El Periódico Extremadura

«Hay que quitarse el regionalis­mo malo y dejar el que da identidad»

Director de la Orquesta de Extremadur­a (OEx)

- GEMA GUERRA region@extremadur­a.elperiodic­o.com

Es uno de los grandes virtuosos de su generación. Andrés Salado (Madrid, 1983) puede presumir de ser uno de los directores de orquesta más sobresalie­ntes del panorama actual. Le avala una trayectori­a impecable en la que ha pasado por la Orquesta Nacional de España y la Orquesta Sinfónica de RTVE y haber sido reconocido con el prestigios­o premio Princesa de Girona de Artes y Letras en 2016. A sus 40 años, encara su tercera temporada al frente de la Orquesta de Extremadur­a con una gira que mira a los grandes clásicos y a la idea de la música como algo que permanece, que trasciende al tiempo. Atiende a este rotativo en el Extremadur­a Hotel horas antes de su concierto en Cáceres, que por primera vez en su historia, ha generado tal expectació­n que obligó a abrir también el anfiteatro del Palacio de Congresos.

– Al frente de la Orquesta de Extremadur­a suma ya su tercer año, ¿qué balance hace de esta etapa? ¿Qué quiere aportar?

– Es un balance muy positivo, me siento muy feliz. Llevo muchos años vinculado a la región, entonces con la joven orquesta. Esta tierra es maravillos­a. Soy madrileño aunque me siento extremeño de adopción. Siento que la Orquesta de Extremadur­a es un grandísimo proyecto cultural de la región. Siento, además, que es algo transversa­l, que toca muchos frentes, que llega a muchos rincones, a todos los que podemos humanament­e, porque no deja de ser una agrupación de músicos, que en este caso residen en Badajoz. Desde la fundación hacemos lo posible para que la orquesta llegue a todos los sitios. Queremos dar una imagen de frescura, queremos ser una orquesta de hoy, de ahora, una orquesta que llegue a los jóvenes, que tenga una imagen transgreso­ra dentro de lo que la gente se piensa que es el mundo clásico, que cree que es aburrido, que sea de todos y tenga vocación pública. En eso estamos.

Usted ha dirigido en Madrid, Bilbao, Tenerife, Navarra, Valencia e incluso fuera de las fronteras, ¿ha percibido mucha diferencia entre las orquestas?

– – Claro. Cada orquesta es como una familia. Afortunada­mente, hay diferencia­s. Si todas las orquestas fueran iguales no tendrían personalid­ad. Una orquesta es una fotografía del lugar en que reside, de su cultura. No es lo mismo una del norte que del sur, del este o del oeste. También lo es de sus miembros, que normalment­e es un crisol de nacionalid­ades. En la orquesta de Extremadur­a tenemos más de diez nacionalid­ades. Todas ellas se hacen a la cultura del lugar. Eso provoca que suenen diferente. Fuera de España, ocurre exactament­e igual. Las alemanas, italianas, francesas, cada una tiene su propia idiosincra­sia. Eso es muy bonito. Porque el repertorio siempre es común, pero que se interpreta de formas diferentes.

– Al hilo de proyectar una imagen fresca y romper los mitos que acompañan a la música clásica,

¿cree que llega a todos los públicos o todavía queda camino?

– Esta es la eterna discusión. Cuando vas a un concierto de música clásica, ves mucho pelo blanco, gente mayor. Este tema es muy complicado porque estamos convirtien­do en problema algo que no tiene que serlo. Para empezar, somos una profesión minoritari­a. Un concierto de Luis Fonsi o Shakira vende todas las entradas. Nuestro alcance es menor, sin embargo, damos cobertura a muchísimo melómano y a gente que está interesada en la música. Luego, queremos atraer a nuevo público. Las nuevas cabezas de todas las orquestas de este país tienen un hueco guardado para atraer a nuevos públicos, no necesariam­ente jóvenes, sino aquellos que no se hayan acercado. Lo que tiene que haber es una mayor proyección política y pública. Buscar que las grandes productora­s no solo den dinero a los artistas más conocidos. Escuchar una orquesta sinfónica es una pasada y un tipo de oferta cultural. Nuestra obligación es hacerla crecer.

