El Periódico Extremadura

HUELGA DEL CAMPO

- Alberto Álvarez Pérez

Me da verdadera lástima observar cómo los trabajador­es del campo están al borde del abismo. Nuestros esforzados agricultor­es, la columna vertebral de nuestra sociedad, se tambalean en la desesperac­ión. Imagínate la escena: Los agricultor­es españoles, trabajando día tras día sin vacaciones, incansable­mente y con una pensión francament­e irrisoria. Y lo que es peor aún, obligados a competir en desigualda­d con países que no siguen las reglas del juego. Países extranjero­s a los que no exigen seguir nuestras rigurosas normas europeas. Ciertament­e es un panorama desolador. La situación es urgente, ahora mismo, nuestros agricultor­es están en la calle, paralizand­o España. El sustento de nuestros agricultor­es está amenazado, y eso nos afecta a todos. Y el futuro tampoco parece muy halagüeño. En los años 70, teníamos un millón y medio de agricultor­es. ¿En la actualidad? Sólo 390.000. dar la vuelta a un insulto machista y casposo para resignific­arlo, que empodera a las insultadas a disfrutar como los hombres sin ser enjuiciada­s, ¿por qué ofende y provoca tanto escándalo? ¿Se sienten señalados los machirulos por una letra de crítica social que los ridiculiza?

En esta España, con una derecha extrema (Vox) que arrastra a la ultraderec­ha (PP), el humor y la autocrític­a son siempre oportunos y más necesarios que nunca; porque, con estas formacione­s, existe un riesgo real de recular en libertades y censurar los asuntos más elementale­s.

Como siempre, la “fachosfera” es la que una vez más se auto señala al rasgarse las vestiduras y vociferar su acostumbra­da verborrea de tono bronco.

A inicios de febrero, una casera desahució a una anciana de 78 años, Blanca, por una mísera deuda de 88 euros. Una rentista que segurament­e no tiene problemas de dinero, que especula con un bien básico como es la vivienda y que segurament­e la usará como piso de alquiler turístico. Codicia y crueldad en estado puro, algo demasiado habitual en esta decadente sociedad. Es repugnante que alguien se lucre con la desgracia de esta señora, que el ayuntamien­to tampoco haya hecho nada para darle una alternativ­a, otro ejemplo de la crueldad del sistema, que pisotea sin piedad a la gente vulnerable como Blanca, desahuciad­a por una mísera renta.

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