Acericos, heredero de la sastrería
De su negocio empezó en Daza con su padre y ha conseguido mantenerse al frente especializado y adaptado a los tiempos
La tiza, el metro, la tijera y el acerico (el alfiletero que llevan en el antebrazo los cortadores) son sus herramientas de trabajo. Aprendió a utilizarlos cuando era un niño y, ahora, con 49 años, es un experto, que ha pasado de aprendiz con su padre a regentar un negocio, Acericos, que el 20 de mayo cumplirá 15 años.
Fernando Santiago Jiménez se adentró en el mundo de las telas y tejidos con solo 13 años, cuando estudiaba en el instituto y, por las tardes, se iba a la tienda Daza a ejercer de aprendiz.
Lo hizo de la mano de su padre, Antonio Santiago, «por seguir la tradición, por ayudar y porque me gustaba», explica. Allí tuvo que pasar por la escala de aprendizaje de entonces, primero aprendiz, después ayudante de dependiente y, finalmente, dependiente.
Daza era una tienda como las de antes, no solo dedicada a la venta, sino también con taller, sastrería, costureras, planchadores... Empezó cortando cortinas y, poco a poco fue conociendo todas las partes del oficio.
Su padre permaneció toda su vida laboral en el negocio y Fernando estuvo 19 años en Daza, otro año de comercial y, después, decidió abrir su propio establecimiento, Acericos, dedicado a la moda masculina, con especial
Como muchas de nuestras tradiciones cercanas puede que no tengáis conocimiento de su existencia por la escasa repercusión y difusión de su celebración. Sin embargo, gracias a un grupo de jóvenes que se preocupan por mantener esta y otras herencias ancestrales locales, no sólo se mantiene viva, sino que el aumento de la participación en esta costumbre carnavalera contribuye a su permanencia en el tiempo.
Hablo de los Mascarones remoliniegos: enmascarados que cubren no sólo su rostro, dejando exclusivamente dos orificios a la altura de los ojos para poder ver y uno en la boca para respirar, que les aportan un aspecto siniestro, sino también todo su cuerpo, con ropas viejas y arpillera u otro tipo de tela a modo de capa, con el fin de ocultar el cinturón de campanillos ceñido a su cintura, con el
De la vieja escuela
«Ahora la confección viene muy bien hecha, utilizamos la medida industrial y hacemos arreglos»
hincapié en los eventos. «Porque es lo que sé hacer, lo que aprendí y lo que me gusta. Esto es devoción y pasión, lo mío es muy especializado», cuenta.
Tanto que Fernando cose, corta, plancha y hace todo tipo de arreglos de sastrería, incluso los más complejos: «bajar cuellos, los talles, meter sisas, cortar los delanteros...»
Cuenta con modistas y sastras y explica que, hoy por hoy, no existen tiendas con sastrerías ni trajes hechos a medida desde cero. «La sastrería la tienen los proveedores. Ahora la confección viene muy bien hecha, utilizamos la medida industrial y lo que hacemos son arreglos. Cuando tú eliges un traje, te lo llevas arreglado y planchado».
Pero además, Fernando ofrece una «atención personalizada», que se manifiesta sobre todo en las bodas. «Yo voy a casa de los novios, les acompaño el día de la boda para que el novio salga impecable», subraya.
Se ha decantado por una moda «exclusiva, que fabrican para nosotros, de calidad media/alta y, la mayoría, de proveedores nacionales y fabricación española».
Esto le obliga a estar siempre «al día de las tendencias, en ferias, siempre formándote y viendo las calidades, los tejidos nuevos...» Todo, «sin dejar la esencia del pequeño comercio». Se considera ante todo un profesional de la vieja escuela, pero «especializado y adaptado a los tiempos».
Evolución del comercio
En Acericos, ha vivido la evolución del comercio en los últimos años. Desde que abrió en el 2009 en la calle Cartas, recuerda que «fueron años muy difíciles, con la crisis del ladrillo, que obligó «a los grandes colosos a liquidar» e hizo que disminuyera el consumo y aumentara el paro.
Después, el negocio empezó a prosperar y, para dar un mejor servicio, en el 2018 se trasladó al antiguo local de Daza, donde estuvo hasta octubre del 2020.
El motivo es que llegó la pandemia, «se cancelaron los eventos, dejamos de vender para eventos y ropa de calle, hubo que reorganizar el modelo de negocio, refinanciarnos» y optó por trasladarse a otro local de la misma calle con un alquiler más asequible, a Talavera 30, donde aspira a mantenerse y jubilarse.
De momento, dice que en el 2022 hubo un repunte de eventos y ventas y, en el 2023, el sector se ha regularizado y la previsión para este 2024 es buena.
El balance de estos 15 años es «positivo porque ves cómo has empezado y lo que has crecido», aunque confiesa que «cada vez cuesta más trabajo mantenerse». No obstante, está feliz de encontrarse en una calle que es un ejemplo del comercio tradicional y muy agradecido a los clientes de Plasencia y las comarcas que siguen siendo fieles.