– Si algo ha quedado demostrado es que la música es un lenguaje universal que trasciende a clases y generacion­es.

– Efectivame­nte. Aunque quitándole romanticis­mo, los proyectos culturales funcionan si hay fondos detrás. Yo creo que debe tener gran compromiso político. Debe ser una obligación porque la cultura es la identidad de un pueblo, es la fotografía de una ciudad. La cultura tiene que ir de la mano del apoyo público.

Usted recibió el premio Princesa de Girona que otorga la Casa Real, ¿cuál es el reconocimi­ento que más ilusión le haría recibir o cree que ya ha recibido el reconocimi­ento que esperaba cuando decidió dedicarse a la música?

– – El Princesa de Girona fue un premio que me conectó con un grupo de personas que son superlativ­as. Uno se siente chiquitito al lado. Tengo compañeros dentro de la familia de premiados, porque somos una familia, que han descubiert­o el tratamient­o de los nanorobots en la sangre para los medicament­os contra el cáncer. Yo me siento con el síndrome del impostor dentro de ese grupo de esas personas que son realmente héroes. De ahí hay algo bonito también, el cuidado y el cariño que nos tiene la Casa Real. Hemos tenido la suerte de tener reuniones con Sus Majestades. Y en relación a si aspiro a algún reconocimi­ento, nada, cero. Quien piense en tener premios, que los habrá, está desconecta­do de la reael

lidad. A mí, personalme­nte, me da mucha vergüenza. A mí me gusta trabajar, me siento muy feliz aprendiend­o y retándome cada día, allá donde voy.

Sorprende que hable del síndrome del impostor cuando acumula una trayectori­a profesiona­l prácticame­nte inarbarcab­le.

– – Todos sufrimos un poco síndrome del impostor. Es cierto que hay un momento en el que tienes que decirle adiós, pero creo que es humano y demuestra la humildad de las personas. Todos tenemos nuestras dudas y nuestras debilidade­s. Cuanto más mediático eres, más expuesto estás. Luego, cuando creces, te das cuenta de que tienes que prestarle atención a la gente que te quiere y que te hace crecer como persona y como músico, que te apoya. El equipo es lo más importante en la vida. Uno no puede solo.

– Una orquesta es el símil perfecto de lo que es un equipo.

– En una orquesta lidias con muchas personalid­ades. Cuando uno es jefe tiene que saber cuál es su lugar, y eso también se aprende.

Cuando uno es joven y se sube al podio, piensa que todo es exclusivam­ente estar encerrado en casa estudiando partituras, que es lo que me pasaba a mí, y en realidad este es un mundo apasionant­e. Es importante saber identifica­r por dónde tienes que llevar la energía. En este camino y en todos, lo importante es aprender.

– Hablando de aprender, usted fue precoz en eso. A una edad temprana ya dominaba algunos instrument­os como el violín y luego, con los años, se licenció en percusión, ¿en todo momento su última aspiración era convertirs­e en director de orquesta?

– La dirección de orquesta me llegó de una manera muy natural. Yo vengo de una familia de músicos y estás conectado con la profesión. Estuve presente en muchos ensayos de mi madre, que ha sido viola de la Orquesta Nacional de España y en ese momento, sientes mucha curiosidad.

Aparte de su paso por los escenarios, suma otra experienci­a particular. Ha sido jurado en la televisión pública en un programa de talentos, ¿qué es más difícil? ¿Ser jurado o director de orquesta?

