El rascacielos de Mérida
La Torre Ocaso, de 55 metros de altura, es un coloso ubicado entre la calle Almendralejo y Marquesa de Pinares Se levantó en los años 70 por un arquitecto madrileño y fue todo un símbolo de la modernidad ★
Lo cierto es que es inevitable que las miradas se dirijan arriba. Es una costumbre que tenemos los seres humanos, por ejemplo, cuando visitamos Madrid y nos acercamos hasta a la terraza del Hotel Riu para contemplar las mejores vistas de la ciudad en todo su esplendor o vamos a Granada y conocemos las maravillas de la Alhambra. A unos 55 metros de altura, la vista desde la azotea de la Torre del Ocaso permite ver toda la capital extremeña. En el horizonte, siempre que no haya niebla, se pueden contemplar y reconocer muchas de las edificaciones más emblemáticas que componen Mérida.
A Emérita Augusta le gustan las alturas y para muestra un botón: tiene el rascacielos que fue el edificio más alto de toda Extremadura, gracias a la construcción en los 70 de un arquitecto madrileño y que se levanta a 14 alturas (sin contar los bajos). Además, copa la lista de los bloques con mayor altura de la región, con permiso del edificio Badajoz Siglo XXI, en la capital pacense, con 88 metros, o la Torre de Cáceres, con 52 metros.
El arbitrario crecimiento de la capital autonómica en aquellos años, acompañado de su desmesurada ambición arquitectónica puso de manifiesto la necesidad de la urbe por albergar, en su núcleo central, llamativos inmuebles que resaltasen su patrimonio. Pero a esta carrera de altura, se sumaron otros edificios emblemáticos del municipio y que deseaban, con ahínco, pertenecer al prestigioso club de edificaciones emeritenses que se elevaban a grandes alturas (calle Félix Valverde Lillo).
Sin detener nuestras pasos más de lo necesario, El Periódico Extremadura visita la Torre de Mérida, ubicada entre la calle Almendralejo y Marquesa de Pinares, aquí todavía residen vecinos que invirtieron sus primeros ahorros para pagar la señal de su vivienda. «Irradiaba felicidad por todos lados», comenta una vecina. De aquellos primeros inquilinos casi todos tenían un perfil similar: familias jóvenes que se convertían en propietarios. «Aquí han nacido muchísimos muchachos», rememora. En este sentido apunta que «mis hijos jugaban en el descansillo con sus amigos de otros pisos».
No obstante, mientras que un posible accidente de sus pequeños le daba «pánico», las vistas y el hecho de tener la capital extremeña a sus pies es uno de los mayores tesoros que valora cada día más. «Al cruzar la puerta y recorrer el pasillo de la vivienda se encuentra el salón que da acceso a la terraza. Disfruto de estas vistas desde hace mucho tiempo y todavía sigo enamorada de ellas», afirma la vecina con una sonrisa mientras repasa las fotografías de «mágicos» atardeceres que guarda en su memoria, desde las alturas del rascacielos de Mérida.
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