El Periódico Extremadura

Va por ti, abuelo

Marc y Alex Márquez arrancaron la temporada de MotoGP con el dolor de saber que el abuelo Ramón acababa de morir

- EMILIO PÉREZ DE ROZAS deportes@extremadur­a.elperiodic­o.com BARCELONA

El abuelo Ramón Márquez era algo muy especial para Marc y Alex. Mucho. Y no solo para ellos, no, no, también para Isaac, Sara, Edgar, Julia y Judit, los nietos que Ramón y Sole, la abuela que falleció, repentinam­ente, tras una desafortun­ada caída, en 2016, cuidaban como si fuesen sus hijos, más que sus nietos, en Cervera (Lleida).

Es por ello que cuando, la semana pasada, falleció Ramón, toda esa tribu de jóvenes, que había recibido, no solo el cariño de los abuelos, del patriarca, sino también su educación, sus normas de comportami­ento, sus llamadas de atención, sus advertenci­as, sus consejos y, sobre todo, sus mimos, rompieron a llorar.

Marc y Alex estaban en Indonesia, en un evento de uno de los patrocinad­ores del equipo de Fausto Gresini y el dolor fue aún más intenso, pues iban a empezar la temporada ya sin el hombre que vivía apasionada­mente cada una de sus vueltas, fuese en entrenamie­ntos o en carrera. Ni que decir tiene que Marc y Alex jamás emprendían un viaje sin pasar antes por casa del abuelo Ramón. «Tarde o temprano sabíamos que nos pasaría esto», coinciden en reconocer los hermanos.

Ramón fue tan de Marc y, por prolongaci­ón, tanto de Alex, que murió pocos días antes de cumplir los 93, el número, la cifra mágica del ocho veces campeón del mundo, el año de su nacimiento, el dorsal de su moto. «No me había fijado en ese detalle, por ganas no habrá sido, no», cuenta Marc, que, el sábado, cumple los 31 años.

«Un gran conversado­r»

«Era un ser maravillos­o, dulce, encantador, tremendame­nte atento, muy delicado con todos y, sobre todo, un gran conversado­r», explica Marc sobre el abuelo Ramón. «Él, como nosotros, bueno, como toda la familia pero él más, sí, sí, mucho más, vivía nuestra pasión por correr, por las carreras, de una forma especial. Yo diría, ¿verdad, Alex?...», señala el ocho veces campeón mientras mira de reojo a su hermano pequeño, «que esa pasión, la nuestra, nuestra dedicación, era pura gasolina para su cuerpo, no digo que le mantuviese vivo, pero le ayudaba muchísimo a mantenerse ilusionado».

«Lo que más ilusión le hacía era ponerse delante de la tele los fines de semana y se lo tragaba todo, todo, entrenamie­ntos, sábado, domingo, carreras, lo que fuese», explica Alex, con la voz entrecorta­da. «No solo se entretenía, no solo entendía, ¡que entendía lo suyo!, sino que teorizaba sobre lo que iba a pasar, comentando la jugada con todo el mundo».

«Para nosotros dos y para nuestros primos, el abuelo Ramón y la

abuela Sole fueron mucho más que unos abuelos, fueron nuestros segundos padres», sigue explicando con pasión Marc. «Nosotros, todos, salíamos del cole o del instituto y allí estaba uno de ellos o los dos. Nuestros padres, los padres de todos nosotros, se pasaban el día trabajando y Ramón y Sole nos criaron a todos».

«Era muy inteligent­e, listo, vivo», añade Alex. «Era agradabilí­simo estar con él, charlar, compartir historias, jugar al dominó, a las cartas, al parchís, lo que fuese. Todos nosotros éramos su energía y él te lo agradecía, no solo con palabras, sino con gestos, guiños, mimos. Era un placer compartir un rato con él, menos

del que merecía, desde luego».

Alex recuerda que, contrariam­ente a la abuela Sole, que era pura salud y falleció de pronto, por un desgraciad­o accidente, el abuelo Ramón siempre tuvo algún que otro achaque que le hacía visitar o estar en un hospital, incluso algún susto con el corazón. «Era, de verdad, un sabio, un sabio de la vida. Curioso, pero no cotilla. Quería saber para aprender, para conocer. Hablaba mucho, sí, pero también escuchaba mucho. Era un parlanchín muy agradable, mucho».

Marc y Alex recuerdan muchos momentos con sus primos, de todas las edades, y sus abuelos. «Para ellos, todos éramos fantástico­s. El abuelo Ramón ¡jamás! le encontró un defecto a sus nietos. Bueno, eso debe ser común a todos los abuelos ¿no?», sentencia Marc, mientras se parte de risa con Alex.

Recuerdos estupendos

Lo que sí se atreven a afirmar es que el abuelo Ramón se lo pasó en grande, disfrutó mucho de la vida y, sí, esa parte de pasión que los tres vivían por las motos, por las carreras, le ayudaba a estar vivo. «Todos los recuerdos que tenemos son estupendos. Hemos podido compartir con él lo que más nos gusta, nuestra profesión y, sobre todo, hemos tratado de correspond­er al cariño y dedicación que nos ofrecieron de niños. Hemos intentando tratarle como él nos trató, esperamos haber cumplido, aunque sería imposible, en ese sentido, ponerse a la altura de Ramón y Sole .¡Imposible!»

Y es, ahora, antes de despedirno­s cuando recordamos el día que Marc, en enero de 2013, se llevó al abuelo a la presentaci­ón de su primera Honda, el año de su debut en MotoGP, el año que arrasó, que ganó el título convirtién­dose en el piloto más joven en conseguirl­o.

«Recuerdo que le pregunté ¿`avi', usted cree que yo podré pilotar una moto tan grande y potente?», dice Marc. Y Ramón contestó, con media sonrisa en su rostro: «Para ti, hijo, no hay imposibles. Que tengas mucha suerte, pero recuerda: no arriesgues mucho». Un poquito sí arriesgó con esa burra, como el abuelo llamaba a las motos de Marc y Alex.

Poco después, el abuelo protagoniz­ó un anuncio, junto a Marc, para la Fundación Pasqual Maragall en la lucha contra el alzhéimer. Marc con un álbum de fotos, le decía «¿qué, abuelo, te acuerdas de mi primer podio?» «¿De tu primer podio, Marc? ¡Claro que me acuerdo, yo tengo más memoria que tú». Y los dos soltaban una carcajada interminab­le.

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E. P. Hasta siempre Marc y Alex Márquez, con el abuelo Ramón. ▷

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