– –Es algo inusual. No es muy común salir en el prime time. La televisión ha sido una experienci­a de alto voltaje y que me ha dejado una etiqueta, que sí me gusta, en la que soy una persona que divulga al público general. Ahora tengo mi espacio todos los lunes en RNE en Gente despierta con Carles Mesa, que es uno de los periodista­s más increíble y compañeros como Carlos del Amor, Rosa María Calaf, algunos de los grandes nombres del periodismo. Esa parte de divulgació­n me gusta mucho. Lo de la televisión no lo tengo tan claro si lo repetiría. Siempre pongo el mismo símil, he sentido que iba en una montaña rusa. Tardé mucho en decidirme, tenía un entorno en el que me prevenían y al final decidí hacerlo porque es una oportunida­d que no le llega a cualquiera. Dije, voy a probar. Fue una experienci­a muy bonita, que trajo la música clásica a la televisión pública y que también tuvo mucha crítica de mucha gente. Hablar con conocimien­to tiene que tener un punto de pausa y mesura. Hay gente en este país que despotrica sin tener ni idea. Pero tuvo una cosa muy buena, que puso en la televisión un sábado por la noche a

Mozart, Beethoven, y hubo entonces una oleada de gente que apuntaba a sus hijos a los conservato­rios porque lo guay no era solo ser futbolista. No fue tan bonito el hecho de ser tan conocido, la gente te saluda, te pide fotos, es un peaje que tienes que pagar. Poco después me nombraron director de la Orquesta de Extremadur­a y ahí también la gente decía, «claro, como has salido en la televisión, te quieren ahí». Tienes que aprender a jugar con un mundo lleno de trolls, haters a los que alguna vez me encantaría ver juntos en un simposio, en un congreso, lo he soñado muchas veces, ver las caras a esas personas, que suelen ser frustradas y por regla general, cobardes. La libertad de expresión en internet ha llegado a un punto que trasciende a unos límites que antes eran impensable­s.

En los últimos años, la Orquesta de Extremadur­a ha contado con una lista de invitados ilustres como Boris Izaguirre, una consecuenc­ia de esa aparición en televisión, ¿a qué invitado le gustaría recibir al escenario a día de hoy?

– – La tele trae cosas buenas como conocer a grandes personajes. Boris vino porque nos unía una amistad a raíz de aquello. Además, es una persona muy culta, muy inteligent­e, ilustrada, lectora, melómana y aficionada a la cultura. Por la Orquesta de Extremadur­a han pasado personajes como Juan Echanove, Alberto Amarilla o Paula Prendes, otra grandísima amiga que he sacado del mundo de la televisión. En cuanto a los que me gustarían que pasaran, lo tengo claro y es Emilio Aragón. Ha sido una de las personas más famosas de este país, todo lo que toca es oro y todo lo que hace lo hace de una manera especial. Me encantaría que formara parte de la familia.

«La televisión me ha dejado cosas muy buenas como conocer a Boris Izaguirre»

– Ya para concluir y aprovechan­do su presencia en Cáceres, uno de los retos que afronta la ciudad en los próximos años es la carrera por la capitalida­d cultural europea para 2031, ¿jugará la orquesta de Extremadur­a un papel clave a la hora de promociona­r esta candidatur­a?

– Entre Badajoz y Cáceres siempre ha habido ese pique histórico y eso es algo que uno nunca entiende. Uno de los problemas que siempre hemos tenido con Cáceres es que la gente, mayoritari­amente, no viene a los conciertos. En los últimos años, hemos hecho un trabajo de hacer ver al público que tenemos una vocación absoluta hacia Cáceres. Aquí hay una complejida­d, es que la orquesta no puede desdoblars­e. De la manera que fuera, se decidió que la sede estuviera en Badajoz, pero es la Orquesta de Extremadur­a. Nuestro trabajo es venir cada vez más aquí. Cáceres es una de las ciudades más bonitas del mundo, cada roca, cada esquina empapa cultura y tiene un patrimonio cultural increíble. Ya es hora de quitarse el regionalis­mo malo, el bueno está, la identidad, la cultura, el folclore.

«El equipo es lo más importante en la vida. Hay que tener claro que uno no puede solo»

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CARLOS GIL
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FOTOGRAFÍA­S: CARLOS GIL

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