancia, un panadero y un médico y hasta un párroco para compartir entre varios pueblos; además de un hospital saturado para toda la provincia. Un instituto a 30 kilómetros, malas carreteras, dos recogidas de basura a la semana, población envejecida, una cobertura pésima de teléfono e internet, pocas inversiones y abandono de las administraciones, pocos niños...y, ¿ todavía nos sorprendemos porque nuestros pueblos se vacían?...simplemente porque los hemos abandonado entre todos. Muchas localidades se van quedando para ir en época de fiestas y algún fin de semana que otro. Pero no hay quién tire un surco. Una amiga me dice que adora su pueblo aunque ni loca vuelve allí a vivir como no sea unos días para las fiestas de San Blas, y no le