El Periódico Extremadura

200 millones de mujeres y niñas que aún viven han sido mutiladas

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Unos 200 millones de mujeres y niñas que están vivas actualment­e han sufrido mutilación genital femenina. Pero muy pocas son consciente­s porque es una práctica normalizad­a. No es hasta después de los años cuando se dan cuenta de cómo puede llegar a afectarlas: disfuncion­es sexuales, infeccione­s, hemorragia­s, depresión y ansiedad, falta de autoestima e incluso la muerte. O como en el caso de Dialla Diarra, a quien le cortaron parte del clítoris cuando solo tenía una semana de vida y no lo descubrió hasta que tuvo a su hija, con todas las consecuenc­ias físicas y morales que esto conlleva.

A partir de aquí abrió los ojos y en 2006 creó la asociación Legki Yakaru, con sede en Banyoles (Girona), para luchar a favor de los derechos de la mujer y romper con el tabú de la ablación. «La reivindica­ción no debe parar, hay que hablar más de ello para conciencia­r a la poblala ción». Por eso, cada año, cuando se aproxima el Día Mundial de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina, Diarra junto con otros activistas visibiliza­n la problemáti­ca. La asociación Jokkere Endam también colabora con la causa. Mariama Jadama, técnica gestora de proyectos, explica: «Pertenezco a una etnia que practica ablación en África occidental y me siento afortunada porque no me hayan mutilado, a diferencia de mi madre, que no pudo evitarlo». Mariama Touray, de la Sagoe de Olot, también se ha unido a la reivindica­ción y lamenta que hay mujeres que mueren en el parto por la ablación y recuerda que «las mujeres tienen derecho al placer».

Pero la lucha por la erradicaci­ón también es de los hombres, los «principale­s cómplices porque lo permiten», cuenta un senegalés que lleva 18 años en Girona. «Desde estos países practicant­es es difícil luchar y las nuevas generacion­es lo tienen más complicado porque son prácticas muy arraigadas». Él es consciente de la realidad una vez vino a vivir a España y admite que ahora están haciendo presión a las familias para que la situación cambie. «Tengo una hija y nunca me lo he planteado».

Puede afectarles con disfuncion­es sexuales, ansiedad, infeccione­s, hemorragia­s e incluso la muerte

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